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El comunismo del postureo

La izquierda radical ha convertido la moral selectiva en estrategia política. Sus causas no se eligen por principios, sino por enemigos.

La izquierda radical ha convertido la moral selectiva en estrategia política. Sus causas no se eligen por principios, sino por enemigos.
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ofrece declaraciones a los medios tras la reunión de seguimiento del pacto del Gobierno de coalición entre PSOE y Sumar, en el Congreso de los Diputados, a 2 de julio de 2025, en Madrid (España). | Europa Press

La extrema izquierda española, rancia y retrógrada, vive en un postureo continuo. Su doctrina política se fundamenta en abanderar causas aparentemente nobles que, en cuanto se rasca un poco, sucumben ante una deplorable incoherencia. Sus gestos, impostadamente honrados y magnánimos, resultan mucho más elocuentes por lo que omiten.

Navegando en ese comunismo añejo y trasnochado, no importa el qué sino el quién. Si impiden a alguien hablar en una universidad o increpan a algún rival político en la puerta de su hogar, lo llamarán "jarabe democrático". Si se lo hacen a ellos será un "acto de coacción fascista". Ellos tienen derecho a hacer cosas que tú no puedes hacer, porque la justicia no es más que otro instrumento de acción política. Siempre es el quién, nunca el qué.

El pasado fin de semana, sin ir más lejos, varios miembros radicales del gobierno de España acudieron a Hungría a una manifestación del colectivo LGTBIQ+. Acudieron en manada (con viajes a costa del erario público) a manifestarse porque, supuestamente, se estaban recortando los derechos de ese colectivo. Van a Hungría, pero no van a Polonia, cuando la situación LGTBI en Polonia es bastante más delicada que la de Hungría. Porque lo importante es el quién y no el qué.

Acuden raudos y veloces con sus discursos prefabricados, con sus eslóganes mascaditos para encefalogramas de inexistente actividad. Esta vez tocaba LGTBI, pero mañana te darán la matraca con el feminismo mientras sostienen a un gobierno de puteros que trata a las mujeres como ganado. Te dan lecciones mientras en sus círculos hay una densidad de depredadores sexuales preocupante y ninguna parecía saber nada (la escuela Sánchez). O pontifican sobre los problemas de la vivienda desde un chalet de cientos de miles de euros y después de haberse lucrado con viviendas de protección oficial que te consigue papá antes de ser condenado por la corrupción de las tarjetas black.

Es el quién, no el qué. Debe ser que en España no hay ningún motivo para salir a la calle a manifestarse, por eso es tan elocuente su silencio. Es la ensordecedora vergüenza del cómplice necesario para mantener un gobierno corrupto e ilegítimo. Hay que desviar la atención, por eso se inventarán problemas imaginarios. Te intentarán convencer de que el colectivo LGTBI en España está oprimido, pero guardarán un vergonzoso mutismo con los derechos de ese colectivo en cualquier país árabe. Les irá la vida en su perenne postureo en Chueca, pero defenderán siempre a la dictadura teocrática de Irán que cuelga a los homosexuales de las grúas en la plaza pública.

No es el qué, sino el quién. La izquierda radical ha convertido la moral selectiva en estrategia política. Sus causas no se eligen por principios, sino por enemigos. Luchan por los derechos humanos a tiempo parcial. Por eso es imposible la convivencia, porque viven de destruirla. Solo ganan en la polarización, en el descontento y en la pobreza. Por eso solo quieren radicales, barricadas y pobres. La degeneración social llevada a lo execrable. Totalitarismo puro… nada nuevo.

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