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Robert A. Sirico

Obispos contra el CAFTA

Cuando oímos a algunos obispos católicos hacer críticas morales a CAFTA, pensamos que su supuesta imparcialidad es sólo una cortina de humo para impedir el verdadero bien moral del libre comercio.

A medida que se acerca el voto en el Congreso de Estados Unidos sobre el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica (CAFTA), líderes religiosos están tratando de descarrilar el proyecto. La oposición católica está dirigida por grupos de izquierda como el llamado Pax Christi y algunos obispos que consideran que CAFTA es sólo otra treta para preservar el statu quo, bajo el cual los ricos norteamericanos oprimen a los pobres latinoamericanos.
 
En su declaración hecha en abril por la Conferencia de Obispos Católicos de EEUU afirmaron su imparcialidad respecto a CAFTA, mientras que al mismo tiempo instan a los legisladores a proceder “con una evaluación y diálogo moral” sobre la propuesta. Eso está bien y evaluación moral es parte del trabajo de los obispos, pero una evaluación ética del libre mercado no se puede llevar a cabo sin sólidos conocimientos económicos.
 
En el mundo religioso, la lógica del movimiento en contra de CAFTA fue expresado por el obispo Alvaro Ramazzini de San Marcos, Guatemala, quien declaró –apoyado por la Conferencia de Obispos– ante el Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes en Washington que el actual modelo de crecimiento económico a través del libre comercio es “deficiente” y presenta “inmensos riesgos”. Añadió: “CAFTA es un camino angosto junto a un desfiladero que sólo los más fuertes y más capaces pueden atravesar”.
 
El obispo ha podido añadir que muchos guatemaltecos pobres ya utilizan caminos sumamente peligrosos, emigrando de su país, a menudo con apenas la ropa que llevan puesta, en búsqueda de mejores oportunidades en EEUU.
 
¿Cómo arreglaría CAFTA el obispo Ramazzini? En su exposición insistió que las políticas comerciales “tienen que ser complementadas con reformas institucionales y una más amplia estructura de desarrollo que le brinde a cada persona su derecho a participar en un mercado justo y misericordioso”. Apuntó el ejemplo de la Unión Europea, donde los países ricos financian las necesidades de desarrollo de los nuevos miembros de Europa oriental. Lo que el obispo no mencionó fue la manera cómo algunos países prosperan y por qué esos países atraen a inmigrantes en búsqueda de una vida mejor para ellos y familias.
 
CAFTA promoverá un ambiente más libre para las empresas que es otra manera de promover la iniciativa individual. Es difícil comprender cómo un acuerdo como CAFTA, que asegura más libertad frente aranceles aplastantes, mayor libertad para invertir en Centroamérica y más recursos para el desarrollo social, puede ser interpretado como un retroceso en el bienestar de los pobres.
 
Los gobiernos hacen el bien eliminando barreras al crecimiento y desarrollo económico. Ese papel limitado del estado fue reafirmado en la importante encíclica “Centessimus Annus” del Papa Juan Pablo II: “La actividad económica… presupone la segura garantía de libertad individual y propiedad privada, como también una moneda estable y servicios públicos eficientes. Por lo tanto, el principal deber del estado es garantizar esa seguridad… Otro deber del estado es fiscalizar y dirigir el ejercicio de derechos humanos en el sector económico. Sin embargo, la responsabilidad primaria en esta área no es del estado sino de los individuos y de varios grupos y asociaciones que forman parte de la sociedad”.
 
Si hay algo de lo que estamos totalmente seguros es que la mejor manera de salir de la pobreza es dándole a los pobres un lugar justo en el mercado. Eso también significa que todos, legisladores y activistas, norteamericanos y latinoamericanos, tienen que reconocer el derecho del individuo a ejercer su propia iniciativa económica. El obispo Ramazzini critica el hecho que “las discusiones comerciales comienzan preguntando cómo las políticas fomentan el comercio y el crecimiento económico”. Pero ¿qué es crecimiento económico si no mayor productividad del trabajador en suplir las necesidades de otros? ¿Acaso no debemos impulsar la libertad que permite a trabajadores y a empresarios prosperar creando la riqueza que hace posible el desarrollo social?
 
Cuando oímos a algunos obispos católicos hacer críticas morales a CAFTA, pensamos que su supuesta imparcialidad es sólo una cortina de humo para impedir el verdadero bien moral del libre comercio.

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