Como el mundillo de la economía sabe, poco hace que los organismos internacionales y los principales bancos se han apresurado a modificar a la baja sus previsiones mundiales, poco después de haberlas elevado. Uno de los motivos es la UE. Nadie discute que Europa va contra un viento muy fuerte, pese a la opinión oficial, que ve todavía ¡riesgos de inflación! En cuanto a América, Hace menos de un mes circulaba por los cenáculos más privilegiados que la economía de EEUU iba a todo gas. Yo creo que los mercados de bonos están en el secreto: con el rendimiento del bono alemán en el 3,1%, y el americano en el 3,9%, no hay duda de que el pesimismo sobre el futuro se está generalizando. Y es que en Europa no hay día en que algún país no recorte sus previsiones, mientras que en EEUU las cosas no están nada claras: hay indicadores que se recuperan, pero otros dan marcha atrás, como el empleo, que cae en mayo, y los beneficios, que se estancan en el primer trimestre. Todo esto confirmaría que la persistente subida del petróleo está enfriando los ánimos empresariales y, como hemos pronosticado otras veces, los precios no se están disparando: la globalización dificulta defender los márgenes, al menos en los sectores más expuestos a la competencia, como las manufacturas, que están en recesión en los países más importantes: por ejemplo, en EEUU y el Reino Unido. Pero el problema es Europa.
