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Manuel Ayau

La pobreza de las naciones

Aunque muchos no lo saben y otros no lo quieren saber, es primordial para la sociedad que los derechos individuales estén por encima de los intereses de cualquier grupo, sector o persona, porque sólo así es posible eliminar la pobreza y vivir en paz.

La pobreza que se observa en tantos países, en medio de la abundancia que hay en otros, se debe a la ingenuidad e incomprensión de cómo funciona un sistema económico espontáneo, es decir, uno que no está planificado y dirigido por autoridad alguna. Como no se comprende, simplemente se descarta.

Lo que sí se entiende son los órdenes deliberados, organizados con objetivos definidos, jerárquicos, con organigrama, como el de una empresa, un ejército, una finca, una iglesia o el mismo Gobierno. Y cuando pensamos en el orden económico de un país es natural que demos por sentado que debe haber un ente que planifica, organiza y ejecuta. Pero es difícil creer que la economía de un país puede ser eficiente si no está dirigida. No se repara en que estamos vivos gracias, precisamente, a un orden espontáneo que no es dirigido por autoridad alguna sino por todos los consumidores, un orden que nos provee alimentación y que está coordinado por mecanismos que no han sido inventados sino descubiertos, como es el sistema de precios. Ese orden se llama mercado.

Ninguna autoridad planifica dónde sembrar lo que a diario comemos, ni asigna los recursos humanos o de capital para producir, ni dispone cuánto de cada producto, ni cómo transportar y distribuir en tiendas y supermercados cerca de las viviendas y, mucho menos, los precios de cada producto. El mismo sistema provee los incentivos adecuados que estimulan a las personas para que, por interés propio, compitan en complacer y beneficiar a los demás consumidores. Sería absurdo negar el orden de toda esa actividad y, ante esa realidad, más absurdo es negar la factibilidad y existencia misma de un orden que es espontáneo. Otros órdenes espontáneos son el idioma, que no inventó ninguna Real Academia y cuyo diccionario es un libro de historia que nos ilustra sobre lo qué entendían las personas con cada palabra cuando fue compilado. Otro ejemplo es el dinero que, inclusive, preexiste por milenios a los bancos centrales.

Quien quiera entender el mundo tiene, primero, que comprender cómo funciona el orden espontáneo del mercado. Si no lo entiende, podrá opinar, pero no sabrá qué está aprobando o descartando, y seguirá creyendo que es el Gobierno (poderes legislativo y ejecutivo) con sus técnicos, su banca central y su burocracia de planificación quienes dirigen la economía formal. En general, los gobiernos no inducen, sino reaccionan ante los eventos económicos, los cuales distorsionan con impuestos, reglamentos y privilegios de fomento, etc.

Siguen pobres los países cuyos políticos continúan intentando encausar sus economías. Eso es lo que enseñaban en las universidades más prestigiosas durante el siglo pasado. Las burocracias internacionales siguen siendo producto de aquellas escuelas que enseñaban que la economía dirigida era lo racional y ola del futuro, hasta cuando cayó el Imperio Soviético y exhibió la miseria de sus pueblos. Otros sueñan que la solución es diseñar una economía de mercado, sin reparar en que por definición no se puede diseñar un orden espontáneo, cuyas leyes se descubren y no se inventan. A muchos sorprende que la economía de mercado es lo que ocurre espontáneamente cuando se protegen y respetan los derechos individuales (la vida, la propiedad y los contratos).

Aunque muchos no lo saben y otros no lo quieren saber, es primordial para la sociedad que los derechos individuales estén por encima de los intereses de cualquier grupo, sector o persona, porque sólo así es posible eliminar la pobreza y vivir en paz.

En Libre Mercado

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