La política económica socialista quiere presentarse a sí misma como mejor. Es difícil darle un sentido definido y no risible a eso de “mejor”. Parece que la palabra mágica es “no dogmática”, y le dan contenido arremetiendo contra el equilibrio presupuestario. Para no aterrar al personal (ya tendremos tiempo de eso) hablan de equilibrio presupuestario a lo largo del ciclo, que es una especie de equilibrio presupuestario “inteligente”.
La verdad es que esas tonterías fueron identificadas como tales hace ya más de cuarenta años, cuando se vio claro que la quimera era una puerta abierta al descontrol de los políticos. ¿De qué ciclo hablamos? ¿De un ciclo Kitchin de stocks de tres años, de un ciclo Juglar de inversión de siete años, de uno tipo Kuznets de construcción de 25 años o de uno tipo Kondratieff de 50 o más años? ¿Sobre qué período tenemos que calcular la media para hallar un déficit cero?
Además, mucho me temo que el déficit puede hacer acto de presencia muy pronto, en plena fase de crecimiento como la actual ¿Para tener presupuestos con superávit cuando la economía española se estanque o entre en una fuerte recesión? Se supone que la teoría dice justo lo contrario: compensar los déficit en las fases recesivas con superávits en las expansivas. Pero lo que diga la teoría importa poco, porque, por si fuera poco, el caso de Francia y Alemania demuestra que es mejor no hacerle mucho caso: a pesar de los déficits, o gracias a ellos, esos dos países están cada día más enterrados en la recesión.
Después de todo es posible que todo forme parte de un plan, y el PSOE se proponga incurrir en fuertes déficits, hacernos entrar en una buena recesión, provocar una fuerte caída del empleo y ver así aumentada la productividad, que al parecer es la clave del programa económico del partido que ha ganado las elecciones. Desde luego tiene el sello de Solchaga, que se quedó en su día con las ganas de rematar la faena. Esperemos que esta vez Solbes apague el fuego mucho antes de que huela a quemado.