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Todo lo que el récord de bajas laborales nos explica sobre nuestro mercado laboral

Es extraño que España sea el tercer país europeo con más absentismo y que el número de trabajadores afectados se haya disparado en los últimos años.

Es extraño que España sea el tercer país europeo con más absentismo y que el número de trabajadores afectados se haya disparado en los últimos años.
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, junto a los líderes de CCOO y UGT, Unai Sordo y Pepe Álvarez. | LD/Agencias

El absentismo laboral cuesta a la economía española casi 81.000 millones al año. En algunos sectores como el de la limpieza, nos cuenta Diego Sánchez de la Cruz, las cifras son tan altas que amenazan el día a día de cientos de empresas.

Éste es un tema complicado, muy dado a la demagogia de uno y otro lado. Los que creen que todas las bajas son falsas y los que acusan a los empresarios de apretar a sus trabajadores hasta el extremo de obligarles a ir a trabajar enfermos. A mitad de camino, empleados y jefes que intuyen que hay algún problema tras unos datos sorprendentes.

Porque lo primero es lo más evidente: es extraño que España sea el tercer país europeo con más absentismo y que el número de trabajadores afectados se haya disparado en los últimos años. Decimos que es extraño porque ni nuestro país parece uno de los menos sanos de Europa (de hecho, en otras métricas, como la esperanza de vida, destacamos por lo contrario) ni ha habido nada en los últimos dos-tres años que lo justifique (en 2020-21, podríamos pensar en las secuelas del Covid; a partir de ahí, es complicado pensar en causas exclusivamente sanitarias).

Pues bien, si esto es así, ¿qué está ocurriendo? Por una parte es obvio que quizás el sistema de concesión de bajas y altas es muy mejorable. Otro punto en el que las empresas llevan décadas exigiendo cambios y que debería ser sometido a revisión. Pero incluso si dejamos esto a un lado (y no deberíamos porque es muy importante), hay numerosas enseñanzas económicas sobre el mercado laboral español que podemos aprender de todo esto. Eso sí, avisamos, ninguna es buena.

Por qué

La pregunta más obvia, si descartamos una epidemia silenciosa que no se percibe en ningún otro ámbito, es qué están pasando. Mi intuición es que se está estirando al máximo la legislación sobre bajas laborales. Aquí hay dos posturas: los que pensarán que antes no se hacía bien (se cogían menos bajas de las debidas porque los empresarios presionaban mucho a los trabajadores y estos temían quedarse en paro) y los que crean que, al contrario, el péndulo se ha movido demasiado en otra dirección (se cogen más bajas de las justificadas por motivos de salud).

Unos y otros deberían ser conscientes de que el estado de baja/alta casi nunca es una situación binaria. Sí, en términos legales, pero no así en términos sanitarios. Todos hemos estado enfermos en algunos momentos: ¿incapacitante? Pues depende. Para los autónomos parece que no mucho, porque sabemos que los trabajadores por cuenta propia no dejan de trabajar casi nunca; para los asalariados, el umbral de la imposibilidad laboral llega antes. Y sí, hay situaciones evidentes; el que está sano como una rosa y sabemos que puede trabajar sin problemas; el que tiene alguna enfermedad o dolencia grave y todos coincidimos en que apenas puede moverse. Pero en el mundo real, la mayoría de los casos son grises.

Aquí tenemos muchos factores que deciden la inclinación de la balanza. Sabemos que el principal es la preocupación por perder el empleo. Por eso, en las crisis, se hunden las bajas por motivos médicos. ¿Y es malo lo contrario: que el trabajador medio español no tema que encadenar bajas le haga perder su trabajo? Mucho.

Porque esa no preocupación se deriva de muchos factores que nos hablan muy mal de nuestro mercado laboral. El primero, que el empresario no puede organizar su fuerza laboral con libertad. El día a día de las empresas españolas, en lo que hace referencia a los recursos humanos, no está regido por las necesidades productivas, sino por las exigencias legales. En esto tiene mucho que ver el coste del despido, otro factor que contribuye a las bajas, aunque nadie lo diga en alto: todos conocemos casos de empleados que usan el recurso a la baja casi como un semi-chantaje ante la empresa. Algo del tipo "si me quieren echar, que me echen, pero pagando; mientras, yo por allí no vuelvo". Si quieres ser muy garantista por un lado (bajas), tienes que dejar mucha flexibilidad por el otro (despido). Si no, el desequilibrio se vuelve insoportable y las conductas disfuncionales se generalizan.

Todo esto nos lleva a otra disfunción del mercado laboral a la que estamos acostumbrados, pero que es muy extraña: ese empleado de baja eterna (y con sospechas de que es muy forzada) que sigue años en la empresa en esa situación. Desde fuera, cualquiera se preguntaría, ¿y por qué aguantan esa situación? Un mercado laboral en el que esto es habitual no puede funcionar. Aquí, como en casi todo lo que tiene que ver con las bajas, el papel de los sindicatos es clave (para mal): hace años ya que dejaron de proteger al buen trabajador y se pasaron al lado del compañero mentiroso. Siempre he dicho que el descrédito de UGT y CCOO comienza por la evidencia, que muchos empleados viven en su día a día, de que dedican buena parte de sus esfuerzos en defender al que no se lo merece.

Por supuesto, también es evidente que muchos trabajadores, especialmente de baja cualificación, tienen buenos motivos para no tener especial aprecio a sus empleos. Sueldos muy bajos y precariedad son la norma en numerosos sectores productivos. Ni es culpa de los empleados ni de los empresarios, sino de un modelo de muy baja productividad. Pero, en cualquier caso, lo que tenemos es un muy pequeño incentivo a mejorar cada día en el trabajo o consolidarse en la empresa. Ni siquiera tenemos que irnos al caso de las bajas: la falta de formación entre los empleados es también otra característica negativa de nuestro mercado laboral. Ni empresas ni empleados sienten que tengan que invertir en el otro. Unos se preguntan para que gastarse el dinero en alguien que no saben si seguirá por allí en unos años; los otros no se esfuerzan por mejorar en un empleo que ven como un apaño temporal. Mientras tanto, la productividad no mejora y toda la relación está viciada de inicio.

Por último, lo peor de todo, un sistema de incentivos completamente pervertido. Con esto de las bajas y de las sospechas de fraude y de caraduras aprovechándose del sistema, lo que se genera es un modelo viciado. En este punto, siempre pensamos, "es un esquema diseñado para beneficiar al golfo y perjudicar al bueno". Y sí, algo de eso hay, pero no sólo. Al igual que con las enfermedades, esto no va de blanco y negro, de si una persona es un buen trabajador y el otro un sinvergüenza. Aquí los incentivos también son decisivos. La normativa que rige el mercado laboral español no sólo protege a los malos, sino que hace que muchos que en otras circunstancias no lo serían, se deslicen por la pendiente de la comodidad o el aprovechamiento de las grietas del sistema. Es decir, favorece que haya más de los golfos y menos de los buenos. A partir de ahí, lo de las bajas es sólo un síntoma.

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