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José Cavero

Por si las vacas

Los mercados, toda suerte de mercados, son sensibles como el dinero mismo que mueven o por el que son movidos. Tiemblan los mercados por la incertidumbre de si el Despacho Oval será ocupado, en enero, por Gore o por Bush. Tiemblan ante la decisión de Greenspan, ante los resultados de Microsoft, ante una reunión de la OPEP...

Pero algo parecido sucede en otros mercados más corrientes así como menos asesorados y especializados. Hemos comprobado estos días cómo la mera sospecha de que el vacuno español también pudiera verse afectado por la encefalopatía espongiforme –vacas locas, para entendernos fácilmente, y pronunciarlo de una vez– ha derrumbado el mercado de la carne española de vacuno, y hace subir los precios del cerdo o de los pollos, paralelamente. La venta del vacuno cae hasta un quince por ciento, víctima, únicamente, del contagio de la psicosis de terror francés. Y los precios de la tercera gallega llegan a reducirse en un veinte por ciento.

Es lo que tienen los mercados, que siempre hay quien gana lo que otros pierden. No basta con que se nos insista en que no se ha producido un solo caso de vaca loca en territorio español, y que no entran carnes ni francesas ni irlandesas... No basta. El ciudadano va un poco más allá de lo imprescindible en medidas de prevención cuando se trata de la propia salud o la de su familia.

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