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Yolanda Díaz inventa el soviet de vivienda

Yolanda Díaz es un ejemplar químicamente puro de esta especie de políticos irresponsables capaces de dinamitar cualquier sector de la economía.

La izquierda de nuestro país es cada día más experta en la forma de gestión que caracteriza a la de otras latitudes: inventarse problemas falsos y empeorarlos hasta convertirlos en reales y, cuando se trata de asuntos que verdaderamente afectan a la ciudadanía, agravarlos generando auténticos dramas.

La vivienda en España es un ejemplo perfecto de esto segundo: un asunto que de verdad está convirtiéndose en un problema muy serio para una parte importante de la población, no hace más que empeorar gracias a unas políticas extremadamente ideologizadas y también unos gobernantes incapaces de entender los efectos reales de sus medidas, siempre equivocadas.

Y cuando la evidencia del desastre provocado ya es insostenible, la solución no es otra que profundizar más en el error, porque para esas mentes no muy capaces y ebrias de fanatismo la única explicación posible al fracaso es no haber sido lo bastante comunista.

Yolanda Díaz es un ejemplar químicamente puro de esta especie de políticos irresponsables capaces de dinamitar cualquier sector de la economía. Después de dañar durante años el mercado de trabajo ahora parece que quiere emprenderla con la vivienda, que como decimos es ya un problema muy real para muchos españoles. Por supuesto, sus soluciones no pasan por lo que los verdaderos expertos recomiendan –bajar los impuestos, reforzar la seguridad jurídica de los propietarios, liberalizar el suelo…– sino que su apuesta es sovietizar el mercado.

La propuesta de Sumar es crear y favorecer nuevo modelo de edificación que pasa por las cooperativas de viviendas en régimen de cesión de uso, es decir, sobre las que no se tiene una propiedad plena, ya que no se pueden vender libremente ni ceder a tus herederos.

Viviendas "de propiedad colectiva y vida colaborativa" que, en resumen, eliminan uno de los derechos más básicos que puede tener un ser humano, poseer su propia casa, y niegan uno de los impulsos naturales más comunes y más beneficiosos para la gran mayoría de las personas: el deseo de legar a tus sucesores algo que les mejore la vida.

La idea podría merecer cierto análisis si no fuese, como la mayoría de las que plantea esta izquierda retrógrada, algo que ya ha fracasado en otros lugares. Y de forma escandalosa, baste recordar lo que eran las viviendas para la mayoría de los habitantes de la URSS: cuchitriles difícilmente habitables, masificados, con calidades ínfimas de construcción y con un mantenimiento desastroso porque, en el fondo, no tenían dueño.

Es evidente que Yolanda Díaz no es una de las mentes más brillantes de la política española, pero aun así sorprende hasta qué punto pueden llegar el desconocimiento de la historia, de las leyes básicas del mercado y del los resortes innatos a la condición humana. Sin embargo, la arrogancia de cierta izquierda es capaz de sobreponerse a cualquier lógica. Sólo queda esperar que esta etapa dramática para España acabe mucho antes de que la desastrosa líder de Sumar logre poner en marcha el soviet de la vivienda que seguro cree estar inventando.

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