Tras los atentados de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, las principales bolsas bajaron un 17%, pero al cabo de 18 sesiones se había recuperado el nivel previo de antes de la masacre; la tendencia de fondo no sufrió alteraciones. El atentado de Madrid, el 11 de marzo de 2004, provocó una caída del Eurostock del 9%, pero tras 18 sesiones se recuperó el nivel previo, y tampoco hubo cambios en la tendencia de fondo.
En esta ocasión las bolsas europeas cayeron un 4%, pero cerraron el día con un descenso en torno al 2%, y Nueva York, con más tiempo para digerir la noticia, cerró al alza.
La experiencia de los últimos grandes atentados, los tres a los que he hecho referencia, más el de Bali, en Indonesia, y los que han sufrido los rusos y los turcos, es que sus efectos en la actividad económica son temporales y limitados; excepto en el caso del de Nueva York, que afectó gravemente a la aviación comercial, cierto tipo de turismo y la industria del seguro.
En esta ocasión lo único que ha provocado el atentado de Londres es el dolor de las víctimas y sus familiares, la indignación de los británicos y la unión de sus partidos políticos en la defensa de cualquier política que se esté desarrollando, interior o exterior. Y seguro que en la adopción de políticas que den una respuesta contundente a los que les han atacado.
Las organizaciones terroristas también ponderarán estos datos y llegarán a la conclusión de que este tipo de atentados, con este tipo de explosivos, en algunos países, como Estados Unidos, Gran Bretaña e incluso en Rusia e Indonesia, no sirven a los fines que persiguen: provocar el terror y modificar la política en relación con el islamismo criminal y los estados que amparan, protegen y animan a esas organizaciones. Caso distinto del de Madrid, que provocó el cambio de política de un gobierno sin principios. Pero, hoy, los Chávez y Castro y las dictaduras de Corea del Norte, Irán y Siria deberían estar más inseguros que ayer, porque debería haber una respuesta a la agresión.
La segunda consideración que probablemente harán los terroristas es que necesitan escalar la magnitud de sus atentados. Y la forma más segura de lograrlo es emplear armas biológicas, químicas o nucleares. Su utilización sí provocaría una situación caótica y una profunda crisis en todo el mundo. Lo que refuerza la necesidad de acabar por todos los medios políticos y militares con los estados que amparan, o podrían amparar, este tipo de terrorismo, como lo era el Irak de Sadam Hussein.