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Alberto Recarte

Aprenda a calcular el crecimiento económico de España, 4

Quien gobierne la nación es importante, porque puede transmitir sensatez o generar incertidumbre.

El presente ensayo de Alberto Recarte, que hemos publicado en cuatro entregas, constituye una inestimable ayuda para comprender el crecimiento económico de España y el método para calcularlo. Dedicada especialmente a los lectores de Libertad Digital, esta nueva serie de artículos analiza los cambios en el modelo de crecimiento español y permite pronosticar cómo será en años venideros. Cualquier duda o consulta sobre este artículo será, como siempre, respondida en el consultorio económico de Libertad Digital Televisión: tomasyrecarte@libertaddigital.tv. Puede consultar la primera, segunda y tercera entregas.

A partir de las 11 premisas que vimos en el capítulo anterior y que explicaban cómo podría estar produciéndose el ajuste espontáneo del modelo de crecimiento sería posible elaborar el siguiente "hipotético" cuadro macroeconómico para 2008.

Cuadro 6

Un posible cuadro macroeconómico con ajuste brusco en construcción de vivienda, aumento pequeño (200.000 personas) del empleo y aumento reducido del consumo privado en 2008

Cuadro 6

Nota: Los resultados de la tercera columna (aportación al crecimiento del PIB) se obtienen de multiplicar los valores de las dos anteriores. Si en la columna de crecimiento real el porcentaje es de descenso, el resultado ha de ser negativo.

Es difícil que cambie la ponderación de los componentes globales de la demanda nacional y del sector exterior: consumo privado (58% PIB), consumo público (18% PIB), distintos componentes de la FBC (30,3% PIB), existencias, importaciones (32,4% PIB) y exportaciones (26,4% PIB), de un año (2007) para otro (2008). Si esas participaciones son más o menos estables, lo que ocurra con el crecimiento del PIB dependerá de cuánto crezcan, en el año, cada uno de esos componentes. Es muy distinto que el consumo privado crezca el 2,5% que lo haga al 3,5%. O que, efectivamente, la construcción de viviendas caiga un 28%, frente a crecimientos superiores al 8% en los últimos años.

Al margen de esos dos ajustes, en inversión en vivienda y en consumo privado, he supuesto lo siguiente:

  1. El consumo público crece al 4%, una tasa similar a la de años anteriores.

  2. La inversión en bienes de equipo y similares crece mucho, el 8%; en parte por inercia y en parte porque, muchas veces, ante una crisis de crecimiento las empresas invierten más para ganar productividad y poder exportar más que anteriormente. Aunque es una tasa de crecimiento global quizá exagerada.

  3. La construcción diferente de viviendas, básicamente infraestructuras, tendrá tendencia a crecer, porque la Administración Central tiene recursos suficientes para ello, pero el resto de inmuebles tendría una tendencia decreciente, porque el empleo determina cuánto de este tipo de edificaciones son necesarias. Por eso, la cifra global, 9%, quizás sea excesiva.

  4. En lo que respecta a las exportaciones, el crecimiento apuntado, un 6%, me parece adecuado, porque el sector exportador se ha comportado extraordinariamente bien en 2006 y en los meses transcurridos de 2007. Esa evolución indica, por una parte, que las empresas españolas han sido capaces de recuperar la competitividad perdida por el aumento interno de precios con mejoras tecnológicas y organizativas, además de con mayores economías de escala y, por otra, que la Unión Europea en su conjunto está creciendo a buen ritmo (3%) y demanda productos españoles que son, en buena parte, bienes producidos por filiales de multinacionales europeas.

  5. En lo que respecta a las importaciones, que supongo que crecen sólo un 3%, mis dudas son mayores, porque el peso de las importaciones energéticas es importante y porque para exportar más también hay que importar más.

Hemos supuesto que en 2008 sólo se ven afectados la construcción de viviendas y el consumo privado y que el sector exterior juega positivamente en el crecimiento, en contra de lo ocurrido en los últimos años. Pero se produzca en 2008 o entre 2007 y 2008, esos cambios son sólo el comienzo del ajuste del modelo de crecimiento. Si, de una forma permanente, la Formación Bruta de Capital desciende, descenderá la creación de empleo y se reducirá aún más el aumento del consumo privado y la inversión empresarial de todo tipo.

Nos encontraríamos con crecimientos del PIB en torno al 2%, lo que nos situaría en el promedio europeo. Un crecimiento que podría sostenerse con transferencias del sector público, que tiene capacidad de endeudamiento suficiente para mantener déficits públicos superiores al 3%, hasta alcanzar el promedio de endeudamiento de los miembros de Unión Europea (en torno al 65% del PIB). Ese aumento del gasto público y la aparición de déficits públicos pueden ser enormemente negativos para la economía si el gasto se centra en transferencias sin control que desincentiven la modernización y la productividad de nuestras empresas.

Una de las dudas que surgen es qué va a ocurrir con el enorme empleo creado en estos doce años de crecimiento en el sector de la construcción (que ha pasado de 1,2 millones a 2,5 millones de empleos), con el del propio sector inmobiliario (donde trabajan más de un millón de personas) y con la demanda de servicios propios de una sociedad opulenta, sin miedo al endeudamiento. Sin duda, disminuirán. No sería imposible volver a encontrarse con 4 millones de desempleados, muchos de ellos mujeres y, en cualquier caso, con muchos más inmigrantes a los que, a corto plazo, sería difícil volver a integrar en el aparato productivo.

Las empresas, por su parte, tendrían que hacer un enorme esfuerzo de contención de gastos y reducción del empleo superfluo, porque el crecimiento de las ventas tendría que lograrse aumentando las exportaciones, en competencia con el resto del mundo.

Hemos vivido una época excepcional que toca a su fin, y la duda que todos tenemos es si el conjunto de inmigrantes que podrían perder su trabajo podría emplearse en otros sectores y en otros países o si se constituirán bolsas de desempleados marginales de difícil asimilación por la sociedad española tradicional. Si esta fuera la situación nos encontraríamos donde estaba Alemania hace diez años, cuando el efecto positivo de la reunificación en el sector de la construcción en la antigua Alemania del Este mantuvo el crecimiento, y que, una vez terminado el grueso de esas inversiones y con un cambio de marcos a euros muy exigente para Alemania en el momento de la integración en el euro, produjo una situación de estancamiento económico que obligó a todos los agentes sociales a hacer un enorme esfuerzo de contención de salarios y beneficios sociales. Alemania sólo ha vuelto a crecer cuando la población ha recuperado el optimismo respecto al futuro; lo que se ha traducido, ahora, en un menor ahorro y un mayor consumo.

No es imposible, salvadas todos las diferencias, que España inicie ahora un proceso de ajuste de larga duración, en el que habrán desaparecido los factores excepcionales que han supuesto tanto los bajos tipos de interés, como el bajo endeudamiento inicial de familias y empresas (en 1994/96), como un enorme crecimiento del empleo (que crea su propia demanda, como nos enseña la ley de Say en determinadas condiciones).

En resumen, en ese mismo año, que hemos supuesto que es 2008, quizá el efecto del cambio en las expectativas de crecimiento permanente de la economía española no afectaría al resto de la Formación Bruta de Capital ni más de lo ya indicado al consumo de las familias. Y habría una evolución positiva del saldo del sector exterior, pues las empresas españolas, a pesar del crecimiento de los salarios e impuestos que pagan y del aumento de precios general del país, están demostrando que siguen siendo competitivas en muchos sectores. El enorme esfuerzo de inversión que han hecho en estos años y el aumento de su tamaño medio les permiten mantener la competitividad perdida por el incremento de los precios. Aunque todo podría ir peor y encadenarse reducciones más aparatosas de consumo e inversión, si el pesimismo se extiende con rapidez. Y, en este sentido, quien gobierne la nación es importante, porque puede transmitir sensatez o generar incertidumbre.

Por contra, la evolución de las importaciones es imprevisible, porque la globalización ha abierto casi totalmente nuestra economía y posiblemente, aunque un menor crecimiento significa siempre menor necesidad de importaciones, la presión de los productos de calidad alta y precios bajos del resto del mundo pueden dejarse sentir en muchos sectores.

En definitiva, el cambio de modelo de crecimiento está provocado por la desaparición, o la absorción, de factores positivos de carácter excepcional. El cambio de modelo es consumir e invertir aproximadamente lo mismo que se produce. Es crecer en función de lo que lo haga una población que seguirá recibiendo inmigrantes, pero con mucha menor intensidad, creando menos empleo y creciendo en renta per cápita sólo cuando aumente la productividad de nuestra economía.

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