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Luis Hernández Arroyo

El "no debate" que me perdí

Aquellos que creen que el libre comercio, el ajuste sin devaluaciones, etc. quedaban garantizadas al someterse al patrón oro cogen el rábano por las hojas: al revés, era su existencia previa entre los países fuertes lo que les permitía cumplir con él.

En agosto mantuve un intenso "no debate" con mi admirado José Carlos Rodríguez, en el que no participé. Era sobre el patrón oro. Se comentaba cariñosamente un artículo mío sobre la crisis financiera, que ahora ha rebrotado virulentamente. Parece ser que mis comentarios sobre la absoluta falta de actualidad del patrón oro como política monetaria alternativa a la actual han molestado a algunos. Aquí sólo haré unos breves razonamientos explicativos de mi postura escéptica sobre el tema.

Creo que el patrón oro funcionó durante una época de la historia –aproximadamente desde el final de las guerras napoleónicas hasta la primera Gran Guerra– por la misma razón que ahora funciona el sistema de emisión de billetes de los bancos centrales: por que no había alternativa mejor pese a sus muchas deficiencias. El patrón oro no fue el invento de una mente privilegiada, sino el resultado de una evolución social en un contexto cultural determinado. Los países occidentales fuertes –los que sostuvieron con su fuerza política y económica mundial el patrón oro– fueron Inglaterra y su imperio, Estados Unidos y su fuerza económica, Francia en su eterno papel de "segundón con ínfulas de grande" y, al final del XIX, Alemania, cuando se constituyó como nación (recuérdese que no estuvo unificada hasta 1870). España, por ejemplo, no tuvo la fuerza suficiente para estar dentro; y es que estarlo exigía un compromiso riguroso con ciertas reglas: libre comercio, ajuste sin devaluaciones, productividad similar...

Aquellos que creen que estas condiciones quedaban garantizadas al someterse al patrón oro cogen el rábano por las hojas: al revés, era su existencia previa entre los países fuertes lo que les permitía cumplir con él. Hay innumerables ejemplos históricos que demuestran que compromisos formales de rigurosidad no implican luego un comportamiento ejemplar. Citaré algunos: la Unión Monetaria Latina, fracasada por culpa de un país débil como Italia. El currency board de Argentina en 1991, acabado en catástrofe pocos años después (por cierto, sin que los depositantes hayan sido resarcidos ni mínimamente). Nuestra UME y el euro, que no ha resultado, como decía la propaganda, en liberalización de las economías.

Hay un mito sobre el patrón oro que dice que maniata a los poderes públicos para que no puedan manipular las emisiones de dinero. Eso sólo sucede cuando hay un compromiso entre los países más importantes, pues el patrón oro es, ante todo, una obligación multilateral de no devaluar para facilitar los ajustes. No tiene sentido, por tanto, especular con que un país como España tendría menos inflación ahora si desde el año X hubiera fijado su moneda al oro. Un país que actuara así estaría a merced de los ajustes cambiarios que hicieran los demás; al final, si estos cambios fueran importantes, tendría forzosamente que cambiar su paridad oro/divisa (o dólar/divisa: caso argentino). En todo caso, un Gobierno siempre tiene la llave de la decisión del tipo de paridad oro y, repito, sólo en caso de compromiso multilateral, vigilado mutuamente, puede confiarse en que los poderes no van a manipular la paridad.

Finalmente, también es falso el mito de que confiere estabilidad: sólo lo hace en condiciones de producción de oro metal en cuantía suficiente para satisfacer la demanda de liquidez. Hay ejemplos numerosos de contracciones debidas a la escasez de metal, como demuestra la larga marcha del bimetalismo oro-plata –también fracasado–, que era un intento de suplir esa escasez de oro. Por supuesto, en las épocas de sobreabundancia de oro y oro-plata lo que había era inflación.

No existen automatismos goldilockianos maravillosos para controlar el dinero en circulación. La realidad es imperfecta como siempre.

Todo esto se puede seguir en detalle en el manual de economía internacional, ya clásico, de Leland Yeager, o en su más reciente artículo From Gold to the Ecu. The International Monetary System in Retrospect del que cito el primer párrafo, creo que ilustrativo:

Nuestro actual sistema monetario internacional es una evolución del patrón oro, al que, incluso hoy en día, algunos reformadores quieren retrotraernos. No es un sistema que haya ganado con el tiempo. Aunque las monedas de oro y plata aparecieron de muy antiguo, la estandarización de las unidades monetarias como un peso determinado de oro sólo aparece en el siglo XIX. El dinero en la Edad Media era un batiburrillo de oro, plata y monedas menudas de diverso grado de fiabilidad de contenido a su valor facial, emitidas por una gran variedad de gobiernos nacionales y locales, e intercambiados a tipos de cambio fluctuantes. A medida que se imponía la estandarización, la plata fue probablemente mucho más importante monetariamente que el oro. El billete fiat estaba lejos de ser inusual, en Suecia durante periodos del XIX y en las colonias americanas antes y durante la guerra de Independencia.

Esto no obsta la consideración de necesarias reformas del sistema actual. Yeager, liberal, profesor emérito de la Cátedra Von Mises de la Universidad de Auburn, Alabama, propone la suya, que no me convence, pese a la admiración que le profeso. Pero el patrón oro, no por favor.

En Libre Mercado

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