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Alberto Recarte

1. Una economía fuerte

El actual gobierno ha tenido la prudencia de no cambiar los fundamentos del éxito económico del PP: ha conservado los mismos impuestos, el mismo gasto público en relación al PIB, la misma legislación fiscal, mercantil y laboral

Introducción: caos político. La relación de catástrofes y conflictos por los que ha pasado España en los últimos 16 meses sin que, estadísticamente, se haya producido un empeoramiento de la situación económica interna, es inaudita: ni los atentados del 11 de marzo –que el actual gobierno no quiere investigar–, ni el propio cambio de gobierno, ni el conflicto con Estados Unidos y sus más de 60 aliados –y previos aliados de España– en la guerra de Irak, ni el voto negativo a la mal llamada Constitución europea en Francia y Holanda y la posterior suspensión del proceso de ratificación de la misma, ni la falta de acuerdo sobre el presupuesto de la Unión Europea para 2007-2014 y las seguras limitaciones en las transferencias netas a España, ni las discusiones sobre el futuro de la política agraria común, han afectado a nuestra economía.
 
Tampoco lo han hecho la subida del precio del petróleo, la subida del salario mínimo interprofesional, la supresión del Plan hidrológico nacional –donde se incardinaba el trasvase del Ebro–, ni la vuelta a una enseñanza de todavía peor calidad –sin controles ni incentivos–, ni la suspensión de muchas de las inversiones en infraestructuras decididas por el gobierno anterior, ni la crisis económica y el estancamiento de nuestros principales socios económicos en Europa, Francia, Alemania e Italia.
 
Tampoco han afectado a la economía española el incumplimiento por parte del Gobierno del mandato constitucional, permitiendo la reaparición política de ETA, ni el olvido de los acuerdos básicos de la transición política, ni la constancia de que el impulsor de la estrategia secesionista del País Vasco y Cataluña es, nada más y nada menos, que el propio presidente del Gobierno español, que manifiesta sus dudas respecto a que España sea una nación, pero que aplaude a Carod Rovira e Ibarreche cuando dicen que el País Vasco y Cataluña sí son naciones, mientras España es sólo para él, sus partidarios y los nacionalistas, el Estado, sin adjetivos, de una serie de naciones, que habrá que identificar nominalmente en un nuevo texto constitucional para el que se buscará la aprobación de un Tribunal Constitucional sometido al poder de las izquierdas y los nacionalistas.
 
Las causas de la fortaleza de nuestra economía. Hace un año yo habría asegurado que uno solo de esos hechos podría haber provocado, primero incertidumbre política y consecuencias económicas negativas después. Y no ha sido así. Por tanto hay que buscar explicaciones. La primera es que los españoles no se han creído que tras las declaraciones guerracivilistas de Rodríguez Zapatero y sus aliados haya nada. Están convencidos, mayoritariamente, de que dice insensateces, pero que todo es política y que ninguna de las decisiones tomadas hasta ahora son realmente importantes (ni sobre la educación, porque piensan que ya se las arreglarán para educar a sus niños, ni sobre el agua, porque terminará por llover) y ,sobre todo, porque pese a las amenazas, la ruptura política no se va a producir, y que, poco a poco, y por la pura necesidad de ganar votos, las aguas volverán a su cauce y que los últimos dos años, antes y después de las elecciones, con atentado incluido, son accidentes, y que hasta Zapatero, motu propio u obligado por su partido, no se atreverá a traspasar el umbral de la Constitución.
 
Vamos a comenzar con el análisis de la falta de consecuencias económicas. Se me ocurre una relación de causas que pueden explicar la fortaleza de nuestra economía:
 
1º. La tardía revisión de los datos del INE sobre población y la propia economía española –sólo se hicieron públicos tras la elección de Rodríguez Zapatero. De ellos se deduce que la economía española ha crecido más y es mucho más fuerte de lo que suponíamos.
 
2º. La población y las personas ocupadas han seguido creciendo a tasas espectaculares, tanto por el aumento de la inmigración como por la incorporación de mujeres al mercado de trabajo.
 
3º. El actual gobierno ha tenido la prudencia de no cambiar los fundamentos del éxito económico del PP: ha conservado los mismos impuestos, el mismo gasto público en relación al PIB, la misma legislación fiscal, mercantil y laboral, e incluso el mismo tamaño del sector público empresarial.
 
4º. Los tipos de interés tampoco se han modificado en este periodo. Los consumidores y empresas españolas disfrutan de los menores tipos de interés del área euro; son también menores que los de los países europeos que han conseguido librarse del euro –excepto Suecia–, como el Reino Unido y, por supuesto, son más bajos que en Estados Unidos y el resto del norte y sur de América. Sólo el estancado y deflacionado Japón nos supera, pero allí los bajos intereses son fruto de la depresión colectiva que atenaza a la población.
 
5º. La capacidad de endeudamiento de las familias españolas es menor que hace un año, pero todavía puede aumentar, como tenemos constancia de que ocurre en dos países financieramente bien desarrollados, Reino Unido y Estados Unidos, que demuestran, con datos, que si las familias tienen activos suficientes, el nivel de endeudamiento puede superar el 100% del PIB. Y España es un país que ha acumulado una gran riqueza en los últimos diez años y que tiene el sistema financiero más flexible y moderno del mundo, lo que permite un rapidísimo crecimiento del crédito y el endeudamiento.
 
6º. Las empresas españolas establecidas siguen teniendo altos beneficios, como resultado de una serie de factores: la fortísima demanda interna, los años de crecimiento acumulados, los bajos costes financieros y la modernización que han llevado a cabo, que no se refleja en el aumento de la productividad, quizá porque la demanda interna se concentra en bienes y servicios no sofisticados, como viviendas y su amueblamiento, automóviles y todo tipo de bienes y servicios relacionados con el turismo. Y lo más avanzado se importa. Pero las empresas españolas establecidas consiguen altos márgenes de beneficios por la distribución y comercialización de todo tipo de bienes y servicios, nacionales e importados, de alta, baja y media tecnología.
 
7º. La globalización: que nos ha permitido disfrutar del crecimiento de la economía mundial desde hace años, pero especialmente a partir de 2002 y, en concreto en 2004, un año en el que el PIB mundial creció el 5%, sin el filtro tradicional de los países con los que más comerciamos. Es verdad que los países de la Unión Europea siguen significando el 70% de nuestro comercio exterior, pero también lo es que en un mundo globalizado todos los países se relacionan entre sí, además de a través de las uniones económicas regionales, como la Unión Europea. Vendemos a todo el mundo a través de nuestros principales socios comerciales e importamos de todo el mundo también por su intermediación. Por eso nos afecta poco el estancamiento de las principales economías europeas.
 
Probablemente hay muchos más, pero estos siete fenómenos explican que la economía española, a pesar de lo expuesto en la primera parte del artículo, siga creciendo, ampliando un ciclo de expansión que ya dura más de 11 años y que nos ha dado recursos para modernizarnos y afrontar, mejor que en 1990-1992, el pago de las facturas que hemos –y seguimos– acumulado.

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