Menú
Alberto Recarte

De Pizarro a Blesa

Honor a Manuel Pizarro, a Miguel Blesa y a Manuel Conthe, porque han demostrado que existen personas, de diferente ideología política, capaces de defender las instituciones en las que participan o presiden, aún pagando precios muy altos

El breve ensayo Honor y deshonor en Endesa y Caja Madrid, escrito por Alberto Recarte, consta de tres partes. Publicamos a continuación la última de ellas bajo el título De Pizarro a Blesa.

Puede consultar las dos primeras entregas, llamadas Trangresiones del Gobierno y El papel de Acciona.


VI) El honor de Manuel Pizarro

He dejado para casi el final las referencias a Manuel Pizarro, que no sólo ha demostrado que se puede ser empresario y honorable, sino que se ha comportado, en todo momento, como alguien que cuida del bien común que tiene encomendado –Endesa, en su caso–, y que ha defendido, desde el principio hasta el final, a los pequeños y a los grandes accionistas, para que los que quisieran comprarles lo hicieran en buena lid, en abierta competencia y respetando las leyes. Honor, pues, para Manuel Pizarro, que lejos de ser derrotado por la retirada de la OPA de E.On, ha visto, si cabe, más justificadas que antes sus actuaciones, porque él ha tenido claro desde el principio que lo importante no era quién ganara la OPA, sino que quien ganara lo hiciese respetando las leyes.

A Pizarro le hubiera gustado una solución que satisficiera a los accionistas y que mantuviera íntegra la empresa. O que ningún accionista hubiera vendido, porque todos estuvieran convencidos de que el mejor proyecto para Endesa era el haber continuado con el plan de fortalecimiento y expansión que el equipo gestor a sus órdenes estaba desarrollando. No ha podido ser, porque la globalización y las opciones personales legítimas de los accionistas no han posibilitado esa salida. Pero su proyecto personal, que era y es el del respeto a la ley y la Constitución, ha salido fortalecido del proceso. Él ha ganado todas las OPAs sobre Endesa.

VII) El protagonismo de Caja Madrid y el honor de Miguel Blesa

Y honor también para Miguel Blesa, que ha defendido los intereses de la institución que preside, Caja Madrid, con prudencia y valentía. Él ha tenido claro, también desde el principio, que ninguna institución financiera puede tener intereses estratégicos en ninguna empresa no financiera en la que participe.

Para una institución financiera, lo único estratégico es ser competente en lo que hace, el manejo del dinero que se le presta, para poder devolverlo y ganar en el proceso de intermediación de ese dinero un beneficio con el que poder pagar los impuestos –que es la primera de las contribuciones sociales de cualquier empresa–, dedicar una parte sustancial –hasta el 25%– de ese beneficio a proyectos benéficos y culturales y utilizar lo que queda para fortalecer los fondos propios de la entidad, la única garantía con la que cuentan los depositantes y los trabajadores y lo único que les permite seguir creciendo, manteniendo la imprescindible solvencia. Y crecer en un mundo globalizado es imprescindible para cualquier institución financiera que quiera sobrevivir a medio plazo.

Ese posicionamiento estratégico, pues no hay nada mas estratégico que la solvencia y el desarrollo de la propia institución financiera, es fundamental, porque los vientos del intervencionismo que nos llegan tanto de Latinoamérica como de la vieja Europa pretenden volver a convertir a algunas instituciones financieras, en concreto a las cajas de ahorros, en bancos industriales, que tendrían, aparentemente, que ser el motor de desarrollo y la fuente de financiación de los proyectos empresariales que los políticos de las autonomías donde tienen su sede social consideren imprescindibles.

El fracaso de esas políticas intervencionistas en las entidades financieras se tradujo en la espectacular quiebra de bancos y cajas españoles de finales de los 70 y principios de los 80. Los que defienden la integración de bancos y empresas lo han olvidado, pero los que hemos vivido esa tremenda crisis –que se tradujo en que más del 25% de todos los depósitos bancarios del sistema financiero español terminaran por pasar por el Fondo de Garantías de Depósitos–, no lo hemos hecho. Pero no hace falta haberlo vivido. Es cuestión de formación y lecturas. En definitiva, se trata de evitar que la buena voluntad de algunos políticos, deseosos de favorecer a su región con inversiones muchas veces más que justificadas, terminen por traducirse en la perdida de solvencia de las cajas de ahorro, que hoy suponen más del 50% del sistema financiero español; un porcentaje que han conseguido en pura competencia, sin ningún tipo de ventaja, ni fiscal ni de funcionamiento, frente a los bancos.

Y no soy tan ingenuo como para no pensar, o saber, que, al menos en España, los bancos han sido tan débiles, o incluso más, que las propias cajas de ahorro a la hora de aceptar presiones políticas sobre cómo y dónde invertir y prestar. A los consejos de todo tipo de entidades financieras corresponde defender su objeto social, a sus depositantes y a sus accionistas o a las entidades representativas del interés social. Es difícil ser independiente. Y Miguel Blesa lo ha sido. La opción que él defendió en el caso de Endesa, un swap de acciones con E.On, ha sido derrotada por la traición de E.On. Pero Caja Madrid ha ganado. Y él también. Porque se pactó con una empresa que había respetado la legalidad española, hasta que, ella también, ha sucumbido a la impresión general de que en la España de Rodríguez Zapatero sólo sobrevive el que pacta con el poder al margen de la legalidad. Se le ha dicho que vender a E.On a 40 euros por acción, a plazo, frente a los 41 euros posibles de Enel-Acciona era una mala decisión para los intereses de Caja Madrid, olvidando que todas las empresas, pero sobre todo una caja de ahorros, tienen que ser respetuosas con la legalidad y que un euro posible más, o diez más, o cualquier otra cifra, no justifican un comportamiento inmoral.

VIII) Conclusión: la regeneración política de España

Honor, pues, a los que hoy parecen haber perdido: a los consejeros del Tribunal de Defensa de la Competencia que se jugaron, y en algún caso perdieron, su puesto por defender la legalidad, y honor a Manuel Pizarro, a Miguel Blesa y a Manuel Conthe, porque han demostrado que existen personas, de diferente ideología política, capaces de defender las instituciones en las que participan o presiden, aún pagando precios muy altos en lo que respecta a sus futuros profesionales. Pero esperanza para todos, porque al margen de los partidos políticos hay personas, con planteamientos también políticos, capaces de defender las empresas o instituciones que les han sido confiados por esos mismos partidos políticos o por las correspondientes juntas de accionistas. La recuperación política y ética que necesita España no es imposible. Si hay personas con principios, hay un futuro para España.

En Libre Mercado

    0
    comentarios