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Alberto Recarte

Conclusiones

No podemos seguir viviendo sin fronteras. Necesitamos una nueva legislación para enfrentarnos a este complejo fenómeno. Ninguna sociedad tiene capacidad infinita para asimilar recién llegados, vengan de donde vengan.

Reproducimos a continuación el séptimo y último de una serie de artículos escritos por Alberto Recarte para Libertad Digital que conforman el ensayo titulado La nueva España. El trabajo completo consta de los siguientes capítulos:

  1. Un país sin fronteras
  2. Nuestra economía
  3. A la espera de reformas
  4. Nuestra inmigración: ¿qué inmigrantes tenemos?
  5. Aspectos positivos de la inmigración
  6. Aspectos negativos de la inmigración
  7. Conclusiones

Conclusiones

12. Conclusión provisional sobre costes y beneficios de la inmigración

Sin la llegada masiva de inmigrantes no habríamos podido seguir creciendo a los ritmos a que lo hemos hecho y lo seguimos haciendo. Pero el tipo de crecimiento que tenemos, cuantitativo y de poca productividad, probablemente habría sido diferente y se habrían tomado medidas de reformas para poder dar un salto cualitativo en la composición de nuestro PIB.

Desde un punto de vista de presupuestos públicos, los ingresos directos y cuantitativos superan en este momento a los gastos, también directos y cuantificables, aunque es mucho lo no cuantificable. La tendencia es, sin embargo, a la aparición de un déficit de proporciones relativamente grande. Otro problema adicional, que se presenta en un momento en el que el gobierno de Rodríguez Zapatero está desmantelando la administración central, es que los ingresos derivados de la inmigración se producen en la administración central y los gastos en las autonomías y las corporaciones locales. Un problema de desequilibrio agravado por la utilización de criterios políticos por el gobierno de Rodríguez Zapatero a la hora de reconocer, oficialmente, una u otra población de derecho en una u otra autonomía, en función de su color político.

Dicho lo cual hay que reiterar que no hay forma de opinar, con puros criterios económicos, si un desarrollo que se apoya tanto en la inmigración es positivo o negativo a largo plazo. Mucho dependerá del tiempo que todavía dure la parte expansiva del ciclo, de que se pueda controlar la llegada de inmigrantes para los que claramente no hay demanda de empleo en estos momentos, ni posibilidades de integración, y de que los responsables económicos sean capaces de diseñar y ejecutar un plan de mejora, a largo plazo, de la productividad.

Los problemas políticos son inevitables. No ya porque los inmigrantes voten mayoritariamente a un partido u otro, sino por la posibilidad de que una parte de la inmigración no se integre con la población autóctona y se convierta en foco de actividades delictivas y terroristas y por la falta de preparación de leyes adecuadas para luchar contra la delincuencia organizada.

Hasta la fecha, ni los anteriores gobiernos del PP y mucho menos el actual del PSOE, han sido capaces de reconocer que un aumento tan brusco y grande de la población, obligaba a reordenar el estado, las leyes que afectan a la inmigración, las competencias entre administraciones y la financiación de los organismos que atienden las necesidades más perentorias de los inmigrante, y los problemas derivados de la delincuencia que les ha acompañado.

13. Conclusión

No existe experiencia histórica sobre países que crezcan económicamente con poblaciones estancadas o en retroceso. Simultáneamente es una constante histórica que el aumento de población facilita el crecimiento, siempre que confluyan otra serie de políticas y que existan determinadas instituciones. La experiencia de España corrobora ese dato histórico, por más que sea una afirmación que requiere todo tipo de matizaciones.

El conjunto del empleo que se ha creado en España en estos años no es de una gran calidad, pero el solo hecho de que alguien desempeñe un trabajo se traduce en la obtención de salarios y en un auténtico aprendizaje; que facilitará el desempeño de cualquier otro trabajo más productivo en el futuro.

La economía española es poco productiva, pero eso no es un fenómeno que necesariamente deba desembocar en una crisis de gran magnitud. Eso sólo ocurrirá si perdemos competitividad en relación con las empresas de otros países. Tener una baja productividad no es negativo, pero sí lo es perder capacidad de competencia a nivel internacional. Un fenómeno que sólo ocurre cuando las políticas generales, en primer lugar la monetaria y la fiscal, junto con otros fenómenos como el intervencionismo y el exceso de gasto público, se traducen en subidas de precios y salarios por encima de lo que permite el crecimiento de la productividad. Desgraciadamente es muy evidente que en España se está produciendo ese fenómeno de pérdida de competitividad, como refleja, en parte, el déficit de la balanza por cuenta corriente.

Quiero terminar haciendo referencia, nuevamente, al aumento de población. España es un país sin fronteras, lo que, al margen de la valoración que cada uno haga de los aspectos positivos y negativos de la inmigración, no ha tenido consecuencias dramáticas hasta este preciso momento. Esta situación puede cambiar si dejamos de crecer y continuamos recibiendo millones de nuevos inmigrantes, que no encuentran trabajo y a los que habrá que ayudar con dinero público de una u otra forma.

No podemos seguir viviendo sin fronteras. Necesitamos una nueva legislación para enfrentarnos a este complejo fenómeno.Ninguna sociedad tiene capacidad infinita para asimilar recién llegados, vengan de donde vengan. Un objetivo difícil de alcanzar porque debería ser consensuado entre los principales partidos políticos, lo que parece imposible dada la deriva anticonstitucional y populista del gobierno de Rodríguez Zapatero.

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