Esta misma semana, el prestigioso diario estadounidense The Wall Street Journal publicó como artículo de opinión de cabecera un artículo titulado Cómo se apagó España, firmado por Gabriel Calzada, presidente del Instituto Juan de Mariana, junto con Manuel Fernández Ordóñez, que además de físico nuclear y profesor universitario es colaborador de Libre Mercado.
El texto, que ha generado un importante impacto internacional, analiza las causas técnicas y políticas del colapso energético que dejó a oscuras a España, Portugal y parte de Francia el 28 de abril. Ambos autores se apoyan en las ideas centrales de un estudio más amplio sobre el mismo tema que ha sido divulgado por la Universidad de las Hespérides y que, además de Calzada y Fernández Ordóñez, también lleva la firma de Daniel Fernández, otra firma invitada habitual en este diario.
"La vida cambió para los españoles al mediodía del lunes, 28 de abril. Con el sol en su punto más alto, la red eléctrica del país, alimentada en gran parte por energía solar, se apagó", escriben los autores. Apenas unos días antes, el gobierno español había celebrado que la red funcionaba al 100% con energía renovable, de modo que la desconexión de la red eléctrica fue un mazazo para esa narrativa.
En palabras del presidente del Instituto Juan de Mariana y del físico nuclear, "el porcentaje casi récord de producción de energía solar en España iba acompañado de una cantidad menor de energía eólica—ninguna de las cuales es capaz de estabilizar el sistema en caso de que sea necesario hacerlo". La red contaba además con una proporción reducida de generación con turbinas síncronas —apenas un 30%— lo que conllevaba una bajísima inercia del sistema: "equivalía a jugar con fuego (o más exactamente, con el sol)", denuncian.
Calzada y Fernández Ordóñez subrayan que "la estabilidad de una red eléctrica depende de un equilibrio mantenido mediante generación síncrona usando turbinas que almacenan energía en sus generadores rotatorios", algo que se ha perdido por el avance político, no técnico, de la transición energética. En este contexto, "una combinación de precios de mercado bajos y una punitiva alta carga impositiva —que representa el 75% del costo variable de la producción de energía— también dejó fuera de juego a la mitad de la capacidad nuclear del país".
"Errores descarados de los legisladores"
El artículo denuncia que "las voces que advirtieron sobre el considerable riesgo de forzar en exceso la energía renovable fueron marginadas por el operador del sistema", empresa controlada por el Estado, que negó la posibilidad de apagones, negaciones que fueron amplificadas por medios de comunicación afines al Gobierno. El resultado fue un sistema frágil, sin margen de maniobra, basado en postulados ideológicos más que en la física o la ingeniería.
"El colapso de la red fue el resultado de una serie de errores descarados por parte de los legisladores, que ignoraron advertencias basadas en leyes físicas. Podría decirse que España voló demasiado cerca del sol, dejando su red eléctrica expuesta a desequilibrios que se volvieron imposibles de estabilizar", señalan.
Para Gabriel Calzada y Fernández Ordóñez, una sociedad moderna no puede funcionar sin una red eléctrica estable y resiliente: "un sistema racional debe estar diseñado para lidiar con eventos inevitables; el sistema de España fue diseñado políticamente, no racionalmente". Como cierre, su artículo lanza una pregunta clave: "¿aprenderá alguien de esta lección?".
"El Gran Apagón"
El diagnóstico publicado por el diario económico más leído del mundo se apoya en el citado informe técnico de la Universidad de las Hespérides. El documento sitúa el colapso del 28 de abril dentro de un proceso más amplio de creciente fragilidad estructural del sistema eléctrico español, "una debilidad derivada de la penetración masiva de energías renovables asíncronas, en especial la solar, que han desplazado de forma sistemática a tecnologías estabilizadoras, como el gas, la nuclear o la hidráulica".
Uno de los conceptos clave introducidos en el informe es la llamada "curva del pato", que alude a la distorsión del patrón diario de demanda y oferta mediante la que se agravan los desajustes entre producción y consumo. Así, la energía solar, concentrada en las horas centrales del día, genera una sobreoferta en ese tramo horario, circunstancia que luego desaparece bruscamente al atardecer. Esta variación obliga al sistema a realizar ajustes extremos y rápidos, lo que aumenta el estrés sobre la red eléctrica.
El documento, titulado El Gran Apagón y firmado por Gabriel Calzada, Manuel Fernández Ordóñez y Daniel Fernández, advierte de que esta situación no es nueva, pero sí cada vez más frecuente. En los días previos al apagón, el sistema funcionaba con uno de los niveles más bajos del mes en cuanto a generación síncrona —es decir, tecnologías capaces de aportar inercia al sistema y evitar su colapso en caso de desajuste—. Así, el estudio concluye que el fallo no puede entenderse como un accidente aislado, sino como la consecuencia previsible de una política energética centrada más en la imagen política de la transición verde que en la resiliencia técnica del sistema.
Como resumen, el documento afirma que "cuando un sistema es frágil, cualquier estresor puede hacerlo colapsar", e insta a repensar el diseño energético desde la seguridad de suministro, y no desde postulados ideológicos. En definitiva, la advertencia de Calzada y Fernández Ordóñez en The Wall Street Journal queda reforzada por este análisis técnico complementario en el que se pone de manifiesto de manera rotunda que, sin un rediseño racional del sistema, los apagones podrían dejar de ser una excepción.