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Diego Sánchez de la Cruz

España rebasa los límites de la intolerancia a la deuda

Después de estudiar decenas de crisis económicas a lo largo de los siglos, Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart han concluido que existen niveles de endeudamiento público a partir de los cuales se dispara la vulnerabilidad económica y se reduce significativamente la capacidad de crecimiento. Dicho umbral se conoce como el punto de “intolerancia a la deuda”.

Según los estudios de Rogoff y Reinhart centrados en países emergentes, este punto tiende a manifestarse cuando la ratio deuda/PIB supera niveles de entre el 40% y el 60%. Para economías más desarrolladas, algo más preparadas para asumir volúmenes más grandes de endeudamiento, la “intolerancia” empieza notarse cuando el endeudamiento del sector público supera el 90% del PIB. Rebasados estos niveles, el crecimiento económico se reduce significativamente, retrasando y complicando la recuperación económica.

Recientemente, algunos errores de cálculo detectados en los trabajos de Rogoff y Reinhart han puesto de relieve la dificultad de fijar un umbral concreto a partir del cual se manifiesta la “intolerancia a la deuda”. En realidad, si bien el error ha sido admitido por ambos autores, las críticas han ignorado que Rogoff y Reinhart pidieron siempre que se tuviese más en cuenta la mediana de sus estimaciones que la media. La siguiente gráfica muestra que, siguiendo ese criterio, apenas hay discrepancias entre los nuevos datos y los estudios de Rogoff y Reinhart. Por eso, que algunos pretendan argumentar que “las tesis de la austeridad se basan en un error de Excel” resulta ridículo.


Además, y pese a la polémica, las estimaciones de Rogoff y Reinhart van en la línea de lo que han encontrado otros economistas que han estudiado esta cuestión. Un ejemplo lo tenemos en la serie de cálculos que ha presentado recientemente el FMI. En dicho estudio,  el umbral fijado como punto de “intolerancia a la deuda” es algo superior, llegando al 100% del PIB. El informe subraya nuevamente que, a partir de estos niveles de endeudamiento público, el crecimiento económico se estanca y la salida de la crisis se complica enormemente.

¿Quieren más ejemplos? José Carlos Rodríguez ha recordado que numerosos economistas y periodistas “hemos citado un importante estudio del Bank of International Settlements, que decía que alcanzar un nivel de deuda superior al 85 por ciento suponía poner en riesgo el crecimiento económico. Otro informe, este del FMI, llegaba a conclusiones parecidas: Hay “una relación inversa entre la deuda inicial y el crecimiento subsiguiente: De media, un incremento de 10 puntos porcentuales en la deuda inicial está asociado con una caída en el crecimiento del PIB per cápita de 0,2 puntos al año”. Y también hemos mencionado un informe del BCE que mostraba que el nivel de gasto público estaba muy relacionado, negativamente, con el crecimiento”.

Es importante, en cualquier caso, entender que determinar con precisión ese umbral es un ejercicio más bien orientativo, ya que cada economía, dependiendo de su flexibilidad y competitividad, puede capear mejor o peor el exceso de endeudamiento público. Es evidente que Japón no es España, por eso la “intolerancia a la deuda” no puede manifestarse igual en el país nipón que en el nuestro. Por eso, más que confiar en que el efecto de intolerancia entre en vigor exactamente a partir del 90% o del 100%, lo que hay que tener claro es que son estos niveles de deuda los que deben empezar a preocuparnos.

España y la “intolerancia a la deuda”

Entre 1910 y 1970, España consiguió rebajar su endeudamiento público de forma sostenida, llevando este indicador del 80% al 10% del PIB. Entre 1980 y 1996, la ratio saltó del 16,5% al 67% del PIB, si bien la década siguiente vino marcada por una reducción sostenida de estas obligaciones, lo que ayudó a reducir la deuda hasta niveles cercanos al 35% del PIB.

La cosa empezó a torcerse con el comienzo de la crisis económica: las cifras oficiales para 2012 hablan ya de una deuda pública superior al 80%. Esta no es, eso sí, una cifra definitiva: una cosa es la “deuda consolidada”, que es la que reconocen las Administraciones Públicas, y otra cosa es la “deuda real”, que son compromisos que pueden quedar excluidos de la contabilidad oficial de deuda pero igualmente deben ser satisfechos.

Esta disparidad no es precisamente baladí: en 2011 la “deuda consolidada” era del 68% del PIB mientras que la “deuda real” superaba el 82%, un desfase equivalente a más de 173.000 millones de euros. A esto debemos añadir que el Financial Times estimó que España cerrará 2012 con una “deuda real” superior al 90%,  mientras que el Banco Central Europeo ha alertado que este indicador podría superar el 100% en breve.

Así las cosas, España haría bien en empezar a tomarse en serio la obligación de reducir su deuda para volver a niveles menos perjudiciales para la prosperidad económica. El Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Eurozona obliga a dejar este indicador en niveles inferiores al 60% del PIB, por lo que alcanzar este umbral sería un buen primer paso para empezar a poner nuestra casa en orden y, de paso, cumplir con los socios comunitarios a los que tanto hemos decepcionado en los últimos años.

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