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Alberto Recarte

¿Dónde está la economía española?

El crecimiento confirmado del 2% en el segundo trimestre de este año, junto con las razones que explican ese aumento –que después analizaremos– , reafirman lo que se veía venir: la desaceleración de la economía para el conjunto del año. Los datos permiten, incluso, pronosticar que el crecimiento global del año estará por debajo del 2%, aunque no demasiado.

En el segundo trimestre todos los datos son llamativos: la caída en el crecimiento del consumo –la mayor tasa de decrecimiento desde hace muchos años–, la falta de inversión en bienes de equipo y la caída de las importaciones, que contablemente permite compensar la del consumo, pero que augura todavía menor crecimiento en el futuro.

La evolución de las importaciones ha sido tradicionalmente uno de los indicadores adelantados de evolución económica más fiables. En principio, cuando se produce una aceleración del crecimiento, lo primero que suben son las importaciones. En la actualidad, en el caso de España, está cayendo incluso en cifras absolutas. Un dato muy malo, que augura menor crecimiento. Con un matiz muy importante, nuestras estadísticas de comercio y demás transacciones con el exterior son cada vez menos precisas, como consecuencia de la liberalización económica en el área euro y de la introducción de la moneda única. En este momento no podemos estar seguros ya –y cada vez lo estaremos menos en el futuro– de cuáles son nuestras transacciones con los países de la Unión Europea y especialmente con los del área euro. Nuestra situación se encamina, en este sentido, a la de Cataluña, o cualquier comunidad autónoma, dentro de España, donde es imposible hacer una balanza de pagos.

Al margen de esta dificultad, y en el supuesto de que las cifras de balanza de pagos sean correctas, la caída de las importaciones es un dato negativo para el crecimiento. Pero, quizá, lo más llamativo de la situación es la caída de la inversión en bienes de equipo –que creo persistirá en un futuro próximo– y el aumento simultáneo del empleo.

En efecto, la novedad es que la economía española continúa creando una cantidad considerable de empleo a pesar de crecer en estos momentos por debajo del 2 %. Durante muchos años, entre 1985 y 1996, el tiempo político del PSOE, era un axioma que la economía española sólo creaba empleo cuando crecía por encima del 3%. Hoy lo hace por debajo del 2%. En los años del socialismo, el temor a las políticas intervencionistas y a los déficits públicos se tradujeron en que, cuando las empresas necesitaban aumentar la producción invertían en nuevos equipos y mantenían o reducían la mano de obra. En estos momentos, el considerable crecimiento del 2% se está atendiendo sólo con aumento de la mano de obra y poca inversión en nuevos equipos.

Al margen de las modificaciones en el mercado de trabajo, que han abaratado el coste del despido y reducido sustancialmente los pagos a la seguridad social para determinados colectivos y durante ciertos periodos, la otra razón que justifica esa conducta es el enorme esfuerzo inversor del periodo 1995-2000, que permite atender el aumento de la producción sin necesidad de nuevas inversiones. Sobra capacidad.

En resumen, una situación económica de cierta debilidad –enorme fortaleza en relación con lo que ocurre en la inmensa mayoría de los países desarrollados y no desarrollados– y con el temor a la subida del precio del petróleo, sobre todo en caso de guerra con Irak, no se traduce en una catástrofe social, porque el mercado de trabajo se ha ido flexibilizando, porque los costes no salariales han disminuido, porque hay menos desconfianza hacia el Gobierno y porque la situación de equilibrio fiscal permite a éste último hacer política económica en 2002 y para 2003.

Este tema, la política económica y el crecimiento previsible para 2003 lo analizaremos en un próximo artículo.

En Libre Mercado

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