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Michelle Malkin

Los ciudadanos responsables, las verdaderas víctimas

Las verdaderas víctimas de esta "crisis" son las personas que pagaron viviendas que estaban dentro de sus posibilidades y las que esperaron para entrar en el mercado inmobiliario.

¿Quién dice que el consenso ha muerto? Del presidente Bush a Hillary Clinton, Barack Obama y John Edwards, pasando por John McCain, prácticamente todo Washington está de acuerdo: el Estado tiene que hacer algo para impedir las ejecuciones de hipotecas por todo el país. Todos estos líderes políticos coinciden en la total presunción de inocencia del dueño de una vivienda. Los argumentos "prestatario=víctima y prestamista=depredador" parecen grabados a fuego. No pueden permitir que la realidad se interponga en el pandemonio del año electoral.

Los invitados especiales al discurso del Estado de la Nación suelen ser héroes extraordinarios, empresarios o ciudadanos que han superado con creces sus límites en sus respectivos campos. La noche del lunes, uno de ellos fue una mujer de Indiana cuyo derecho a la gloria residía en haber marcado el número de emergencias y haber recibido la ayuda de la "Alianza Esperanza Ya", un grupo invitado por Bush, para quien esta organización "está ayudando a muchos propietarios en dificultades a evitar la ejecución de la hipoteca". Las víctimas de las hipotecas de riesgo son los nuevos héroes. Bienvenido a la política de ejecuciones hipotecarias.

Hillary, la zarina de la vivienda, se subió inmediatamente al carro del discurso del presidente aprovechado las noticias de que los índices de ejecución hipotecaria se dispararon un 79% a lo largo del año pasado. Reiteró su exigencia de "una moratoria de 90 días en las ejecuciones de las hipotecas de riesgo y una congelación a 5 años en los tipos de los préstamos de riesgo". Los prestatarios que con conocimiento de causa adquirieron más vivienda de la que podían pagar no tienen lugar en el mundo de Hillary. "Es incuestionable que los corredores y las compañías hipotecarias vendieron a las familias, mediante engaños, hipotecas diseñadas para acabar en ejecución", afirmaba en una entrevista publicada esta semana en el periódico Denver Post.

Continuando con el tema de los prestatarios engañados, el senador Chuck Schumer está iniciando una cruzada a favor de "asesorías hipotecarias" subsidiada con fondos federales. Además de los 180 millones de dólares para "Asistencia y Asesoría en Vivienda" que coló por la puerta de atrás en la ley de acompañamiento a los presupuestos del año pasado, ahora quiere 200 millones más. Una porción significativa de estos fondos irá a parar a consejeros aprobados por el Estado, miembros además de grupos de activistas de extrema izquierda como La Raza o ACORN.

Por supuesto que siento simpatía hacia los prestatarios que pudieran haber sido engañados. Pero por cada "prestamista depredador" que haya por ahí, también encontrará usted a un prestatario depredador. Por cada corredor hipotecario o empleado de hipotecas con el fraude en mente encontrará usted un propietario que se aseguró la financiación y compró una casa que sabía que no se podía permitir con algo de dinero de entrada y una verificación crediticia falsa, si es que hubo alguna.

Washington guarda silencio ante este comportamiento imprudente, que además estimula de forma tanto implícita como explícita. Ahora nos llega desde California la noticia de que algunos de estos propietarios a los que Washington se apresura a rescatar simplemente se están desentendiendo, es decir, abandonan sus compromisos hipotecarios y obligaciones contractuales. Bah: "Ejecute mi hipoteca... viviré en la casa durante 12 meses por la cara, me ahorraré el dinero y me iré a otro sitio", declaraba tan fresco un propietario al periódico Los Angeles Times la semana pasada.

El estigma de los números rojos ha desaparecido. La retórica política que absuelve a los prestatarios de sus responsabilidades (y los invita a gastar, más y más) lo ha hecho posible. Y también la legislación federal concebida para "ayudar". El presupuesto federal aprobado el año pasado impide a la Agencia Tributaria gravar fiscalmente el descubierto hipotecario como ingreso mientras éste no exceda el millón de dólares durante un período de dos años.

El blog financiero Calculated Risk denunciaba la semana pasada que cantidades crecientes de propietarios se están negando de forma voluntaria a afrontar los pagos de sus casas. Un ejecutivo de Wachovia señalaba en una conferencia que "son personas que pueden pagar, pero que básicamente han decidido no hacerlo porque piensan que su patrimonio ha perdido valor..." Algunos están apalabrando casas más baratas en los mismos vecindarios. Incluso hay un término que se ha estado popularizando a lo largo del último par de años, "Correo tintineante", que describe la situación en la que los propietarios desaparecen y envían las llaves al banco por correo, mire qué risa. Las verdaderas víctimas de esta "crisis" son las personas que pagaron viviendas que estaban dentro de sus posibilidades y las que esperaron para entrar en el mercado inmobiliario. Una lectora de Nueva York me escribía la semana pasada:

Mi marido y yo esperamos pacientemente mientras veíamos cómo nuestros amigos hacían una fortuna en el mercado inmobiliario durante los últimos 6 años... Ahora, después de varios años, estamos preparados para mudarnos a un barrio residencial, y pensamos que son las personas responsables como nosotros las que van a salir perjudicadas por este desastre hipotecario. Somos nosotros quienes tenemos que armarnos de paciencia y esperar que los precios de la vivienda decaigan, mientras nuestro Gobierno, buscando proteger sólo a los propietarios, mantiene artificialmente los precios altos sin programas de rescate alguno y con tipos de interés engañosamente bajos.

¿Qué hay de programas para ayudar a los arrendatarios que no ganaron dinero en esta burbuja porque fueron responsables? ¿Qué tal una intervención del Estado para reducir los precios de la vivienda aún elevados con el fin de ser expulsados del mercado? Una corrección en el mercado inmobiliario es lógica, pero el Estado parece decidido a evitar que tenga lugar a cualquier precio. En el ínterin, no podemos comprar a esos precios porque no estamos dispuestos a vivir financieramente más allá de nuestras posibilidades (al contrario que algunos de estos reverenciados propietarios de viviendas).

Lo siento, americanos responsables. No habrá lugar para ustedes en el próximo discurso del Estado de la Nación. Ni tampoco en la próxima mesa redonda Hillary al Rescate.

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