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Alberto Recarte

3. Cavallo vuelve

Libertad Digital publica en tres entregas este artículo sobre la crisis argentina que aparecerá en el próximo número de"La Ilustración Liberal".

3. Cavallo vuelve

V El nombramiento de Domingo Cavallo
VI Las consecuencias de una posible devaluación

La última carta del presidente De la Rúa, arriesgada y falta de convicción, ha sido el nombramiento de Cavallo, una persona que es respetada profesionalmente por haber terminado con la hiperinflación, olvidando que es el principal responsable del estancamiento económico.

Como era de esperar, Cavallo no se ha atrevido a proponer la devaluación del peso, a pesar de que desde hace dos años afirmaba que ahora era necesaria. Su proyecto –“el plan de competitividad”– vuelve a ser el mismo de López Murphy: aumentar la recaudación y conseguir una delegación extraordinaria de poderes del Parlamento para modificar la legislación administrativa, laboral, fiscal y empresarial. Los otros cambios significativos son un aumento de las tarifas arancelarias a los países de Mercosur del 16 al 35%, un impuesto del 0,25% a las transacciones financieras con el que se pretende recaudar 6.000 millones de dólares y la prohibición de pagar en metálico por encima de los mil dólares, para intentar reducir la economía sumergida.

De hecho, su plan significa un aumento –que él supone temporal– del endeudamiento exterior para, una vez conseguida la recuperación económica, recobrar, vía mayor recaudación fiscal, el equilibrio y después lograr la disminución de la deuda. La sorpresa que ha provocado el nombramiento de Cavallo ha sido seguida de la esperanza en que las medidas de ajuste y los cambios legislativos que propone tengan éxito. No tiene mucho tiempo; a lo sumo unos cuantos meses. Y el baremo que se va a utilizar es el del tamaño del déficit fiscal, que, a su vez, dependerá de que la economía recupere el crecimiento; lo que sólo ocurrirá si los argentinos, ciudadanos y empresarios, se convencen de que el plan significará menores tipos de interés.


6. Las consecuencias de una posible devaluación

En mi opinión –ojalá que equivocada–, Argentina no tiene más remedio que devaluar, permitiendo la libre fluctuación de su moneda y afrontar las consecuencias de la crisis larvada que padece. Las consecuencias serán duras y complicadas, porque la mayoría de los créditos internacionales, y de los internos, se han hecho en dólares, con lo que los nominales, en pesos, de los grandes y pequeños deudores crecerán espectacularmente –en la misma proporción en que se devalúe. El siguiente paso será la suspensión de pagos a nivel internacional, porque el aumento de los principales de las deudas hará imposible su repago en los plazo previstos, por lo que serán obligados acuerdos institucionales, y en el seno del Club de París, para reestructurar la deuda pública y bancaria y hacer, en su caso, una quita. A nivel interno se sucederán las suspensiones de pagos de las empresas y de muchos particulares, endeudados en dólares. Cada empresa y cada particular tendrá que negociar su situación.

Al final del proceso, se verán afectados los bancos, pues su cartera crediticia interna sufrirá indefectiblemente. Y una crisis bancaria es siempre la más grave de las situaciones. Sus efectos se dejarán sentir en Latinoamérica, en Japón, en otros países emergentes y, por supuesto, en España. El resto de las empresas, en particular el de aquellas que operan en la economía real y no están excesivamente endeudadas, como Telefónica, Repsol-YPF o Endesa, no deberían sufrir demasiado y lo que pueden perder en capitalización en dólares podrían ganarlo en ingresos por mayor actividad, si la economía se recupera con rapidez.

Naturalmente, lo más sencillo es el acto de devaluar. Lo auténticamente complicado es tomar las medidas de acompañamiento para evitar que la devaluación se transforme en inflación y en una nueva devaluación. Sin embargo, la situación en Argentina es tan extrema que es difícil imaginar, después de la devaluación, una política monetaria más estricta que la actual, que sería el primer condicionamiento para que la devaluación tuviera éxito. El resto de las condiciones tiene que ver con la presión fiscal, el déficit público y las medidas de liberalización de todos los mercados; en definitiva, con la adopción de decisiones políticas tan difíciles de adoptar ahora como en el pasado inmediato.

No es cierto que las devaluaciones efectuadas cumpliendo todos los requisitos teóricos no funcionen. Los ejemplos más llamativos de los últimos años han sido los casos de España en el período 92-95 y el de Brasil en el año 98. La economía española se ha recuperado, tras cuatro devaluaciones y tras soportar un 25% de desempleo, sobre la base de una política monetaria estricta y una decidida política de privatizaciones y liberalizaciones y de descenso del gasto público. La brasileña mantiene un buen ritmo de crecimiento, mientras lucha con el gasto, el déficit público y la inflación, que descienden, aunque a un ritmo menor del acordado con el FMI.

La economía española no debe perder de vista la secuencia de hechos que sacuden a Argentina, porque la entrada en la moneda única europea reproduce, aunque en otras condiciones –con equilibrio fiscal, descenso del gasto público, comercio concentrado en la zona euro, privatizaciones y liberalizaciones– el esquema argentino de primero fijar el tipo de cambio y después ajustar las otras variables.

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