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John Stossel

Libre comercio energético

Es un error creer que el dinero que gastamos en el extranjero significa menos puestos de trabajo en el interior de nuestras fronteras. Si los estadounidenses no producen energía, producirán algo distinto. La cifra de puestos de trabajo no es fija.

Mi defensa de la "independencia energética" ha enfurecido a mucha gente. A mi modo de ver, "independencia" es uno de los eslóganes preferidos por unos políticos sedientos de votos pero que sólo provoca la interferencia gubernamental en la división internacional del trabajo. Los economistas han comprendido desde los tiempos de Adam Smith que esta división del trabajo nos enriquece a todos y nos permite protegernos mejor frente a las incertidumbres futuras. "Es la máxima de todo padre de familia no intentar fabricar en casa lo que le cuesta más de producir que de adquirir (...) Si un país extranjero puede abastecernos de un bien más barato que el que nosotros podemos fabricar, nos interesa comprárselo a ellos", escribía Smith.

Por supuesto, como observaban muchos lectores, el Gobierno federal, al hacer cosas como prohibir las prospecciones petroleras, encarece o incluso imposibilita que produzcamos energía en nuestro país. Esas políticas deberían desaparecer, pero ni siquiera así lograríamos la autosuficiencia. Nuestra demanda de petróleo es demasiado elevada.

Además, en cualquier caso, si los costes de la producción petrolera favorecen a los productores extranjeros por encima de los nacionales, sigue teniendo sentido comprar el producto más barato fuera. No importa de cuánto petróleo en forma de pizarras bituminosas tengamos en Estados Unidos.

Los lectores precisan correctamente que, puesto que los gobiernos controlan gran parte de la producción petrolera, no existe ningún mercado global y libre. Pero de ahí no se infiere que las fuerzas del mercado no funcionen. Existen muchas fuentes de petróleo en el mundo y muchos compradores. La oferta y la demanda siguen fijando el precio a nivel global. Si tenemos la ocasión, es absurdo no comprar crudo al precio más bajo.

Muchos lectores están de acuerdo con la recurrente afirmación de que: "El objetivo a corto plazo no debe ser alcanzar la independencia energética total, sino la independencia parcial de aquellos países cuyos ciudadanos nos odian y nos atacarían si pudieran".

"Independencia parcial" suena a estar un poco embarazada. La gente no tiene necesidad de caerse bien para beneficiarse del comercio. Aquellos que nos venden petróleo quieren nuestro dinero para convertirlo en comida, automóviles y otras cosas. Negarse a vender porque no les gustamos sería perjudicial para nosotros mismos. Además si un productor extranjero dejase de exportar petróleo a Estados Unidos, lo vendería a algún otro país, y ese comprador a continuación tendría un incentivo para vendérnoslo a nosotros.

Varios lectores argumentaban que buscar "la independencia energética no significa oponerse al comercio". Y es que, en su opinión, "si nos volvemos energéticamente independientes alguna vez, seguiremos teniendo la opción de comprar energía en el mercado mundial".

Por supuesto eso es así, pero hay un punto esencial que no se está teniendo en cuenta. Para llegar a optar por la independencia energética, el Gobierno tiene que planificar el sector energético. Y si consideramos la importancia de la energía sobre toda la economía, tenemos la receta perfecta para la planificación centralizada de toda la actividad productiva, paso previo a la pobreza y la tiranía.

"¿Por qué no conservar los 720 miles de millones de dólares [que dedicamos a importar petróleo] dentro de los Estados Unidos de América?" era una opinión que muchos expresaban. Pero eso revela una escasa comprensión del comercio mundial. Cuando intercambiamos dólares por petróleo, los exportadores de crudo tienen que hacer algo con esos dólares. No los almacenan debajo de los colchones. (Si lo hicieran, tendríamos el petróleo gratis). Lo que hace, por consiguiente, es comprar productos estadounidenses (nuestras exportaciones se están disparando)o bien invertir aquí.

Si dejamos de comprar al exterior, los extranjeros tendrán menos dólares con los que adquirir nuestros productos o invertir. Y esto, obviamente, nos perjudicaría.

Muchos lectores piensan que la independencia energética generaría puestos de trabajo para los estadounidenses. Pero es un error creer que el dinero que gastamos en el extranjero significa menos puestos de trabajo en el interior de nuestras fronteras. Si los estadounidenses no producen energía, producirán algo distinto. La cifra de puestos de trabajo no es fija. Siempre hay trabajo por hacer.

Si sabemos producir formas de energía competitivas (sin subsidios públicos) ¡estupendo! Pero si los demás saben producir energía de forma más barata, estaríamos locos de no comprarla y utilizar lo que nos ahorramos para fabricar otras cosas distintas que mejoren nuestras vidas.

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