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¿Es posible imaginar un mejor escenario tributario que el que se encuentra el Sr. Solbes para 2006, salvo que se produzcan accidentes derivados de la ruptura de la Constitución, como que la confianza de los residentes en España se resienta por esa situación o que el sector exterior acabe por asfixiarnos antes de lo que imaginamos?
La clave de los ingresos fiscales
En 2005 –por los datos que tenemos hasta ahora–, los ingresos fiscales crecen a un ritmo superior al ¡12%!, mientras el PIB nominal debe hacerlo a algo más del 7% y el real alrededor del 3,3%. No vamos a repetir las causas de ese enorme crecimiento de los ingresos, salvo para hacer referencia a la última reforma del IRPF de 2002, que se ha vuelto a traducir en un aumento espectacular de los ingresos, desafiando una vez más a los que auguraban una catástrofe por esa rebaja fiscal. A lo que hay que añadir la marcha de los ingresos por el impuesto sobre sociedades, que siguen creciendo a un ritmo superior al 20% sobre el año anterior, reflejando, en este caso, la situación de bonanza de las empresas españolas, tras más de 12 años de crecimiento económico ininterrumpido y la situación de los ingresos por IVA, a los que les da igual que nuestro crecimiento sea desequilibrado; cuanto más consumo, más ingresos por ese concepto; y cuantas más importaciones, también más ingresos por IVA. Y ¿qué decir de las cotizaciones a la Seguridad Social y al INEM, que superan, como era de esperar, todas las previsiones oficiales, como lo hacen el número de inmigrantes que llega a nuestro país, el número de personas que trabajan y el de aquellos que lo hacen legalmente?
Con un panorama de esta naturaleza, lo único que habría que explicar a los lectores que no conozcan los arcanos tributarios es que nuestro sistema de impuestos es de los denominados progresivos y elásticos, y que cuando aumenta mucho el crecimiento real –ahora en torno al 3,3% anual– y la inflación –ahora alrededor del 3,7% anual– los ingresos por este tipo de impuestos en lugar de crecer por el resultado de la suma (3,3 + 3,7 = 7) lo hacen a tasas muy superiores. Este sistema tan elástico puede ser negativo porque, en ocasiones como la que examinamos, se produce tal aumento de los ingresos que puede engañar a los políticos responsables, que pueden gobernar como si esa situación excepcional fuera a mantenerse indefinidamente, y propicia el que se adopten políticas de gasto que serán insostenibles en el momento en que el crecimiento se desacelere. Y cuando se entra en la parte descendente del ciclo ocurre exactamente lo contrario: es decir, que un aumento del PIB nominal (crecimiento real más aumento de la inflación) reducido, provoca una disminución más que proporcional de los ingresos públicos, con problemas de financiación y déficits crecientes. Precisamente la situación en que se encuentran países como Alemania, Francia e Italia. Por eso, son mayoría los expertos que defienden impuestos lineales para todo y un sistema fiscal no elástico.
En cualquier caso, el primer dato a tener en cuenta en nuestro análisis de los presupuestos generales es que en 2006 no habrá ningún problema de tipo fiscal y se podrá conseguir cómodamente un superávit fiscal, siempre y cuando el crecimiento real y monetario se mantengan.
Primera mentira: El cuadro macroeconómico
Por otra parte, la primera gran mentira presupuestaria del Gobierno es el cuadro macroeconómico que se acompaña.
Previsiones macroeconómicas para 2005-2006
Variación en % sobre el mismo periodo del año anterior salvo indicación de lo contrario
PIB por componentes de demanda
Dato real 2004 | 2005 | 2006 | |
---|---|---|---|
Gasto en consumo final nacional | 4,8 | 4,1 | 3,9 |
Gasto en consumo final nacional en hogares | 4,4 | 3,7 | 3,6 |
Gasto en consumo final de las AA.PP. | 6,0 | 5,3 | 4,6 |
Formación bruta de capital | 4,8 | 6,7 | 5,0 |
Formación bruta de capital fijo | 4,9 | 6,8 | 5,1 |
Bienes de equipo y otros productos | 4,0 | 8,2 | 7,0 |
Construcción | 5,5 | 5,7 | 3,8 |
Variación de existencias (contribución al crecimiento del PIB) | 0,0 | 0 | 0,0 |
Demanda interna | 4,8 | 4,8 | 4,2 |
Exportación de bienes y servicios | 3,3 | 1,2 | 3,2 |
Importación de bienes y servicios | 9,3 | 6,6 | 6,2 |
Saldo exterior (contribución al crecimiento del PIB) | -1,8 | -1,7 | -1,1 |
PIB | 3,1 | 3,3 | 3,3 |
PIB a precios corrientes: miles de millones de euros | 837,3 | 896,7 | 956,3 |
% variación | 7,3 | 7,1 | 6,6 |
Es posible, como se adelanta en este cuadro, que volvamos a crecer en torno al 3,3% anual. Pero la distribución entre consumo, inversión y aportación del sector exterior que proyecta el gobierno está totalmente falseada. Dice el Gobierno que ya en 2005, pero sobretodo en 2006, se va a remediar, espontáneamente, nuestro déficit exterior. No estamos hablando siquiera de milagros; estamos en el terreno de la falsificación. No se da ninguna razón para que nuestras exportaciones crezcan –excepto una eventual recuperación económica de la Unión Europea que debería estar produciéndose ya en este momento, sin que la registren ni nuestros sentidos ni nuestras estadísticas– más de lo que lo hacen en este momento y para que el ritmo de nuestras importaciones disminuya. En números: en 2004 el sector exterior restó 1,7 puntos a nuestro crecimiento. En 2005, hasta el mes de junio, nos está restando al ritmo de 2,5 puntos, pero nuestro Gobierno dice que ese desequilibrio se va a corregir él solo y que en 2005, en su conjunto, sólo restará 1,8 puntos y en 2006 únicamente sustraerá 1,1 puntos. Eso no es fe de carbonero, eso es manipulación estadística. Excepto que haya pruebas de una revolución tecnológica intensiva en marcha en España, de la que no nos hemos enterado, y de que el Ejecutivo goce de información privilegiada, que es posible, pero no probable. Fiar la recuperación de nuestras aportaciones al mayor crecimiento europeo no es consistente con la globalización. Exportaremos más a Europa siempre y cuando la Unión Europea crezca más y seamos más competitivos que el resto del mundo que también exporta a la Unión Europea. Y, en cuanto a nuestras importaciones de bienes y servicios, la falsificación de los datos, o las previsiones de desaceleración en el crecimiento, no se apoyan en nada, pues nuestro PIB mantiene el ritmo de aumento, nuestros precios internos nos vuelven a hacer perder competitividad y nuestro gasto exterior en turismo no se va a reducir. Y el precio del petróleo, que se supone va a bajar hasta los 50 dólares/barril, no puede influir significativamente. Una proyección, pues, incomprensible.
Segunda mentira: La mejora de la productividad
La segunda falsedad es la afirmación de que nuestra productividad mejorará desde 0,5% en 2004 hasta 0,6% en 2005 y hasta 0,7% en 2006. Hasta ahora no hay datos que corroboren esa mejora. Por el contrario, el altísimo crecimiento del empleo lo dificulta. Lo más llamativo, sin embargo, es la afirmación de que en el presupuesto se contienen decisiones que ayudarán a que crezca significativamente la productividad. Un aserto que no se sostiene ni en las cifras –por su cuantía, el gasto presupuestario en I+D+i, civil y militar, es de 6.500 millones de euros (menos del 0,73% del PIB, frente a cifras en torno al 1% en ejercicios anteriores)–, que son irrelevantes para una economía cuyo PIB en 2005 alcanzará los 900.000 millones de euros, ni por el tipo de medidas que se contemplan al margen de las de puro gasto público. Incluso los incentivos que se dice que ayudarán a los empresarios a gastar en I+D+i se valoran en el propio presupuesto en apenas ¡261! millones de euros. Mientras, los incentivos a la inversión en compra de viviendas –el antiguo culpable de la subida del precio de los pisos, según el PSOE cuando estaba en la oposición–, se cuantifican en 3.330 millones de euros, frente a 3.076 en 2005. Vuelven a crecer, también, los dedicados a incentivar los planes de pensiones privados (1.530 millones, frente a 1.356 el año anterior), un gasto presupuestario que favorece a los ricos frente a los pobres, según los responsables económicos del gobierno.
¿Dónde está el cambio de modelo de crecimiento y de incentivos a las personas y a las empresas? No lo hay. El modelo es el mismo, aunque operando más en el límite que anteriormente. Supone el Gobierno –en su cuadro macro– que el consumo privado y público se desaceleran y que el sector de la construcción también lo hace. El cuadro macroeconómico está ajustado a martillazos. Y como lo único que se podría tocar contablemente era el aporte negativo del sector exterior, pues se utiliza sin reparos y sin argumentos.
La afluencia de ingresos tributarios es tan grande que se pueden absorber sin problemas todas las operaciones especiales pendientes. De hecho, en 2005, y según la liquidación provisional de ingresos públicos no financieros, se van a recaudar 5.000 millones de euros más de los presupuestados. Para 2006 la situación es similar: Será posible absorber el déficit de RTVE –que sigue siendo el mismo de siempre, aunque en partidas diferentes–, la reconversión en los astilleros (IZAR) y los mayores gastos en sanidad pública (1.700 millones de euros; por cierto, llama la atención la generosidad de nuestro gobierno con nuestro dinero para con sus socios nacionalistas. No obstante gozar de un sistema de cupo, tanto el País Vasco, como la propia Navarra, se van a beneficiar, al margen de toda lógica, de mayores transferencias para hacer frente a los gastos sanitarios). Se pueden compensar, también, las menores contribuciones netas de la Unión Europea a nuestro presupuesto, que en 2005 alcanzarán los 7.000 millones en euros y en 2006 supondrán, como mucho, 5.300 millones, apenas el 0,55% del PIB previsto para ese año, lejos ya del 1% que han significado durante bastantes años, y que, recuerden ustedes, el actual Ejecutivo identificaba con crecimiento trasladado desde la Unión Europea a España.
¿Hay alguna política de gasto o ingreso que aborde la pérdida de competitividad exterior? Ninguna. Al margen de que, en la medida en que se trata de un fenómeno complejo, una derivada de muchos otros comportamientos, lo que podría haberse hecho con los presupuestos era muy limitado. Sólo dos políticas habrían provocado una mejora de nuestra competitividad a medio plazo:
- Mayores inversiones en infraestructuras de todo tipo.
- Reducción sustancial de los impuestos personales que, en tanto en cuanto incentivaran la iniciativa personal, habrían supuesto una mayor productividad de toda nuestra economía.
Pero, por supuesto, no se ha hecho ni lo uno ni lo otro. En cuanto a las infraestructuras, a pesar de la opacidad de la documentación, parece que se reducen las licitaciones públicas y los proyectos en ejecución. Al margen de que se discrimina, por razones puramente políticas, entre las inversiones en unas u otras autonomías, lo que garantiza una menor eficiencia económica general.
Las partidas de gasto
Las grandes partidas de gasto corriente también se disparan en 2006: sueldos y pensiones y gastos generales. Si se hubiera decidido una política de gasto de austeridad se habría producido un superávit que podría haberse situado entre el 1% y el 2% del PIB. Y que, contrariamente a la opinión generalizada, no habría ayudado a controlar la inflación, que sigue siendo un fenómeno fundamentalmente monetario y que refleja un tipo de intervención del euro por parte del Banco Central Europeo del 2% y posibilidades crediticias casi ilimitadas para empresas y particulares residentes en España a tipos situados entre el 3% y el 5%; una situación inédita en España y, hoy, excepcional en todo el mundo. Esos tipos de interés y un volumen total de créditos que crecen a tasas superiores al 25% para los créditos hipotecarios, por ejemplo, explican nuestro diferencial de inflación. Y un pequeño superávit fiscal del 1% al 2% del PIB, que es, por otra parte, enorme, pues significa entre 9.000 y 18.000 millones de euros, y que, aunque muy beneficioso para nuestra economía, no contribuiría, en estos momentos, en mi opinión, a desacelerar la inflación.
Hay, para finalizar, dos datos importantes que merecen la pena comentar. A pesar de la política de gastarse casi todo lo que se recauda, el gasto público total se situará, posiblemente, entre el 38% y el 39% del PIB y la deuda pública continuará su descenso, hasta el 43% del PIB (frente al 68% de España en 1994 y cifras superiores al 70% en Alemania, del 67% en Francia y superiores al 100% en Italia). Lo que, desgraciadamente, da mucho margen para llevar a cabo políticas de gasto irresponsable. Incluso para acercarse a la demanda de los nacionalistas catalanes de contar con un cupo fiscal, como el País Vasco y Navarra, y compensar a Andalucía y Extremadura y Castilla la Mancha y quizás alguna otra, con transferencias sustitutivas, que situarían nuestro déficit público entre el 1% y el 2% del PIB, una situación que, como sabemos, no es excepcional en la Unión Monetaria. A corto plazo, por tanto, todos contentos, los nacionalistas y los gobernantes socialistas. Sólo aumentará la deuda pública. Como en el periodo 89-94. Hay margen. Y después, ya saben, reformas, apretarse el cinturón y que sufran los más desfavorecidos. Pero esa es otra historia; de un país que quizá ya no sea el Reino de España.
Conclusión