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Diego Sánchez de la Cruz

Es la hora de la libertad

La cercanía de las próximas Elecciones Generales ha obrado el milagro. Políticos de uno y otro signo, desesperados por enarbolar un discurso moderno y atractivo, se han puesto de acuerdo a la hora de señalar que los emprendedores serán el eje de la recuperación económica en el país. Este cambio de actitud es especialmente cínico si tenemos en cuenta que pocos países maltratan a los emprendedores como hace España. Puede que no sepamos qué sucederá después del 20 de noviembre, pero podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que, hoy en día, hacer negocios en nuestro país es un auténtico suplicio.

El castigo comienza antes incluso de que una empresa haya nacido. Abrir una firma en España cuesta tres veces más que en el resto de la OCDE y, además, requiere el doble de trámites burocráticos. El tiempo medio para inscribir una sociedad en España también es vergonzoso: hablamos de 47 días, frente a los 14 que promedian las economías más desarrolladas del mundo.

Si este suplicio burocrático ya es alarmante, algo similar podemos decir de la monumental deuda del Estado con el sector privado, que ya supera los 45,000 millones de euros. Ante este panorama, no es de extrañar que la Federación Nacional de Trabajadores Autónomos declare que “las administraciones son el principal foco de destrucción de empleo”.

La cosa no acaba aquí. La fiscalidad española sigue castigando a las empresas de manera pronunciada: según datos de Eurostat, la carga máxima que soportan las compañías españolas es del 30%, es decir, un 7% más que la media europea.

Numerosos índices confirman la grave situación del sector privado en España descrita en los párrafos anterior. En su último estudio internacional, el Instituto Fraser ha situado a España a la altura de Kazajstán cuando se trata de darle facilidades a los empresarios. Tampoco nos va mucho mejor en las clasificaciones del Foro Económico Mundial, el Wall Street Journalel Banco Mundial

El estrangulamiento al empresario contrasta, eso sí, con la continua expansión del Estado en la vida económica del país. Aquí van algunos datos que así lo demuestran:

Este contraste entre el castigo a los empresarios y los excesos del sector público debería hacernos reflexionar sobre el rol que tiene el Estado en nuestras vidas. Al fin y al cabo, si tenemos en cuenta que cada español trabaja casi 150 días al año para poder pagar sus impuestos, es normal que estemos preocupados.

España necesita abrir su economía y centrarse en dos grandes tareas pendientes: por un lado, el adelgazamiento, la simplificación y la reestructuración del sector público; por otro lado, la desregulación, la liberalización y la dinamización del sector privado.

Los emprendedores deben ser los protagonistas de este cambio: ellos tienen la llave para la creación de empleo y riqueza en nuestro país. Se ha agotado el tiempo para los experimentos intervencionistas: es la hora del realismo y la libertad.

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