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George Will

La crisis sanitaria que viene

Leavitt afirma que hasta que los beneficiarios de atención médica de cirugías comunes no se enfrenten a precios que puedan entender y comparar, habrá poca trasparencia o disciplina en del sistema.

Según el hombre más preocupado por la sanidad, este sector, que representa el 17% de la economía de Estados Unidos, tiene el potencial "de arruinar a la nación". Mientras Michael Leavitt abandona, tras cuatro años, su cargo como secretario de Salud y Servicios Sociales ofrece este gravísimo cálculo: si no se realizan reformas sustanciales, durante las dos próximas décadas, el gasto sanitario de la familia estadounidense media, incluyendo la parte de sus ingresos que se destina a Medicare y Medicaid, pasará del 23% al 41%.

De acuerdo con Leavitt, resulta previsible que las turbulencias económicas actuales, al incrementar la inseguridad de los ciudadanos, compliquen la reforma del sistema sanitario. Y también hay otro aspecto predecible: la recesión actual precipitará el agotamiento del fondo del Medicare destinado a los gastos de hospitalización en tres años, de 2019 a 2016, debido a la merma en la recaudación. Eso debería captar la atención del presidente electo.

Cuando se creó el Medicare en 1965, la edad media de los estadounidenses era de 28,4 años, hoy es de 36,6. Los ancianos son más numerosos y la medicina es, en general, más eficaz de lo que se anticipó. Leavitt recuerda que los tres mayores gastos sanitarios en la actualidad son la prótesis de cadera y rodilla y las operaciones cardiovasculares con catéteres inflables, ninguna de las cuales estaban contemplados en 1965.

Tras ser elegido para tres mandatos como gobernador de Utah y antes de convertirse en secretario de Salud, Leavitt encabezó la Agencia de Protección Medioambiental. Llegó a considerarla como una agencia de salud pública porque, según dicen, el incremento de la esperanza de vida de los estadounidenses en el último tercio del siglo XX se ha producido al mismo tiempo que un aire más limpio y con una reducción de las enfermedades relacionadas con el agua potable. La longevidad, no obstante, sale cara y la demografía sólo añade más problemas.

Durante los 43 años transcurridos desde que Estados Unidos decidiera que la población activa sufragaría la atención médica a la tercera edad, el cociente entre trabajadores y jubilados ha disminuido de manera persistente. Y la cifra de ancianos que viven lo suficiente como para sufrir cinco cuadros crónicos o más (que ya representan el 23% de los beneficiarios del Medicare) ha aumentado. Además, casi el 30% del gasto de Medicare se destina a pagar la atención durante el último año de vida de los pacientes. Y muchos de estros cuadros crónicos se podrían disminuir con decisiones más inteligentes en materia de alimentación, ejercicio físico o consumo de tabaco.

Leavitt hizo una analogía con la adquisición un coche como si fuera similar a someterse a una operación de rodilla. El concesionario diría que desconoce el precio final, por lo que el cliente debería elegir un coche y empezar a utilizarlo. A continuación, empezaría a llegar todo un torrente de letras (desde el fabricante de la carrocería al del volante, pasando por el de los asientos y la pintura) y el concesionario también cobraría por el tiempo dedicado a formalizar la venta.

Leavitt afirma que hasta que los beneficiarios de atención médica de cirugías comunes no se enfrenten a precios que puedan entender y comparar, habrá poca trasparencia o disciplina en del sistema: "En la industria del automóvil, si el fabricante del volante cobra un precio astronómico, el fabricante automovilístico buscará y encontrará piezas más baratas en otro lugar. En la sanidad, si el que proporciona el equipo médico cobra un precio astronómico, no le importa a ninguno de los demás actores de la sanidad".

El Medicare es un sistema destinado a equiparar al alza los precios de 12.000 operaciones y medicinas (y de cientos de categorías de equipamiento médico, cuyos fabricantes se oponen ferozmente a la competencia). Leavitt trató de implementar un esquema de competencia con un minúsculo programa de licitación que cubría sólo diez ciudades y diez productos. Basándose en los quince días que estuvo en funcionamiento antes de que el Congreso lo derogase, se esperaba un ahorro sustancial; probablemente, ése fue el motivo por el que los fabricantes forzaron su derogación.

No quiero arruinarle el año nuevo recordándole que el Medicare tiene unas deudas impagables de 34 billones de dólares (unas 2,5 veces el PIB de Estados Unidos). Quédese con este dato: durante los próximos 50 años, el Medicaid, el programa destinado a los pobres, podría convertirse en una amenaza para la economía mucho mayor que el Medicare.

Esto se debe en parte al coste que tendrá a largo plazo cubrir las necesidades de los ancianos indigentes, algunos de los cuales incluso han liquidado activos para cumplir con los estándares de elegibilidad del Medicaid. Muchos estados, ansiosos por repartir los fondos del Medicaid federal entre sus votantes, incluso han manipulado el "cómputo de renta" que determina la eligibilidad y la cantidad de la prestación

Los distintos Gobiernos tienen poderosos incentivos para seguir comportándose de este modo y van a jugar un papel cada vez más importante en la sanidad. Como suele decirse, si piensa que la sanidad ahora es cara, espere a cuando seagratis.

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