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Fernando Serra

Una regulación contra la libertad

O sea, que el derecho de un pasajero a realizar el viaje que ha contratado con una compañía tiene un precio fijo que han establecido los burócratas de Bruselas

Nos cuentan que a partir del 17 de febrero los supuestos derechos de los pasajeros aéreos se verán reconocidos porque ha entrado en vigor un nuevo reglamento de la Unión Europea según el cual los que no puedan embarcar por sobreventa de billetes recibirán una indemnización mayor, además del reintegro del precio del pasaje, alojamiento y dinero para comida y otros gastos. En realidad, la nueva normativa es una ampliación de la ya existente desde 1991 para los vuelos regulares entre países de la UE, sólo que ahora se extiende a todo tipo de viajes y a las cancelaciones o retrasos. Se aumenta además las cuantías de las compensaciones económicas y se calibrarán en función de la distancia, siendo de 600 euros para los vuelos superiores a 3.000 kilómetros.
 
O sea, que el derecho de un pasajero a realizar el viaje que ha contratado con una compañía tiene un precio fijo que han establecido los burócratas de Bruselas y las compañías pueden comprar este derecho, sin que el viajero tenga posibilidad de negarse a ello y sin importar que el perjuicio sea menor porque el desplazamiento es por placer o mayor cuando se trata de una obligación familiar o un negocio. Este reglamento es un buen ejemplo de cómo la regulación de un contrato que debía regirse por la voluntad de los que en él intervienen, el viajero y la compañía aérea en este caso, termina quebrantando la libertad, perjudicando los intereses de alguno de ellos y pervirtiendo los derechos. Y sorprendentemente alguna asociación de consumidores ha manifestado su satisfacción ante la nueva regulación.
 
En EEUU el problema del overbooking lo han solucionado de forma muy diferente. Desde el año 1978 las compañías de ese país subastan las indemnizaciones que ofrecen cuando algún pasajero tiene que quedarse en tierra porque han vendido más billetes que asientos disponibles. Como en toda subasta, empiezan ofreciendo una cantidad que necesariamente tienen que ir subiendo hasta que suficientes personas les compensa renunciar al viaje y aceptan la oferta. De esta forma, las dos partes salen ganando, la compañía porque asegura que los vuelos irán completos y los viajeros porque la valoración subjetiva que para ellos tiene no embarcar o hacerlo en otro vuelo será siempre superior al dinero recibido.
 
Julian Simon fue quien se le ocurrió en 1968 este ingenioso sistema para solucionar el problema del overbooking, pero las compañías lo despreciaron porque pensaban que les sería más rentable indemnizar a un precio fijo y regulado. Sin embargo, Simon volvió en 1977 a proponer su idea en un artículo publicado enThe Wall Street Journaly un año después fue puesta en práctica. Desde entonces, las compañías aéreas norteamericanas realizan overbookings mucho más que antes y consiguen así una mayor facturación. Al tiempo, los pasajeros que lo deseen pueden también aprovecharse de este sistema, con lo que el acuerdo libre y voluntario termina siendo más eficientes y beneficiosos para todos.

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