
La noticia de la semana es que Pedro Sánchez ha dicho la verdad. Cuando aseguró que España no puede gastarse el 5% del PIB en Defensa, tenía razón. Bueno, maticemos: sí, se lo puede gastar; como podríamos decir que, en teoría, se puede gastar esa misma cifra en hacer ocho túneles nuevos en el Pirineo, en comprar todos los equipos de la NFL y la NBA o en abonar 5 pagas extra a todos los funcionarios. Por poder...
En lo que tiene razón es en que asumir ese gasto, ahora o en los próximos diez años, nos obligaría a un enorme ajuste, ya sea vía recortes de otras partidas o vía importantes subidas impuestos. Y que las excusas tradicionales de que esto lo pagará Europa o la Doctrina Chiqui ("eso son 2.000 millones de euros de nada") aquí no valen. Para que lo veamos con perspectiva, esos tres puntos extra de PIB (en realidad más, si lo comparamos con lo que gastábamos en defensa hasta ahora) son más o menos lo que se prevé que se incrementará el gasto en pensiones en las próximas dos décadas; y el discurso predominante es que eso no es sostenible por los esfuerzos a los que nos obligará en otras partes del presupuesto.
Visto desde España, lo mejor de la discusión sobre el gasto en defensa que se ha generado en este inicio de segundo mandato de Donald Trump es que ha logrado que el socialismo hispano interiorice dos conceptos a los que normalmente es alérgico: restricción presupuestaria y magnitud.
El primero es sencillo. Si lo gastas en una cosa, dejas de gastarla en otra. O lo cobras de una tercera manera. O te endeudas de una cuarta. No hay más. La retórica de la multiplicación de los panes y los peces, tan propia del sanchismo, aquí no vale. En realidad no vale nunca, pero sólo en este punto el presidente lo recuerda. Para todas las demás partidas del presupuesto, el argumento es el todo vale. Podemos gastar más sin recortar en nada ni subir los impuestos. Es mentira, claro, pero alrededor de ella llevamos viviendo siete años.
La segunda caída del guindo de Sánchez es todavía más obvia: lo grande no encaja en lo pequeño, ni el ahorro en una partida del presupuesto de unos pocos cientos de millones sirve demasiado para financiar otra que necesite unos cuantos miles. Por eso, también tenía razón cuando decía el otro día que subir el gasto en defensa al 5% implicaría recortes en educación, sanidad o pensiones; o una fuerte subida de impuestos "a la clase media trabajadora".
El presupuesto español es el que es. Así que los incrementos de gasto relevantes sólo se pueden pagar a costa de otras partidas igual de importantes. El Gobierno lleva años diciéndonos que la subida de las pensiones con el IPC no impactaría en nada más. Y que si lo hacía, sería en partidas muy menores, de las que no tienen coste para la opinión pública. Era mentira, claro. Subir el gasto en pensiones cada año con el IPC obliga a recortes sustanciales en otros lugares; y viendo en lo que el Estado gasta, es casi imposible no tocar las partidas que nos dicen que nunca se tocarán.
Peor aún es lo de los impuestos. El "eso lo pagarán los ricos" que sigue a cualquier anuncio de incremento del gasto del Gobierno. Otra mentira, de las muy gordas. En España, porque no hay apenas ricos y porque los impuestos que de verdad recaudan son los que son (IRPF, Cotizaciones e IVA), un presupuesto creciente sólo puede sostenerse sobre las espaldas del pequeño (en términos relativos y comparándonos con otros países) colectivo que forman los trabajadores de media-alta cualificación con un empleo más o menos estable: resumiendo mucho, los que tienen sueldos a partir de 28.000-30.000 euros. Que ya sé que esos salarios son de clases medias, muy medias (por no decir, media-baja). Pero es lo que hay en España: estos trabajadores son los que pagan impuestos de verdad en nuestro país y no es posible que gastemos mucho más sin que lo noten. Esto lo sabe Sánchez y lo sabe Montero: por eso han perpetrado (aunque hayan intentado ocultarlo) la descomunal subida del IRPF que hemos presenciado estos años de alta inflación y no deflactación de las tarifas. Y por eso ha subido la recaudación: no son los ricos los que han llevado los ingresos tributarios a máximos históricos. Los ricos también pagan más, por supuesto. Pero el grueso se lo ha comido la clase media trabajadora. Como no podía ser de otra manera, por otro lado.
Pues bien, esta doble evidencia ha aparecido como por arte de magia en nuestras vidas, de repente, cuando nos hemos puesto a hablar de tanques y aviones. Bien está que el principio de realidad presupuestaria se imponga. Ahora sólo nos queda por saber si Sánchez ha firmado en La Haya lo que todos (salvo él) dicen que ha firmado. Que a lo mejor en eso sí nos engañó. Quizás, para no perder la costumbre.