
Mientras en el tapete patrio continuamos entretenidos en disquisiciones pueriles, mientras nos anestesian insignes verduleras desde la televisión del régimen o engullimos sin un atisbo ya de asombro la enésima trama de corrupción que asola a la PSOE Nostra, hay miles de millones de personas en el mundo que tienen otros problemas de los que preocuparse. Problemas de verdad.
Casi 700 millones de seres humanos viven en una pobreza extrema, viéndose obligados a subsistir con menos de 2,15$ al día. La gran mayoría de esas personas, casi 500 millones, viven en el África Subsahariana. Aproximadamente, el mismo número de personas no tienen acceso a la electricidad –600 millones en África– y, por si fuera poco, más de 2.000 millones de hombres, mujeres y niños no tienen acceso a combustibles líquidos para cocinar (gas), el 65% de los cuales viven en África. Esto implica que, para cocinar, queman lo que pueden. En el interior de sus chozas queman hasta excrementos secos de animales y esto ocasiona la muerte de más de 3 millones de personas al año. Exactamente, 8.520 personas al día. En lo que tarda usted en leer este artículo, habrán muerto 12 personas más por esta causa.
Nosotros, los ricos del mundo, seguimos dando vueltas alrededor del Sol ignorando las paupérrimas condiciones de vida de los más desfavorecidos. En nuestra nauseabunda condescendencia, hemos renunciado siempre a apoyar el establecimiento de las condiciones necesarias para que los países menos prósperos se desarrollen. Mas allá de artistas "comprometidos" organizando conciertos benéficos e irrisorias donaciones a ONGs para calmar nuestras podridas conciencias, lo cierto es que llevamos décadas haciendo todo lo posible para que los pobres sigan siendo eso, pobres.
Las políticas climáticas son el último clavo en el ataúd de África. La condena que cae como una losa sobre gente que no tiene nada y a la que le negamos todo. Si la impostada emergencia climática no fueran un problema imaginario creado por corrientes ideológicas sectarias, ésta sería, en cualquier caso, un problema creado por nosotros y no por los pobres de África. El problema del calentamiento global no se ocasiona por el CO2 que emitimos hoy, sino por el CO2 acumulado en la atmósfera. El pódium de las emisiones totales acumuladas está encabezado por los Estados Unidos (25% del total) y lo que hoy es la Unión Europa (22% del total). China apenas ha llegado a la mitad de las emisiones de CO2 que Estados Unidos. Por tanto, si buscan ustedes culpables, ya saben donde están. Mírense a los ombligos.
En África, hoy, viven unos 1.500 millones de personas. Todos ellos juntos consumen menos electricidad que Francia y Alemania. Toda África emite el 3,75% del CO2 mundial. Únicamente Alemania emite el 1,6%. La misma Alemania que establece planes de ayudas públicas para que los países africanos dejen de emitir CO2 mientras ellos se hartan de quemar carbón y gas ruso. Es tan visceralmente repugnante que resulta difícil tratar de calificarlo.
Publica esta semana el investigador danés Bjorn Lomborg un interesante artículo en Wall Street Journal. Critica, con razón, cómo el Banco Mundial está contribuyendo a la degradación moral de los países más pobres y al establecimiento de políticas que los perpetúan en la indigencia extrema. El Banco Mundial surgió para apoyar financieramente el desarrollo de los países pobres y hace, exactamente, lo contrario. Destina el 45% de la financiación a proyectos climáticos, presionando a África para que invierta en proyectos de energía eólica y solar cuando lo que África necesita es carbón, gas y petróleo.
África necesita crecer, desarrollarse, progresar y salir de la miseria. Lo que no necesitan es jugar a ser un alemán medio, que se pone paneles solares en el tejado de su chalet adosado y figuritas de gnomos en el jardín. Y lo que no necesitan, desde luego, es la indecente arrogancia de los occidentales dándoles lecciones de nadie sabe qué, disfrazando de buenismo climático lo que es, simple y llanamente, la mutación del colonialismo clásico en una nueva variante: el colonialismo climático.