
De un tiempo a esta parte, el ecologismo de salón y la progresía cada vez utilizan más el término "agricultura regenerativa" en contraposición a la agricultura tradicional que, por lo tanto, pasa a considerarse destructiva. Sin embargo, bajo un envoltorio cargado de supuestas buenas intenciones —"sanar el suelo", "vivir en equilibrio con la naturaleza", "descarbonizar la alimentación"— se esconde un movimiento ideológico carente de criterios científicos y fuertemente instrumentalizado por intereses políticos.
En su documento político 2025, Sumar propone explícitamente impulsar la agricultura regenerativa como parte de su estrategia ecosocialista para luchar contra "la crisis climática"; también utilizan este término los eurodiputados verdes, el ala más izquierdista del Partido Demócrata en EEUU y el Frente Amplio de Gabriel Boric. Pero, ¿qué es exactamente la agricultura regenerativa?
Nadie sabe qué es la agricultura regenerativa y esta ambigüedad conceptual es la principal crítica que hacen los agrónomos y expertos en producción agrícola. Como no existe una definición técnica precisa, el término engloba ideas experimentales con poco o nulo respaldo empírico junto con prácticas de la agricultura tradicionales como el barbecho o la rotación de cultivos.
"Muchos de los principios de la agricultura regenerativa son válidos y conocidos desde hace décadas, pero lo que se ha hecho es reempaquetarlos bajo un nuevo nombre, con connotaciones morales y sin una base científica sistemática", denuncia el profesor experto en agroecología Ken Giller en su artículo "Regenerative agriculture: An agronomic perspective" (2021).
Secuestro de carbono en suelos
Dentro de este nuevo credo ecologista, uno de los conceptos más extendido es el "secuestro de carbono en los suelos", cuyos beneficios se han exagerado, según critica Giller. "El potencial real de captura de carbono es modesto y temporal. Las expectativas de que estas prácticas compensen emisiones masivas son desproporcionadas."
La teoría es que el carbono que las plantas absorben del aire se transfiere al suelo, lo que puede ayudar a reducir las emisiones de C02 a la atmósfera y mejorar la fertilidad del suelo. Sin embargo, medir cuánto carbono se fija realmente en los suelos es difícil y sus efectos se consideran limitados.
De forma similar, la doctora Rachael Garrett, investigadora en políticas agrícolas en la Universidad de Cambridge, ha advertido en entrevistas recientes que: "La agricultura regenerativa, tal y como se promueve, puede sonar bien en teoría, pero hay una gran desconexión entre el discurso político y la realidad agronómica y económica del campo."
Políticas basadas en dogmas ecologistas
Pese a que los estudios publicados hasta la fecha no pueden aseverar de forma fehaciente que la agricultura regenerativa sea más productiva, la Unión Europea lo está incorporando a sus políticas agrícolas. Por eso, cada vez hay más restricciones en el uso de fertilizantes y pesticidas y se están vinculando las ayudas de la PAC a la rotación de cultivos, cultivos de cobertura y mantenimiento de cubiertas vegetales.
Mientras tanto, los agricultores miran con escepticismo cómo desde los despachos se les habla de "regenerar" la tierra mientras se les impide trabajarla con políticas intervencionistas, nuevas tasas climáticas y un modelo rural controlado.