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Diego Sánchez de la Cruz

El billonario liberal

Peter Thiel nació en 1967 en la ciudad de Frankfurt, pero creció en una pequeña localidad de California. Maestro del ajedrez durante sus años de universitario, su interés por el pensamiento libertario comenzó a traducirse en acciones concretas durante su paso por la Universidad de Stanford. Mientras estudiaba Filosofía en Palo Alto, fundó The Stanford Review, un periódico universitario de orientación libertaria que sigue publicándose en la actualidad.

Después de obtener un Doctorado en Leyes, Thiel se adentró en el negocio de los fondos de inversión. Primero lo hizo de la mano del Grupo Credit Suisse, aunque desde 1996 se lanzó en solitario como fundador de Thiel Capital Management. Estas experiencias le ayudaron enormemente a la hora de lanzar una pequeña start-up tecnológica que acabó siendo vendida por 1,500 millones de dólares. Hablo, por supuesto, de PayPal, una herramienta clave para las transferencias económicas en la red.

Su siguiente destino fue la fundación de su propio “hedge fund”, Clarium Capital. Con este fondo de inversión, Thiel consiguió el aplauso y el reconocimiento del mundo del “trading”, aunque ya por entonces advirtió al sector que la barra libre de crédito de la FED estaba convirtiendo la burbuja de las “punto com” en una burbuja aún mayor, basada ahora en la construcción y articulada mediante una ingeniería financiera cada vez más separada de la economía real.

Nuestro protagonista empezó a desarrollar entonces su faceta como “inversor ángel” (“business angel”) apoyando los proyectos empresariales de nuevas firmas tecnológicas que han acabado convirtiéndose en compañías gigantescas. Gracias a la participación de Thiel, proyectos como Facebook, LinkedIn o Yammer acabaron convirtiéndose en herramientas fundamentales para millones de personas.

La curiosidad intelectual de Peter Thiel le ha convertido en un personaje de referencia para el Wall Street Journal o Forbes, publicaciones para las que escribe regularmente. Adicionalmente, Thiel produjo la película “Gracias por fumar”, que obtuvo un buen reconocimiento por parte de la crítica y recaudó $40 millones de dólares con un presupuesto de apenas $10 millones.

Thiel comenzó a acercarse al pensamiento libertario después de leer el “Archipiélago Gulag” de Solzhenitsyn y el “Señor de los Anillos” de Tolkien. El primer libro le expuso a los horrores del comunismo, mientras que el segundo le indujo a desconfiar del poder. También su propia vida le ha enseñado la importancia de la libertad: Thiel es homosexual, por lo que tiene sentido que defienda una doctrina de tolerancia social y aceptación de las características y elecciones individuales.

Al hilo de estas convicciones, Thiel ha financiado algunos proyectos interesantes. El más llamativo es el Seasteding Institute, que dirige Patri Friedman (nieto de Milton e hijo de David). Esta organización promueve la creación de islas artificiales que sirvan para el desarrollo de micronaciones libertarias. Otro proyecto digno de mención es su interesante programa de becas, que apoya y financia a aquellos jóvenes que quieren dejar aparcados sus estudios universitarios y probar suerte con su propio proyecto de negocio. En su primer año de trabajo, el programa recibió más de 400 propuestas desde todos los países del mundo.

Desde su residencia en San Francisco, Thiel se mantiene muy activo en la esfera intelectual del liberalismo estadounidense. Cercano al Pacific Research Institute y al Instituto CATO, su compromiso con la candidatura presidencial de Ron Paul le ha llevado a donar varios millones de dólares a un comité de apoyo a la campaña del congresista texano, esfuerzo que ha ayudado enormememente a una campaña que ha amplificado el alcance del mensaje liberal a lo largo y ancho del país del tío Sam.

A la hora de emitir opiniones políticas, Thiel nunca ha sido tímido. En un reciente ensayo de la Hoover Institution defendió la abolición del Fondo Monetario Internacional, y en un artículo publicado por el Instituto CATO cuestionó la compatibilidad entre la democracia y la libertad.

En definitiva, no hablamos de un empresario cualquiera. Thiel no está en el mercado para privatizar ganancias y socializar pérdidas. Tampoco lo está para pedir que se limite la competencia y se intervenga el comercio. Su día a día es un esfuerzo continuo por la excelencia en muy diversos campos. No dejen de seguir muy de cerca su trabajo.

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