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Luis Hernández Arroyo

Efectos económicos

gracias al esfuerzo de ahorro ejercido este año por el gobierno, los recursos públicos disponibles son ahora mayores. Así parece haberlo valorado el mercado de deuda, que ha mantenido el tipo de interés a diez años al 4

Las primeras evaluaciones del impacto económico del Huracán empiezan a aflorar. Más que una evaluación de los daños –en puridad incalculables cuando hay pérdida de vidas humanas irrepetibles–, lo que se ha hecho es un más modesto intento de prever por donde van a ir las principales magnitudes. El efecto inicial sobre el crecimiento es, naturalmente, negativo. No sólo porque lo primero es una contracción de la oferta (indudablemente superior a la de los cuatro tornados que sufrió el país en 2004), sino que además el Katrina se ha llevado por delante la mitad de la capacidad de producción energética de EEUU. En otras palabras, hay que esperar un retraimiento importante, pero temporal, de la oferta hasta que se normalice el sistema de producción, junto a un aumento de la demanda, en ayudas y reconstrucción, muy prolongado. Esto no ayuda, ciertamente, a mantener estables los precios, sobre todo los energéticos. En cuanto al PIB, se estima por algunos que podría reducir su tasa de crecimiento en los próximos trimestres, y aumentarla a partir de 2006, a medida que vuelve la producción a la normalidad y el esfuerzo de reconstrucción prosigue. No dejará de aumentar el gasto público y se retrasará, por ello, la reducción del déficit que tan bien iba (las últimas estimaciones lo cifraban en un 2,4% del PIB en 2005): el Congreso ya ha aprobado una ayuda de urgencia de unos 10.000 millones de dólares, tras la que vendrán más. El año pasado, para los cuatro huracanes sufridos, se aprobaron ayudas por 11.000 millones y los daños fueron de unos 25.000 millones, muy inferior cifra a la del Katrina, que algunos aproximan tentativamente a 100.000 millones, pero revisable al alza. Por otra parte, gracias al esfuerzo de ahorro ejercido este año por el gobierno, los recursos públicos disponibles son ahora mayores. Así parece haberlo valorado el mercado de deuda, que ha mantenido el tipo de interés a diez años al 4%, lo que vuelve a confirmar que los inversores temen más los riesgos contractivos que los de inflación. Pese a ello, queda la duda de lo que hará la FED en su senda de poner los tipos a un nivel “neutral”, o sea, en torno al 4,5%. No es descartable que, de nuevo, frene algo su ritmo de subida, aunque hasta ahora la curva de rendimientos no indique esa expectativa en el mercado.
 
Cuando se despeje un poco el panorama y sea más precisa la evaluación de la reconstrucción, podrá verse si el riesgo de inflación ha crecido, o si por el contrario, los ánimos empresariales se han visto afectados en una medida que aconseje suavizar la subida de tipos. Greenspan ya ha dado muestras de que es un maestro en la gestión de riesgos (el pionero, en realidad), y que en medio de tormentas mucho más difíciles ha logrado mantener su criterio contra viento y marea, sin hacer caso de los agoreros políticamente correctos, y le ha salido mejor que bien.
 
Todo esto, pese a lo que digan los chirriantes propagandistas del antiamericanismo, que este fin de semana han alcanzado cotas de ignominia escandalosas, pues no han podido disimular su alegría porque la tragedia les ha dado una ocasión de oro para criticar a EEUU, a Bush, y a la guerra de Irak, en una tacada carambólica realmente enfermiza, paranoica, sin pies ni cabeza. En realidad estamos hablando delestado más eficiente del mundo, que con unos ingresos fiscales del 19% del PIB, no sólo atiende a sus necesidades internas, sino que sencillamente mantiene un mínimo de orden en el mundo. Esto, ya sabemos, molesta a muchos a los que les gustaría que fuera de otro tipo la potencia dominante. Y no digamos en ciertos medios españoles, que siguen en su empeño suicida de enajenarnos aliados ineludibles en un futuro nada lejano. Lo pagaremos.

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