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Diego Sánchez de la Cruz

Sobre el 1% más rico de España

Partamos del supuesto según el cual la desigualdad de renta es un problema (algo con lo que no estoy de acuerdo, como expliqué aquí o aquí). La gráfica siguiente nos muestra que esta variable, medida en el coeficiente Gini, ha ido reduciendo su peso en los últimos veinte años: se disparó en los últimos años de Felipe González (1990-1996), se redujo sostenidamente en los años de José María Aznar (1996-2003) y, finalmente, cayó más en los años de la “burbuja” (2004-2007) pero volvió a repuntar desde el “pinchazo” (a partir de 2008), en ambos casos bajo el gobierno de Rodríguez Zapatero.

Es llamativo que el “techo” de la desigualdad alcanzado en los 90 no se compara con el apreciado para esta crisis. Por otro lado, también llama la atención que, pese a la crisis, la riqueza media de la sociedad española haya crecido de forma casi ininterrumpida en todo el periodo analizado. De hecho, la crisis actual frena el avance del PIB per cápita pero, en cierto modo, esto supone una corrección de los excesos dignos de los años de la “burbuja”.

Kiko Llaneras habla en la revista Jotdown del 1% más rico de nuestro país, un colectivo de unas 370.000 personas. Su renta media dista mucho de ser millonaria: hablamos de 153.000 euros anuales. El gran problema estriba en lo bajos que son los salarios en España (17.400 euros de renta media).

En gran medida, los altos impuestos y la ausencia de flexibilidad laboral explican estos números tan discretos:

- Por un lado, el trabajador medio pierde el 42% de su sueldo en IRPF y cotizaciones sociales. A eso se unen impuestos varios, entre los que destaca el IVA. Se calcula que el español tipo trabaja la mitad del año para Hacienda y la mitad para sí mismo, lo que supone desembolsar más de 8.600 euros al año para el fisco.

- Por otro lado, el alto coste de contratación/despido presiona a la baja los salarios. A esto se une la rigidez laboral característica de nuestro país. Un ejemplo de lo que esto supone en términos de riqueza lo tenemos comparándonos con economías europeas sin salario mínimo: pagan, de media, 1.000 euros más al mes; su sueldo medio es un 65% superior al de España; el paro ronda el 7%, un 75% menos que en España…

Llaneras aporta una interesante tabla en la que compara las rentas medias con las del 1% más rico. Señala también los sueldos del 5% y el 10% más acaudalado. En estos tres niveles de rentas altas vemos que la remuneración ha caído notablemente desde el pico alcanzado en 2006. Por el contrario, la renta media se mantiene relativamente estable. Por tanto, los ricos no son más ricos gracias a la crisis, al contrario de lo que suelen afirmar numerosos propagandistas anti-mercado.

Algo que no explica el artículo de Llaneras es la inversión, el ahorro y el consumo que impulsan estas personas. Tampoco se trata el esfuerzo fiscal que hacen estos contribuyentes de mayores ingresos:

- Del 20% más rico (ingresos de más de 33.000 euros) se recauda el 60% del total obtenido por IRPF. El 80% de la población aporta el 40% restante.

- Si subimos al umbral del 10% más rico, vemos que dicho grupo genera el 42% de la recaudación por IRPF.

- El 5% más rico aporta el 30% de los ingresos totales por dicho tributo. Por último, el 1% entrega al fisco el 16% del total recaudado.

- A esto se le suman los impuestos que pagan las personas de mayores ingresos por otros conceptos: por ejemplo, el Impuesto de Patrimonio.

Tampoco es cierto que España sea un país en el cual el 1% más rico es especialmente pudiente. Según Llaneras, acumulan el 8,2% de la renta nacional frente al 17,5% de EEUU, el 11% de los suizos, el 10,5% de los irlandeses, el 9,7% de los italianos, el 8,8% de los franceses…

En países teóricamente más “igualitarios”, como Noruega o Suecia, este porcentaje oscila entre el 8% y el 7%. Es por eso que el artículo de Jotdown admite que “reducir los ingresos de los 1% no parece por lo tanto un asunto prioritario”, si bien resulta inquietante que se hable de mayor o menor “prioridad” a la hora de decidir qué se hace con el dinero de los demás. De hecho, Llaneras señala que “los ingresos del 1% y del 0,01% son inmorales e injustos”, una valoración totalmente parcial y subjetiva que llama la atención a cualquiera que olvide nuestro supuesto de partida y se plantee hasta qué punto es malo que una persona se enriquezca en un contexto de mercado y competencia.

Es interesante, en cualquier caso, que Llaneras explica que el 1% “vuelve a ganar lo mismo que hace una década”. Su trabajo también subraya que buena parte de los ingresos de este grupo viene de las rentas del trabajo, mientras que las actividades de PYMEs o autónomos tienen tanto peso en el total como las rentas y ganancias de inversiones y acciones financieras.

Según el artículo de Jotdown, las “ganancias y rentas del capital suman el 23% sin que podamos precisar cuánto corresponde a rentistas y cuánto son ingresos complementarios de emprendedores y asalariados”. Esto va en relación con lo que señalan los informes de riqueza de Crédit Suisse o Barclays, en los que se subraya la importancia de las rentas del trabajo como principal fuente de riqueza, desmintiendo así que buena parte de estos grandes patrimonios sea “heredada”. En cualquier caso, tampoco queda claro qué tienen algunos contra la herencia de riqueza, ya que la inmensa mayoría de los españoles se esfuerza, con independencia de su nivel de ingresos, por dejarlo algo a sus generaciones más jóvenes.

Según Llaneras, “durante la “burbuja” emergió un tipo nuevo de 1% que no obtenían sus ingresos del trabajo, ni del emprendimiento, ni vivían de sus rentas, sino que hicieron el agosto con unas ganancias de capital excepcionales, seguramente vía compraventa inmobiliaria”. No le falta razón a Llaneras pero ¿cuál fue la causa? En esencia, el crédito barato y el rol de las ya quebradas cajas de ahorro: en ambos casos, la política infló esa “burbuja” y la aprovechó para multiplicar los ingresos del Estado hasta niveles insostenibles.

El artículo de Llaneras no parece identificar estos factores de forma clara. Por ejemplo, habla con acierto de la falta de competencia en numerosos sectores y también critica la banca pública. No obstante, habla incomprensiblemente de una “regulación urbanística laxa” y no escribeni una palabra de la política monetaria.

Haga click aquí para leer el artículo original.

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