Justicia, puestos de trabajo, los hijos y el medio ambiente son algunas de las razones que dan los globalifóbicos aquí en Cancún para manifestarse día tras día y lanzarse contra las barricadas policiales. Por eso gritan y marchan, pero ni siquiera los ministros de los países pobres que asisten a la conferencia de la Organización Mundial del Comercio les prestan atención. Estas protestas durante las cumbres son dramas callejeros que perturban las actividades normales del lugar, pero se trata sólo de producciones teatrales para beneficio de los medios de comunicación.
Los activistas se entusiasmaron con su éxito aparente de hace cuatro años, durante la conferencia ministerial de la OMC, en Seattle. Pero ese éxito fue sólo aparente. La conferencia fracasó no porque los activistas lograron bloquear temporalmente el ingreso al centro de convenciones, sino porque los ministros estaban muy lejos de lograr un acuerdo respecto al curso de las negociaciones. Sin embargo, en cada cumbre de este tipo podemos esperar a decenas de miles de manifestantes. Y eso lo agradecemos los periodistas porque la verdad es que por más importantes que sean estas negociaciones internacionales, siguen siendo extraordinariamente fastidiosas.
Los manifestantes son noticia. Expresan mensajes fáciles de comprender, abundan los carteles de colores y los jóvenes fotogénicos, mientras que las divergencias parecen simples. Pero ahora los miembros más listos de las ONG hacen sus manifestaciones en los salones de prensa, de manera que los periodistas no tengan ni que levantar la cabeza de sus computadoras para elaborar las “noticias”. Y los activistas saben que las cámaras de televisión logran que un par de docenas de manifestantes parezcan toda una multitud.
Ahora las grandes conferencias internacionales, como las reuniones del G-8 y la Cumbre de Desarrollo Sostenible del año pasado en Johannesburgo, se llevan a cabo detrás de barricadas policiales. El gobierno mexicano desplazó en Cancún cañones antiaéreos y hasta barcos de guerra. Ante tal grado de seguridad, las protestas son callejeras. Este domingo, por ejemplo, unos 1.500 manifestantes marcharon al kilómetro cero, la entrada a la zona hotelera. Durante horas merodearon frente a las altas cercas metálicas instaladas por la policía, cantando y mostrando sus banderolas.
Tras la barricada, los policías sonrientes seguían el ritmo de la música con un cierto zapateo. De repente se paró el canto de los manifestantes y los policías de inmediato se pusieron serios y levantaron sus escudos. Unos segundos después les lanzaron toda una descarga de huevos.
A eso de la 1 de la tarde, un grupo de estudiantes que parecían europeos se montaron sobre la barricada metálica para amarrar unas cuerdas y los fotógrafos se acercaron para fotografiarlos. Luego, gritando, lograron derrumbar parte del cercado y la policía corrió a impedirles el paso. Los pocos que lograron traspasar la barrera fueron arrestados y otros resultaron heridos. Para las 3:30 p.m. todo estaba tranquilo y las barricadas fueron abiertas para permitir el tráfico normal de automóviles.
La verdad es que si los globalifóbicos creen que la política es el camino para crear empleos y lograr justicia, deben quedarse en casa y utilizar su energía en hacer campaña para elegir a líderes que voten en las Cumbres como ellos quieren. Aquí en Cancún han estado perdiendo el tiempo.
Ronald Bailey es corresponsal de la agencia © AIPE en Cancún.
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