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Manuel Llamas

Un cambio para perpetuar la depresión

Si España fuera un país federal, Andalucía y Extremadura liderarían el ranking de paro y falta de competitividad de la UE-27. Y pese a ello, se ha mantenido en el poder. Mi temor es que Zapatero pretenda con estos cambios imitar la gestión andaluza.

Era cuestión de tiempo. Zapatero se ha visto obligado a aplicar un lavado de cara a su Gobierno con el fin de afrontar su ejercicio más duro en el poder. La crisis económica se ha materializado en crisis política. Los cambios efectuados son relevantes y apuntan la estrategia que, a partir de ahora, seguirá el PSOE de cara a un posible adelanto de las elecciones generales para 2010. Una vía nada descartable si se tiene en cuenta que los socialistas carecen del apoyo de los nacionalistas del PNV, tras el acuerdo de Gobierno alcanzado entre el PSE y el PP en el País Vasco.

Zapatero es consciente de que tendrá serias dificultades a la hora de aprobar nuevos proyectos y, sobre todo, los Presupuestos Generales del Estado para el próximo año. Y todo ello en un contexto en el que la dureza de la crisis ya no permite negar la evidencia, como sí sucedió en los meses previos a las elecciones de marzo de 2008. Ante esta perspectiva, el presidente ha optado por la huida hacia adelante.

Así, ha fichado a dos pesos pesados de la cúpula socialista: José Blanco, que ocupará la cartera de Fomento que tanto ansiaba para apuntarse el tanto de inaugurar la entrada del AVE en su tierra, Galicia; y Manuel Chaves, quien se encargará de negociar el sudoku de la financiación autonómica y la adopción de nuevas medidas anticrisis en colaboración con los gobiernos regionales.

Por otro lado, Zapatero prescinde, al fin, de los servicios de Solbes, a la vista de que ya había cumplido su cometido. A saber, repetir en el cargo como ministro de Economía para ofrecer así una imagen de cierta solidez y solvencia ante la crisis. Tras la victoria socialista, su deseada jubilación de oro era tan sólo cuestión de tiempo. De hecho, cabe recordar que fue Zapatero quien logró convencer a Solbes de que continuara al frente de la dirección económica uno o dos años más al término de la primera legislatura.

Salgado será sus sustituta. Una elección que ha causado asombro y desconcierto entre las elites empresariales y financieras del país. Y es que muchos no entienden cómo es posible que Zapatero prescinda de perfiles técnicos y experimentados al frente de Economía, justo en el momento en el que España afronta la peor crisis del último medio siglo. La explicación, sin embargo, tiene una lectura simple y sencilla. El presidente ha configurado un Gobierno de marcado perfil político, el más sectario de los últimos años, con el firme propósito de asegurarse la victoria en las urnas en caso de elecciones anticipadas.

La orden es muy clara. Chaves, Blanco, Gabilondo, Sinde y la reubicación de Salgado –bajo la maquiavélica dirección de Rubalcaba (su protector)–, conforman un nuevo Gabinete idóneo para el desarrollo de un discurso mucho más reaccionario y de marcado perfil ideológico contra la tenue y acomplejada oposición del PP.

Sin duda, no seré yo quien defienda la gestión desempeñada por Solbes al frente de Economía. Su descaro a la hora de ocultar la cruda realidad a los españoles ha sido mayúsculo y no tiene perdón. Pese a todo, el ahora ex ministro ejerció, hasta cierto punto, la función de bombero en el seno del Ejecutivo.

Durante los últimos coletazos de la burbuja inmobiliaria –entre 2004 y 2006– su gestión se caracterizó por el continuismo heredado del Gobierno del PP. Pocas fueron entonces las medidas adoptadas, y su cometido se centró en mantener el siempre deseable equilibrio presupuestario. Sin embargo, tras el estallido de la crisis –finales de 2006–, comenzó el particular quebradero de cabeza para Solbes. En este sentido, cabe destacar su oposición a determinadas medidas lanzadas desde los círculos de Sebastián y Zapatero.

Pese a todo, la creciente presión política ejercida desde el seno del Ejecutivo, su falta de motivación al frente de Economía, su insidia a la hora de ocultar la realidad y, por supuesto, el creciente deterioro económico han terminado por quemar la única figura que ejercía algo de contrapeso, aunque muy limitado, a la nefasta y amplia sombra del presidente. Zapatero gozará ahora de manga ancha para ponerse manos a la obra. Bajo la dirección de Salgado y Chaves, el Ejecutivo se esforzará por combatir la crisis.

El problema es que, como todo buen liberal sabe, si no se aplican las recetas adecuadas más vale contar con un Gobierno pasivo, ineficaz e incapaz de tomar decisiones contundentes. De este modo, al menos, no agravará la situación. El nuevo Gobierno tiene un objetivo bien distinto. Todo apunta a que apostará abiertamente por mayor intervencionismo e ingente gasto público en materia económica.

Y en esto, por desgracia, Chaves es un experto. El ex presidente de la Junta de Andalucía goza de una larga experiencia en la perpetuación de depresiones económicas. La economía andaluza no merece otro calificativo. Si España fuera un país federal, Andalucía y Extremadura liderarían el ranking de paro y falta de competitividad de la UE-27. Y pese a ello, se ha mantenido en el poder. Mi temor es que Zapatero pretenda con estos cambios imitar la gestión andaluza. Es decir, comprar votos mediante la extensión del clientelismo político tirando de chequera pública. ¿Un PER a nivel nacional? Ahora sí, todo es posible.

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