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La crisis actual más importante de la Unión Europea no es el rechazo de los suecos a integrarse en el euro, sino las acciones del gobierno francés dando crédito directo a Alstom y asegurando a los bancos acreedores que el Estado francés garantizará la supervivencia de la empresa y no permitirá su suspensión de pagos. Este comportamiento confirma el descaro del gobierno francés, acentuado, incluso, tras las ayudas públicas a France Telecom y a Bull, y tras afirmar repetidamente que no está dispuesto a cumplir el Pacto de Estabilidad, digan lo que digan los acuerdos internacionales.

Las ayudas públicas a empresas que, aunque han disminuido en la Unión Europea, todavía alcanzan más de 30.000 millones de euros anuales, significan la ruptura del mercado único, que es su auténtica columna vertebral; mucho más que el euro, el cual, aunque importante, no es fundamental para garantizar la libertad de movimientos de bienes, servicios, capitales y personas y la competencia leal entre todas la empresas miembros de la Unión Europea.

El Comisario Monti parece dispuesto a hacer frente al desafío francés, aunque le dejen solo incluso gobiernos como el español que, en declaraciones de Álvarez Cascos, justificaba las ayudas a Alstom: es de suponer que por el temor a que un cese de actividades de la empresa atrase, aún más, la entrada en funcionamiento del AVE que, por cierto, no es responsabilidad suya, sino de Rafael Arias Salgado, bajo cuyo mandato se decidieron la tecnología, los plazos y las empresas adjudicatarias.

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