Es evidente que nuestra primera negociación en la Unión Europea fue un tremendo fracaso del que todavía se están riendo en Bruselas y, sobre todo, en casa de nuestros nuevos aliados franceses y alemanes. Me refiero a la reforma de los mercados del aceite, tabaco y algodón.
Del resultado de esas negociaciones se pueden sacar varias conclusiones: la primera, el peligro de las primeras reacciones instintivas de Zapatero, en la medida en que revelan lo que de verdad siente, pues a bote pronto lo que declaró es que no importaba la decisión europea, porque nadie iba a resultar perjudicado y porque lo que se perdiera en fondos agrícolas europeos lo compensaría el gobierno español. Un sobrecogedor contraste con Aznar, que siempre peleó por maximizar los fondos europeos para España y controló, con bastante rigor, el gasto público. La segunda, que todos criticamos a nuestra ministra de Agricultura sin entrar en el fondo de la cuestión, quizá confundiendo patriotismo con intervencionismo proteccionista. Y es que una cosa es defender los intereses españoles y otra defender un sistema viciado.
La reforma de los tres cultivos, desligando parcialmente la subvención de la producción, es racional y positiva para los consumidores y para los agricultores de los países más atrasados, que tendrán ocasión, de esta forma, de penetrar en alguno de esos mercados en la Unión Europea, lo que constituye la más sólida de las ayudas al desarrollo. El sistema aprobado se parece, con todos los matices que se quiera, al existente que subvenciona a los mineros que trabajan el carbón en la Unión Europea, pero sin dar incentivos a una mayor producción, lo que ha permitido comprar carbón mucho más barato y con un enorme ahorro para los consumidores de electricidad.
No tiene mucha lógica incentivar la producción de algodón y tabaco; ni, con muchos otros matices, la del aceite de oliva. La crítica a nuestra ministra de agricultura no debería basarse, por tanto, en el nuevo sistema de subvenciones, desligadas de la producción, sino en el fracaso en la lucha por el dinero que queremos recibir de Bruselas. En la Unión no se regala nada y aunque todavía seguimos recibiendo transferencias netas positivas, esa fuente de financiación se está terminando y con negociaciones como ésa el proceso se acelerará por encima de lo que todos habíamos pensado.