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Alberto Recarte

El coste del maremoto

Es posible que, en términos económicos, haya sido el mayor desastre natural del que tenemos constancia

El maremoto de Indonesia no sólo ha causado más de 140.000 muertos. Es posible que, en términos económicos, haya sido el mayor desastre natural del que tenemos constancia.
 
En términos de pagos por parte de las compañías de seguros afectadas no va a ser así, porque al menos dos de los huracanes que han devastado las costas de Florida en los últimos años habrán sido más onerosos de lo que va a resultarles éste maremoto. Pero, se trataba, en esos casos, de daños a propiedades con un valor de mercado muy alto por su situación geográfica y porque una parte sustancial de las edificaciones y todo tipo de infraestructuras que sufrieron daños estaban aseguradas.
 
Los daños del maremoto han sido mucho mayores, han afectado a propiedades no aseguradas ni asegurables y, en muchos casos, no será posible volver a conseguir un flujo de rentas similar al de antes del maremoto en muchos años, porque la escasez de ahorro y la falta de solvencia de muchos de los afectados retrasarán la reconstrucción por tiempo indeterminado.
 
Es posible que el maremoto haya afectado a más de 6.000 km. de costas, teniendo en cuenta tanto las asiáticas como las africanas. Lo destruido son, en primer lugar, las instalaciones pesqueras: puertos, barcos y aparejos de todo el sector en los países afectados; un grupo humano, el de los pescadores, por definición, pobre, fuera de la economía de mercado en muchos casos, sin seguros, ni posibilidades de volver a conseguir el capital para la reconstrucción con facilidad. Los afectados pueden ser muchos millones de personas. Y no estamos teniendo en cuenta los daños a sus viviendas, que también se han producido.
 
El otro sector afectado es el turístico. Tanto el de lujo, con clientela internacional, como el nacional, de menor nivel de renta. En el caso de instalaciones turísticas de calidad es posible que sí existieran seguros, y será posible, y rápida, la reconstrucción. El turismo de ámbito puramente local o nacional tendrá muchas más dificultades.
 
Y será imposible hacer un cálculo de los daños en dólares, porque el bajo nivel de precios de esos países, que refleja lo limitado del mercado para muchos bienes y servicios, la extensión del trueque, y la intervención de muchos precios, se traduciría en un cálculo erróneo. Sería necesario calcularlos teniendo en cuenta el poder adquisitivo en cada zona, dentro de cada país. Si no se hace en esos términos caeremos en el mismo error que supone aceptar, directamente, como válidas, para hacer comparaciones, las estadísticas de ingresos personales, de ámbito internacional que, demagógicamente, nos explican la pobreza en términos de dólares afirmando, sin vacilación, que alguien que gana 1 ó 2 dólares al día se muere de hambre. Sí, desde luego, en un país desarrollado. Muchas veces no es así, sin embargo, en el caso de países más atrasados, como pueden ser algunos de los estados indios afectados o de los países africanos, como Somalia.
 
El único cálculo que puede servirnos para medir la destrucción provocada por éste maremoto es valorar la inactividad de las personas que se han quedado sin trabajo o que, cuando vuelvan a trabajar, lo harán, durante mucho tiempo, con escasísimos medios; junto a éste, el otro gran coste es el de la escasez de capitales para la reconstrucción. No en Tailandia, pero si en Indonesia o en Sri Lanka.
 
El Banco Mundial y sus organizaciones filiales han fracasado en el pasado, una y otra vez, cuando ha intentado planificar el desarrollo, y han financiado grandes proyectos industriales y de infraestructuras, porque las influencias políticas a la hora de tomar decisiones y la corrupción a la hora de ejecutar muchos de esos proyectos, han resultado en grandes instalaciones de imposible amortización. El tipo de destrucción provocado por el maremoto es, sin embargo, un caso claro de posible financiación por ese tipo de instituciones: el objetivo es claro, el riesgo disperso, las garantías personales. Y no hace falta planificar, sólo reconstruir. Ojalá que, es esta ocasión, las Naciones Unidas, representadas por el Banco Mundial y sus filiales, sirvan para algo.

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