Menú
Martín Krause

Vaya odisea

puedo afirmar que la Argentina no va a contar con una clara división de poderes, con independencia de los mismos y con claras limitaciones a su ejercicio.

Con fundado terror recibí la pregunta a contestar: ¿cómo veo a la Argentina en el año 2010? Cuando uno apenas sabe si este país va a poder cerrar la renegociación de su deuda con los tenedores de bonos en un par de meses, si va a dejar caer las relaciones con el FMI, cuál va a ser en definitiva el destino del gasto presupuestario en el 2005, si la Corte Suprema va a opinar que existe o no existe el derecho de propiedad o si voy a ser secuestrado, ¿se me pide que opine sobre el 2010?
 
Empecemos por lo más seguro: supuestamente habrá un país, tal vez tengamos un gobierno, incluso uno que no haga tanto daño; se jugará al fútbol, el tango continuará en auge, la Patagonia y las mujeres argentinas seguirán siendo muy atractivas, mientras que los argentinos continuarán produciendo, aunque es imposible a esta altura decir cuánto de ello quedará en sus propias manos o pasará a manos del gobierno.
 
Entrando en un terreno más resbaladizo, es de esperar que para entonces los argentinos hayan completado el aprendizaje de ciertas lecciones básicas, lo cual plantea una perspectiva optimista: hemos aprendido la lección sobre los gobiernos militares y es muy poco probable que volvamos a tener uno, ni siquiera uno electo como Chávez en Venezuela; parece que hemos aprendido la lección sobre inflación y no estamos muy dispuestos a caer nuevamente en ella. Quizás hayamos completado el aprendizaje sobre la deuda pública; a la mayoría le encanta no pagarla, pero tengo la esperanza que tampoco le encante repetirla.
 
El año 2010 se ve como muy prometedor: estarán cerradas las heridas de la crisis, se habrán recuperado los niveles previos de actividad económica, se habrá reducido considerablemente tanto el desempleo como la pobreza extrema e incluso podríamos crecer por unos cinco años.
 
No obstante, preocupan seriamente las lecciones que no fueron aprendidas. La primera es la del populismo: la clase media urbana argentina se abrazó al nihilismo político del "que se vayan todos" y esto preocupó seriamente, por un tiempo, a la clase política, pero luego ese escepticismo fue arrasado por el abrazo ferviente de las clases populares y el empresariado local al populismo tradicional, vestido ahora con ropaje progresista. Como resultado de ello, no se ha instrumentado ninguna reforma política, el país sigue sujeto al caudillo paternalista de turno. ¿Quién ocupará ese lugar en el 2010? Imposible saberlo, pero puedo confirmar que habrá uno, no un conjunto de instituciones donde "gobiernen las leyes y no los hombres".
 
He aquí la segunda gran lección no aprendida, la de la importancia de contar con instituciones sólidas y fiables y, sobre todo, con limitaciones al poder. La prueba de que estas limitaciones no existen la brinda el actual presidente, quien con un pequeño porcentaje de apoyo electoral ha llegado a controlar todo el poder estatal y cuenta ya con un Parlamento condescendiente, con una Corte Suprema amiga y hasta con el directorio del Banco Central. En el 2010 habrá un presidente que querrá lo mismo, o lo habrá conseguido ya, no lo sé, pero puedo afirmar que la Argentina no va a contar con una clara división de poderes, con independencia de los mismos y con claras limitaciones a su ejercicio.
 
Esto último no se logrará porque hemos retrocedido en el campo de las ideas: los años 90 fueron el fracaso del mercado y no del despilfarro público y la bancarrota del endeudamiento; el país no debe estar abierto al mundo, a lo sumo a Brasil y a China, pero sólo para exportar, no para importar; el estado no está para proteger a los individuos sino para redistribuir sus ingresos y la Constitución es un papel que se aplica solamente cuando no hay alguna emergencia.
 
No es posible predecir cuánto avanzaremos en aprender de nuestras equivocaciones. Sólo hemos aprendido lecciones luego de alguna tremenda crisis: desaparecidos, hiperinflación, cesación de pagos. Ojalá que en el futuro no resulte el aprendizaje tan terriblemente costoso.
 
© AIPE
 
Martín Krause es Rector de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE)

En Libre Mercado

    0
    comentarios