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Diego Sánchez de la Cruz

Del fraude y el abuso de poder en Venezuela

¿Fueron limpias las elecciones venezolanas? El analista del Instituto CATO Ian Vasquez aporta las siguientes razones para responder negativamente:

1. Desde hace años, el gobierno venezolano descalificó a figuras clave de la oposición política basándose en la persecución legal o la creatividad normativa.
2. Mientras Henrique Capriles sufrió un apagón mediático en los numerosos medios de comunicación controlados por el gobierno, Hugo Chávez disfrutó de una cobertura elogiosa y abrumadora en esos mismos foros.
3. El registro electoral alberga todo tipo de irregularidades, algo que ya se observó en una consulta popular celebrada en 2004 y marcada por un fraude masivo. Ocho años después, la situación es parecida. Mientras la población creció apenas un 14%, el Registro Electoral aumentó un 58%. En palabras de Carlos Alberto Montaner, “así se cocina la trampa”. Un ejemplo: hay 14 regiones en las que el número de votantes registrados excede el número de personas elegibles para votar. Otro ejemplo: hay miles de votantes con una edad registrada superior a los 111 años…
4. El gobierno multiplicó los subsidios un 30% durante el año electoral para asegurarse que el clientelismo y la compra de votos funcionasen mejor que nunca de cara a la cita con las urnas.

A todo ello le podemos unir la total erosión de la división de poderes, el clima de violencia política y división social alentado desde el gobierno desde hace años, la sucesión de violaciones contra la propiedad, la mordaza aplicada contra los medios de comunicación independientes…

Por eso, considerando todo lo anterior, parece casi ridículo hablar de “elecciones” ante un panorama así. ¿Qué “elección” puede darse en medio de un océano de propaganda, intimidación y abuso de poder? En el mejor de los casos, en Venezuela hay “votaciones”, y no precisamente transparentes ni fiables.

El resultado es una democracia en la cual no se respetan las libertades ni los derechos individuales de millones de personas. Sujetando todo al capricho de las mayorías, Chávez ha legitimado ante numerosos observadores un régimen que no entiende de límites y solamente responde ante sí mismo.

Anticipando este tipo de fraudes y abusos, Ortega y Gasset dijo en su día que, si bien la democracia define quién ocupa el poder, el liberalismo determina cuánto poder queda en manos de esa persona. Lamentablemente, el caso venezolano demuestra que la ausencia de instituciones liberales ha eliminado cualquier tipo de garantías, consolidando así un paradigma profundamente totalitario.

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