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Juan Ramón Rallo

Las vergüenzas energéticas de España

El capricho ecologista del Gobierno nos ha salido muy caro. Hemos constituido una industria que nos proporciona una energía cara y que sólo puede sobrevivir si le seguimos inyectando cantidades ingentes de fondos públicos.

Por mucho que nos parezca que a los españoles nos ha salido gratis convertirnos en una "potencia mundial" en la industria de energías renovables, tal y como se vanagloria Sebastián en Washington para tratar de empujar a Obama en la misma dirección, lo cierto es que este entramado empresarial supone un importante lastre para nuestra economía.

Las energías verdes sólo sobreviven en España gracias a la subvención pública de su precio. Desde el año 2000, el peso de la energía eólica y solar dentro del sector eléctrico empezó a crecer pese a que el coste de generación de electricidad era muy superior al de las fuentes alternativas. Dicho de otra manera, debido a la presencia de las renovables, España ha estado produciendo electricidad muy cara.

¿Pero por qué el precio de la luz no se ha disparado correspondientemente? Básicamente, porque el precio de la electricidad en España está parcialmente regulado por tarifa (lo fija el Gobierno), por lo que aun cuando los costes de generación energética aumenten por la ineficiencia de las renovables, las compañías privadas no puede incrementar el precio. Sin embargo, unos costes mayores y unos precios estancandos significan menores márgenes de beneficios para las eléctricas, que muy posiblemente habrían tenido que dejar de invertir en nuestro país, con todo lo que ello supondría de carestía y cortes para nuestro suministro.

Si todo esto no ha sucedido es porque el Gobierno ha estado subvencionando a las eléctricas por la diferencia entre el precio en tarifa y el cada vez mayor coste de generación que él mismo les imponía. Esta diferencia se conoce como "déficit tarifario", y no es más que unos derechos de cobro futuro que tienen las compañías eléctricas en nuestro país por los sobrecostes que les ha generado el Estado. A finales de 2009, la CNE calcula que habremos acumulado en déficit tarifario de 21.000 millones de euros, pero a esto hay que añadir los compromisos que ha asumido el Ejecutivo para seguir subvencionando las renovables durante 25 años.

Este déficit tarifario hay que pagarlo de alguna manera y, en última instancia, sólo existen dos: o incrementos del precio de la luz o aumentos de los impuestos. En cuanto a lo primero, la CNE calculó que la electricidad debería encarecerse un 31% para comenzar a repagar el déficit acumulado; sobre lo segundo, tengamos en cuenta que 21.000 millones de euros representan alrededor del 50% de todo lo que se recauda cada año por Impuesto de Sociedades.

Y aunque no todo este déficit sea responsabilidad de las renovables, en 2008 sí han representando alrededor de dos tercios del mismo. Dicho de otra manera, el capricho ecologista del Gobierno nos ha salido muy caro. Hemos constituido una industria que nos proporciona una energía cara y que sólo puede sobrevivir si le seguimos inyectando cantidades ingentes de fondos públicos.

¿Cree que ahora las empresas españolas pueden soportar alegremente un incremento del 31% en su tarifa? ¿Cree que las familias pueden en esta coyuntura ser esquilmadas con impuestos todavía más elevados? Parece claro que no y parece claro que cuando se proceda a amortizar el déficit, las consecuencias serán dramáticas, especialmente para las empresas intensivas en energía (como por ejemplo las acerías, que le preguntan a Acerinox).

Que Obama quiera seguir este rumbo suicida sólo demuestra que está afrontando la crisis con más ideología que ciencia. No le interesa que Estados Unidos salga cuando antes del atolladero, sino conformar la sociedad según su particular visión (socialista) del mundo; no es vano, hace unas semanas se colocó la venda antes de la herida al incrementar el aracel sobre el acero (desincentivando que las acerías se vayan de su país).

Sebastián debería guardarse su propaganda ecologista en un oscuro cajón. España ha sido un laboratorio social de un proyecto que ha fracasado a todas luces; justamente cuando en esta crisis necesitamos de una energía más barata, el Gobierno ha creado las condiciones para que su precio se dispare. Me temo que, en esta y muchas otras materias, sólo somos un modelo de lo que no hay que hacer. A ser posible, no retrasemos la recuperación en Estados Unidos.

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