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Manuel Ayau

El empresario y la pobreza

No es fácil aprender cómo funciona el mercado y, afortunadamente, no es necesario entenderlo para que funcione bien. Prueba de ello es que ha existido desde tiempo inmemorial sin que la gente lo comprendiera.

¿Cuánto dinero se ha gastado en campañas electorales apoyando a uno u otro candidato con la esperanza de que solucione los grandes problemas de nuestro país? Pero, ¿qué se ha logrado?

Es muy común que empresarios acostumbrados a manejar sus compañías crean que la solución económica de la nación depende del candidato o del partido que gobierna, como si fuera una empresa cuyo éxito depende de la habilidad de quien la dirige. Lamentablemente es un error muy generalizado preferir "gobiernos de hombres" en vez de "gobiernos de Derecho", donde la legalidad y la imposición de leyes y reglamentos están sujetas a reglas generales, objetivas, justas, abstractas y nunca retroactivas, para así proteger la igualdad de todos ante la ley.

El mercado es muy diferente. Es el único sistema que puede sacar a un país de la pobreza y no es una organización jerárquica, dirigida como una empresa ni como un ejército, la iglesia, un banco o un Gobierno. Es un orden espontáneo en el que se respetan los derechos individuales. No se puede inventar ni planificar como tratan de hacerlo los socialistas con un inmenso coste social. El mercado es producto de la acción humana, pero no del diseño humano. Es como el lenguaje o el dinero: nadie los inventó. No es fácil aprender cómo funciona y, afortunadamente, no es necesario entenderlo para que funcione bien. Prueba de ello es que ha existido desde tiempo inmemorial sin que la gente lo comprendiera; al igual que el dinero que todos usamos sin necesidad de saber sobre teoría monetaria ni sobre la teoría de los precios.

Tratar de dirigir un orden espontáneo es una contradicción. Espontáneo no quiere decir desordenado, sino que no es ordenado a discreción de los funcionarios, sino por reglas de conducta previamente establecidas, como en un deporte que mientras se respetan las reglas todos pueden jugar libremente. En el deporte hay ganadores y perdedores, pero en el mercado todos son ganadores porque como las reglas prohíben la coerción, violencia y fraude, los intercambios ocurren sólo cuando benefician a ambos: al comprador y al vendedor; de no ser así, la operación no se lleva a cabo.

Si queremos que todos nuestros compatriotas prosperen en paz y que los políticos tengan éxito es necesario reconocer que el único sistema social que ha sido enriquecedor en la historia es el ordenado por reglas que protegen los iguales derechos de todos, al margen de toda ideología. Los países que no respetan los derechos individuales son y seguirán siendo atrasados y pobres.

En Libre Mercado

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