Libertad Digital El derecho a trabajar durante la huelga general del 20-J ya tiene quien lo impida. Por la fuerza y usando la violencia si es necesario. Un equipo de los servicios de Onda Cero ha llamado por teléfono a una central sindical del sur de Madrid para enterarse de cómo podían colaborar con los piquetes informativos. La costumbre y la impunidad se han reflejado en la tremenda sinceridad de quien contestó a la llamada para informar.
Estas fueron sus palabras: “Nosotros vamos a ir por los polígonos, piquetes grandes, y vamos a ir por las buenas, pero si hay que ir por las malas, pues oye... es que nos jugamos mucho (...) Por ejemplo, los bancos y todas esas cosas, tenemos que hacer que no abran, ¿cómo lo hacemos? Pues mira, llevando un poquito de “loctite” (marca de pegamento) y un clavito. Se le mete en la cerradura y al día siguiente pues no entran a trabajar, porque a esa gente tiene que ser así si no, no les haces parar. En lo polígonos y donde veamos que no hay eso (intención) de parar, pues haremos una cosa similar. Luego, los autobuses, pues tendremos que intentar cuando salgan de las cocheras pararles y pincharles una rueda para que no anden (...)”.
Y los sindicatos niegan que pueda existir coacción. Oficialmente los piquetes son informativos. Es decir, explican a los trabajadores las razones por las que, a su juicio, hay que secundar la huelga. En teoría si no transigen, debería poder seguir trabajando. Es su derecho. Pero nunca ha sido así y en cualquier huelga o movilización, ya sea sectorial o general, siempre hay coacción, violencia y hasta heridos, como en la última huelga de autobuses en la que se rompieron decenas de lunas de los vehículos provocando lesiones graves a pasajeros.
Que los piquetes informativos ejercen coacción no es novedad. Esta vez, a la evidencia se suma un testimonio que lo avala. Están organizados. Admiten a cualquiera con ganas de destrozar y lo único de “informativos” que tienen es su labor para explicar a los militantes cómo se pincha la rueda de un autobús o cómo se inutiliza una cerradura.
Estas fueron sus palabras: “Nosotros vamos a ir por los polígonos, piquetes grandes, y vamos a ir por las buenas, pero si hay que ir por las malas, pues oye... es que nos jugamos mucho (...) Por ejemplo, los bancos y todas esas cosas, tenemos que hacer que no abran, ¿cómo lo hacemos? Pues mira, llevando un poquito de “loctite” (marca de pegamento) y un clavito. Se le mete en la cerradura y al día siguiente pues no entran a trabajar, porque a esa gente tiene que ser así si no, no les haces parar. En lo polígonos y donde veamos que no hay eso (intención) de parar, pues haremos una cosa similar. Luego, los autobuses, pues tendremos que intentar cuando salgan de las cocheras pararles y pincharles una rueda para que no anden (...)”.
Y los sindicatos niegan que pueda existir coacción. Oficialmente los piquetes son informativos. Es decir, explican a los trabajadores las razones por las que, a su juicio, hay que secundar la huelga. En teoría si no transigen, debería poder seguir trabajando. Es su derecho. Pero nunca ha sido así y en cualquier huelga o movilización, ya sea sectorial o general, siempre hay coacción, violencia y hasta heridos, como en la última huelga de autobuses en la que se rompieron decenas de lunas de los vehículos provocando lesiones graves a pasajeros.
Que los piquetes informativos ejercen coacción no es novedad. Esta vez, a la evidencia se suma un testimonio que lo avala. Están organizados. Admiten a cualquiera con ganas de destrozar y lo único de “informativos” que tienen es su labor para explicar a los militantes cómo se pincha la rueda de un autobús o cómo se inutiliza una cerradura.