James M. Roberts y Anthony Kim
Las elecciones generales que tendrán lugar el 9 de marzo en España para decidir qué partido controlará el Gobierno podrían ser decisivas para el futuro económico de este país. El ataque terrorista del 11 de marzo de 2004 transformó la dinámica de la anterior campaña electoral entre el Partido Popular y el Partido Socialista. El trágico atentado terrorista que se cobró la vida de cientos de pasajeros inocentes galvanizó al electorado contra el Partido Popular, traspasando así la presidencia del Gobierno al candidato socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, cuyo programa abogaba por la retirada inmediata de las tropas españolas de Irak.
A pesar de que el terrorismo continúa siendo un tema importante para las próximas elecciones del 9 de marzo, esta vez los votantes se enfrentan además a toda una serie de problemas nuevos que podrían provocar un cambio en la dirección política de España. La economía española comienza a mostrar signos de fatiga, los problemas de índole económica han pasado a la primera línea del debate electoral a medida que los votantes se han percatado de la necesidad creciente de revitalizar la economía española.
Para evitar el estancamiento económico, España deberá acometer nuevamente las reformas iniciadas bajo el Gobierno de José María Aznar. La introducción por el actual Gobierno socialista de políticas restrictivas y la mala situación del mercado de trabajo han socavado la fortaleza económica de España. Sin una segunda oleada de reformas económicas asociadas a una fuerte voluntad política en el Gobierno, la posición competitiva de España en la economía globalizada continuará descendiendo gradualmente y pondrá en riesgo el nivel de vida de los españoles.
España había logrado ponerse a la altura
Las dos dictaduras instauradas en España y Portugal en las décadas subsiguientes a la segunda Guerra Mundial, provocaron que estos dos países fueran a la zaga del resto de países de Europa Occidental en su desarrollo económico, político y social. Sin embargo, durante los últimos 15 años, la economía española ha registrado un crecimiento económico admirable, debido en gran parte a la apertura general del país, a los beneficios de ser miembro del Mercado Común Europeo, así como a las reformas fiscales y estructurales implantadas a mediados y finales de la década de los noventa. Desde 1995 España disfruta de una vigorosa expansión económica y ha registrado una tasa media de crecimiento superior a la de la Unión Europea en su conjunto.
Gracias a la fuerte confianza de los consumidores, al aumento del consumo privado y a las altas tasas de inversión de años recientes, el crecimiento económico de España durante este período ha continuado aumentando a una tasa media de crecimiento anual del 3,6 por ciento. Este crecimiento se ha reflejado en un sector de la construcción boyante y en un aumento de las oportunidades de empleo. El aumento del crecimiento económico también se ha debido a los "efectos positivos por el lado de la oferta provocados por el fuerte aumento de la inmigración a medida que España necesitaba más mano de obra para atender el boom de la construcción". A través de esta expansión económica, España ha reducido el diferencial en el nivel de vida con respecto al resto de la zona euro, desde el 20 por ciento a menos del 12 por ciento. En la actualidad, el poder adquisitivo medio de un español es superior al del ciudadano medio italiano.
Las reformas del pasado generaron un aumento de la libertad económica
En los últimos diez años, los diversos países miembros de la UE han competido entre ellos para atraer mayores inversiones, crear más empleo y aumentar su dinamismo económico. España y muchos otros países adoptaron medidas de reforma como el recorte del impuesto sobre la renta y la mejora del clima empresarial. El Gobierno español también redujo considerablemente los impuestos a las empresas. Los recortes introducidos por el anterior Gobierno del Presidente Aznar han continuado bajo la presidencia de Zapatero, a pesar de que el impacto sobre la competitividad de la última reforma ha sido mitigada en gran medida por la eliminación de deducciones en el impuesto de sociedades. Así, el tipo impositivo máximo cayó en enero de 2008 al 30 por ciento, mientras que el tipo efectivo del impuesto permanece apenas sin cambios.
Pero se necesitan más reformas
Aunque los recortes en el impuesto de sociedades y las otras medidas de desgravación impositiva son indudablemente alentadoras, España necesita proseguir con otras reformas estructurales más fundamentales que puedan aumentar la productividad y la competitividad de España en el largo plazo. En el centro de todo ello deberán situarse los cambios para aumentar la flexibilidad del mercado laboral.
A pesar de los recientes esfuerzos realizados para reducir la segmentación entre los trabajadores fijos, que se encuentran protegidos con altas indemnizaciones en caso de despido, y los trabajadores temporales (que no lo están), un reciente informe de la OCDE concluyó que "los cuellos de botella estructurales" causados por la "sobreutilización de contratos a corto plazo" han limitado la productividad del mercado laboral. La libertad laboral de España, que es uno de los principales factores que están reteniendo la libertad económica general del país, necesita aumentar. La poca flexibilidad de las normativas laborales dificulta el crecimiento general de la productividad y las oportunidades de empleo. El coste no salarial de emplear a un trabajador es alto, y la rigidez para contratar y despedir a un trabajador crea una aversión al riesgo en empresas que, de otra manera, emplearían a más trabajadores y por lo tanto crecerían.
Los desafíos de España
Tras 14 años consecutivos de crecimiento la vitalidad de la economía española comienza, no obstante, a mostrar signos de fatiga. La inflación está en su nivel máximo de los últimos 10 años (4,4%), mientras que las cifras de desempleo en los meses recientes son las más altas de los últimos ocho años. Este signo de debilitamiento económico podría ser una tendencia cíclica en la economía española, pero debería hacer reflexionar a los votantes para elegir un partido que ofrezca una estrategia económica más proactiva, capaz de generar una segunda oleada de reformas económicas. La forma de sostener la competitividad española (y por lo tanto la prosperidad) a largo plazo debería ser la cuestión central del debate preelectoral.
La mayor parte de los indicadores económicos confirman que la clave para lograr una prosperidad económica sostenida en la actual economía global cambiante consiste en mantener una política consistente en el Gobierno que favorezca la innovación y el espíritu emprendedor. Esta es la conclusión a la que ha llegado el Índice de Libertad Económica (ILE) 2008 sobre España, un informe anual que realiza la Fundación Heritage y The Wall Street Journal y que examina las políticas económicas de 157 países para medir su nivel de libertad económica. Año tras año, el ILE concluye que "para lograr una prosperidad sostenida, tanto la dirección de la política como el compromiso con la libertad económica son importantes".
Con una puntuación de 69,7 en el ILE 2008, la economía de España es calificada como "moderadamente libre". La libertad económica en España sigue por encima de la media mundial y europea, pero el país ha sufrido una ligera erosión en su libertad económica desde el año pasado debido a la corrupción y a un aumento de la inflación.
Hay que subrayar que durante la última década, la libertad económica en España generalmente había progresando de forma constante. Por ejemplo, entre los años cubiertos por el Índice de 1998 hasta el de 2008, la libertad económica de España creció un 11,2 por ciento. En comparación con este extraordinario aumento, la libertad económica de España ha mejorado sólo un 1,3 por ciento en las últimas 5 ediciones del índice, que cubren los años de mandato del Gobierno de Zapatero. Esta desaceleración del avance de la libertad económica española indica que ha llegado el momento de que los votantes españoles elijan un equipo nuevo que inyecte fuerzas renovadas para acometer una segunda oleada de reformas económicas en España.
Conclusión
La economía española se encuentra en una situación vulnerable y en riesgo de reducir su dinamismo económico si no se tienen en cuenta las causas de la desaceleración actual. Si el nuevo Gobierno español acomete la introducción de profundas reformas estructurales capaces de impulsar la libertad económica de España y su competitividad a largo plazo, entonces será capaz de construir un futuro económico mejor y sobrepasar el nivel que el país ya ha alcanzado. Esta es la elección a la que se enfrentarán los votantes españoles el próximo 9 de marzo.
James M. Roberts es Research Fellow y Anthony Kim Policy Analyst del Center for International Trade and Economics en la Fundación Heritage.