En una de sus últimas comparecencias antes de las elecciones en Estados Unidos, Alan Greenspan ha dibujado un panorama económico relativamente optimista. Afirma que el crecimiento seguirá siendo significativo –ahora es de alrededor del 3,5% anual–, incluso que la fortaleza de fondo es mayor que la de hace unos meses; despeja temores sobre la inflación, a pesar de la subida de los precios del petróleo; considera que la reducción de impuestos que presentó, y logró hacer aprobar, el presidente Bush ha sido muy positiva y que no hay por qué preocuparse por el equilibrio de la seguridad social, pues los fundamentos son suficientemente sólidos. Le preocupa el déficit público y avisa de que la Reserva Federal subirá, pero pausadamente, los tipos de interés.
En relación al déficit, conviene recordar que, a pesar de su enorme magnitud, su volumen significa el 3,6% del PIB, inferior al de Alemania, Francia o Italia, incluso con el descenso de impuestos y de la guerra de Irak. A Greenspan no le intimida el tamaño actual del déficit, sino la posibilidad de que se enquiste, como un dato permanente a la hora de diseñar la política económica a medio plazo. En lo que respecta a los tipos de interés y la inflación, su postura está igualmente llena de matices. Para empezar creo que no está de más recordar que la inflación es un fenómeno básicamente monetario, lo que quiere decir que depende del nivel de los tipos de interés y de la cantidad de dinero en circulación. Con unos tipos tan bajos, lo lógico habría sido una mayor inflación. Que ésta no se haya producido ha sido gracias a la globalización, que diluye, incluso en Estados Unidos, los efectos inflacionistas de esos bajos tipos de interés, al aumentar exponencialmente la oferta de bienes y servicios producidos fuera de Estados Unidos a precios sustancialmente más bajos que los interiores. Y, por eso, también merece la pena remachar que la simple subida de los precios del petróleo no se traduce automáticamente en subida general de precios, por pronunciada que ésta sea.
Más complejo es hacer predicciones sobre la evolución del empleo pues, a pesar del crecimiento, todavía quedan excesos importantes de capacidad productiva; sin perder de vista que la tasa de paro es del 5,6%, con una altísima tasa de actividad en todas las edades.