El caos que los españoles estamos presenciando (y lo que es peor, sufriendo) en los últimos días con los trenes en España, y hasta en el aeropuerto de Barajas, no tiene parangón en un país desarrollado.
Ciudadanos desamparados en mitad de las vías del tren (sin agua y sin comida en plena ola de calor), gente pasando horas en las estaciones porque su tren no sale a tiempo, ciudadanos perdiendo vuelos en Barajas por las colas interminables...
Ahora más que nunca debemos defender al coche de combustión como símbolo de la dignidad de los ciudadanos y como estandarte de la libertad del individuo.
El coche nos permite movernos, organizar un viaje y salir a la hora que queramos para llegar a nuestro destino sin necesidad de contar con el Estado. Pero debe ser de combustión porque ya hemos visto que, ante un apagón o fuera de las ciudades, donde no hay suficientes puntos de recarga, el eléctrico es una debilidad.
Y eso que las carreteras en España atraviesan un mal momento. Un estudio de la Asociación Española de la Carretera (AEC) señala que el 52% de la red presenta deterioros de gravedad. En concreto, el 32% de las carreteras españolas sufren deterioros graves y el 20% muy graves. Esto no solo genera problemas de seguridad en los conductores, sino también deteriora sus bolsillos. Según sus cálculos, circular por una carretera en mal estado incrementa hasta un 12% el consumo de combustible.
Así, de momento, el coche es de las pocas bocanadas de libertad de las que podemos disfrutar los ciudadanos. Y eso que la Unión Europea en general, y el Gobierno de Sánchez en particular, le han declarado la guerra a estos vehículos.
Más impuestos de matriculación y de circulación, una subida del diésel inminente, más peajes, impedimentos para circular en las ciudades... La guerra es total y afecta, sobre todo, a las rentas más bajas.
Por ejemplo, en el caso del diésel, el 70% de los conductores de un diésel tiene un coche de más de 10 años. Y tener un coche tan antiguo, no es precisamente una característica de una persona pudiente...
En definitiva, ahora más que nunca el coche nos puede sacar del caos del transporte. Confíen en ese vehículo que tanto demonizan los políticos, porque como confíen en el Gobierno, y en el tren, es probable que no lleguen a su destino a tiempo.
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