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Gregorio Marañón, la libertad y la desigualdad

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Los partidarios de la planificación económica y del intervencionismo social tienen un concepto de la igualdad muy diferente al que tenemos los liberales. Los segundos aspiramos a la ausencia de discriminaciones jurídicas: queremos una ley sencilla, previsible y justa. De forma contraria, los primeros no dudan en convertir sus deseos en normas: la ley se convierte aquí en mecanismo conductor de su ingeniería social, socavando así al individuo y dividiendo a la sociedad en colectivos que reciben privilegios o castigos según convenga a la clase dirigente.

Evidentemente, en tiempos de “discriminación positiva” o de “redistribución salarial”, la igualdad liberal no goza de buena salud. Podríamos echar mano de brillantes trabajos sobre esta cuestión, como por ejemplo los estudios de Thomas Sowell. Sin embargo, también podemos atender a estas cuestiones echando un vistazo a la obra de Gregorio Marañón, uno de los liberales españoles más importantes durante el siglo pasado.

El científico, humanista, historiador y doctor madrileño dedicó muchos de sus ensayos a estudiar la tensión entre libertad e igualdad, preocupado por el auge del colectivismo y la pérdida de responsabilidades individuales. Marañón aplaudía la libertad no porque siempre nos conduzca al camino correcto, sino porque también nos permite aprender y mejorar. En 1933 escribía lo siguiente:

“Errar es un verbo simbólico, pues significa al mismo tiempo vagar y equivocarse, los dos grandes maestros de la vida. Haber errado mucho y no tener intención de engañarnos. No hace falta más. Porque sólo conoce los caminos rectos quien erró alguna vez por los torcidos, y la mejor intención no es, quizá, la del hombre impoluto, sino la del que tiene en el alma las cicatrices de muchas rectificaciones”

El párrafo anterior bien podemos aplicarlo al ámbito económico, especialmente en un país como España en el que el proceso empresarial no goza de buena prensa. Solamente así podemos entender que se mantengan subvenciones o que se aprueben rescates a sectores o compañías que no son capaces de seguir adelante. Esta mentalidad paternalista mata el dinamismo del sistema capitalista, en el que errar no solamente es necesario sino que es conveniente para depurar malas inversiones y asumir nuevos proyectos. Del mismo modo, las palabras de Gregorio Marañón tienen especial significancia en el ámbito social, precisamente ahora que el Estado se ha convertido en una niñera que, a base de prohibiciones y regulaciones, pretende prohibir por ley todo aquello que no coincida con las pautas de comportamiento ideal del gobierno de turno: tabaco, toros, etc.

Marañón también habló de la fantasía de la “igualdad” que hoy abrazan muchos enemigos del liberalismo. En su opinión, “nada de lo que ocurra en el mundo realizará el sueño de la igualdad, porque nada podrá igualar los deberes de cada ser humano”. Marañón sabía que sería “necio” pretender que todo sea “igual”, ya que dicha pretensión obedece al mismo tipo de impulsos intervencionistas que generaron el terror colectivista del comunismo y del fascismo. Así, el pensador nacido en 1887 defendía que “la desigualdad punzante no es la de hombre a hombre, la de individuo a individuo, sino la de generación a generación”.

El peligro de no comprender las complicaciones de una economía y una sociedad libre nos condena a sustituir el orden voluntario por el “fetichismo del orden impuesto”, frecuentemente denunciado por Marañón. De hecho, el doctor madrileño no dudó en cargar las tintas contra aquellos intelectuales que, haciéndose valer de su “posición privilegiada”, le dieron la espalda a la “sabiduría humana” para abrazar utopías que, a lo largo de la Historia, solamente han dejado sufrimiento y pobreza.

En su batalla por la libertad, Marañón pedía que se resistiesen los instintos primarios y se rechazase la colectivización masiva de nuestras aspiraciones. En sus ensayos encontramos críticas al nacionalismo (“medicinas que dañan la individualidad y que sólo debemos desear que desaparezcan”) o el sindicalismo (“un peligro coercitivo temible, cubierto de apariencias falaces de progreso”), siempre dentro de una línea inconformista frente a todo tipo de poder arbitrario, coercitivo y anti-liberal.

Por todo lo anterior, siempre que hablemos de libertad y desigualdad, recordemos el trabajo de Marañón. Los argumentos económicos no deben ser nuestra única herramienta: la defensa de un gobierno limitado y una sociedad abierta comienza por fundamentos morales como los expuestos por Gregorio Marañón.

La conversación sigue en Twitter: #LET (Liberales en Twitter).

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comentarios
1 ANONIMUS, día

Interesante aportación. Una vez más, gracias

2 LibLu, día

Excelente!

3 antonio, día

Veo la foto de Marañón con sombrero y he recordado una anécdota en que dicha prenda tuvo merecido y noble protagonismo Andaba Marañón huído en París, "errante" de la República y la guerra cuando fue a dar con la ocupación nazi que al poco implantó las leyes raciales contra los judíos. Así, de la noche a la mañana siguiendo la práctica vigente en Alemania, se obligó a los judíos a llevar bien visible la estrella de David que advirtiese en todo momento de su indeseable condición. Molestó a nuestro liberal médico tal atropello y no dudaba en exteriorizarlo en cuantas ocasiones se le presentaba descubriéndose al paso de todo judío a su lado. Más de una vez se le reprendió por significarse de tal modo, pero no hubo forma de que desistiera. Despojarse del sombrero al coincidir con cualquier judío señalado por la estrella de David era su particular forma de mostrarle el respeto de que lo hacía acreedor esa "errante" condición que los nazis querían exterminar

4 laissez faire, día

Todos tus post, me habian impresionado, pero este es de una excelencia total. Una frase de Gregorio Marañón dice "la capacidad de entusiasmo es signo de salud espiritual", continua con este entusiasmo, con el que nos iluminas en todos tus comentarios. Bravo.

5 Diego Sánchez de la Cruz, día

Muchas gracias por compartir esa anécdota, Antonio. Un cordial saludo.

6 Diego Sánchez de la Cruz, día

Le agradezco mucho su entusiasmo y su participación en este pequeño rincón. Un cordial saludo.

7 Diego Sánchez de la Cruz, día

Le agradezco su participación. Un cordial saludo.

8 Diego Sánchez de la Cruz, día

Muchas gracias por su interés. Un fuerte abrazo.

9 Marqués, día

Efectivamente el liberalismo tiende muchas veces a realizar un reduccionismo que le hace ser excesivamente economicista, olvidando otras parcelas más importantes de la libertad humana. Sin embargo creo que dicho reduccionismo no es un defecto ya que ,desde mi punto de vista, no hay mejor indicador de la libertad en una sociedad que el respeto a la propiedad privada (entendida en toda la amplitud del término), a sus usos y a la libertad de acuerdos voluntarios entre personas. Al fin y al cabo, si se respeta la propiedad privada y el libre uso de cada cual de la misma, es muy difícil que la libertad personal sea conculcada en otros ámbitos. En última instancia, y generalizando mucho, casi todas las negaciones de libertad pueden resumirse en violaciones a la propiedad privada y a sus usos. Los impuestos y la inflación no dejan de ser atentados (en diversos grados) contra la propiedad. No dejar fumar en un bar, no dejar dar determinados sermones religiosos, regulaciones específicas para abrir negocios (estancos o farmacias), no dejar edificar escuelas, corralitos bancarios, etc… son coacciones a la libertad de usos de la propiedad. En resumen que hablar de libertad económica significa, en mi opinión, hablar de la libertad en su sentido más amplio. Hablar de libertad de enseñanza, de imprenta o religiosa, se circunscribe a esos temas (importantisimos) en particular.

10 Diego Sánchez de la Cruz, día

Efectivamente, la propiedad privada y su dimensión económica son centrales para la libertad. Creo que es importante entender su defensa como un compromiso integral, que no puede dividirse por parcelas. Muchas gracias por su participación. Un cordial saludo.

11 fran, día

Creo que estoy poniendome al dia...