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Manuel Ayau

Leyes laborales contra los trabajadores

Hace poco oí por radio una entrevista hecha en Inglaterra a una joven francesa. Le preguntaron por qué no trabajaba en Francia y respondió que allá no hay trabajo y menos para gente joven. En seguida le preguntaron si había muchos franceses trabajando en Londres y respondió que sí, unos 40 mil. Entonces el entrevistador le pregunto por qué en su país no hay trabajo y en Londres sí. Sin titubear, contestó: "donde es fácil despedir es fácil contratar". El actual desempleo en Francia es el doble que en Inglaterra y la diferencia se debe a la legislación laboral francesa que supuestamente redactada para ayudar a sus trabajadores termina por causar su fuga a mejores horizontes. Esto nos recuerda a tantos latinoamericanos que escapan a EEUU donde "es fácil contratar porque es fácil despedir": no hay ley de indemnización por despidos. En Alemania, para disminuir el desempleo y aumentar su productividad, están "flexibilizando" la legislación laboral. Flexibilización significa facilitar los despidos. El presidente de Italia, Silvio Berlusconi, ha dicho que "en Italia es más fácil divorciarte de tu esposa que despedir a un empleado".
 
Parece que para algunos es difícil comprender que lo único que crea empleo y que aumenta los salarios es el aumento de la demanda por mano de obra. No hay otra forma. Por ello las disposiciones tutelares de los códigos (propagadas por la OIT) solamente han resultado en bajos salarios y poca demanda debido a lo complicado, oneroso y riesgoso de establecer empresas y ofrecer empleos. Las leyes que han eliminado la libre asociación entre trabajadores y patronos han tenido como consecuencia aumentar la pobreza y el desempleo porque no se puede obligar a nadie a contratar trabajadores ni a fundar o ampliar las operaciones de una empresa. La ley no crea empleos y mucho menos aumenta la competencia en atraer y conservar trabajadores. Buena parte de la pobreza en América Latina se debe a la cantidad de empresas ahuyentadas que no se ven ni se pueden contar. Eso también explica el aumento de la economía informal.
 
La iniciativa de modificar el Código de Trabajo en Guatemala a tres meses de un cambio de gobierno no ha sido bien recibida ni por los sindicatos, ni por el sector patronal. Si el Congreso pretendiera democráticamente respetar la opinión del pueblo, archivaría el proyecto. No es sabio pretender legislar todo lo habido y por haber, pues son muchas las consecuencias imposibles de prever que producen efectos no intencionados, como por ejemplo el hecho de que los trabajadores pierden su poder de negociación debido a la existencia de la indemnización. ¿Quién reparó en eso cuando redactó la ley?
 
Prohibir que trabajen menores de 14 años es muy loable, pero desde el punto de vista humanitario es peor prohibírselos cuando no tienen quien provea por ellos y su única oportunidad de sostenerse honradamente es trabajando como ayudantes o aprendices, haciendo mandados o cualquier otra ocupación propia de su edad. ¿Qué les queda a esos muchachos? O convertirse en payasito de esquina, trabajar en la economía informal (fuera de la ley) o mendigar. Si bien es una tragedia que tengan que trabajar, especialmente en el campo ayudando a sus padres a subsistir, la alternativa es peor. Vivimos en un mundo imperfecto y la única opción que tenemos es optar por la menos imperfecta.
 
Los niños no trabajan porque les gusta ni faltan a la escuela porque quieren ser ignorantes, sino debido a la pobreza de sus padres y por lo tanto el remedio es auspiciar la creación de más y mejores oportunidades de trabajo para todos.
 
© AIPE
 
Manuel Ayau es ingeniero y empresario guatemalteco, fundador de la Universidad Francisco Marroquín, y ex presidente de la Sociedad Mont Pelerin.

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