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Juan Ramón Rallo

Cuando ampliar el fondo de rescate sólo compraba tiempo

Europa comprará tiempo a un precio carísimo: el precio de retrasar el desapalancamiento financiero y el reajuste de las economías periféricas.

Allá por mayo de 2010, cuando España se vio forzada a aprobar el célebre tijeretazo de Zapatero con tal de no quebrar, dos solemnes jerarcas alemanes proclamaban que incrementar el tamaño del fondo de rescate hasta el billón de euros sólo servía para comprar tiempo. Las únicas medidas que tenían visos de funcionar, decían, eran las liberalizaciones de los mercados que permitieran a la periferia ganar competitividad y volver a generar riqueza, así como los programas de austeridad presupuestaria que evitaran que la escasa riqueza, presente y futura, que produjeran esos países fuera despilfarrada por sus Estados.

Esos dos jerarcas eran Jürgen Stark y Angela Merkel. El primero, el hoy cesado economista jefe del BCE; la segunda, canciller de Alemania que sigue en el cargo y que previsiblemente propondrá este miércoles la ampliación apalancada del fondo de rescate hasta el billón de euros. Eran otros tiempos; otros tiempos en los que aparentemente Europa había optado por el rigor, esto es, por exigir que las deudas se paguen no diluyéndolas en la inflación, sino mediante la creación de nuevos bienes y servicios.

Pero parece que, al final, ha triunfado la vía francesa, que es la vía socialista e intervencionista que nunca ha logrado solventar ninguna crisis pero que siempre ha enfangado bastante el terreno. El BCE ha sido decapitado después de que Axel Weber y Jürgen Stark, los únicos miembros del Bundesbank que conservaban algo de sensatez, abandonaran sus cargos asustados por la irresponsabilidad del resto de consejeros; por eso en apenas unos meses ha monetizado 170.000 millones de deuda pública periférica que vaya usted a saber si algún día se pagará y en qué medida. Y Merkel parece que cada vez se acerca más a los partidos rojiverdes para conseguir que la periferia europea siga saqueando el capital alemán; de ahí que hoy vea con buenos ojos lo que ayer sólo servía para comprar tiempo.

Bien, nada que no fuera previsible. Europa comprará tiempo a un precio carísimo: el precio de retrasar el desapalancamiento financiero y el reajuste de las economías periféricas. Pues una crisis de deuda no puede combatirse con más deuda, por mucho que la primera sea española e italiana y la segunda teutona; al igual que una crisis provocada por unos aparatos productivos del todo desestructurados no puede contrarrestarse dándoles más dinero a los pródigos para que eviten una temporada más las reformas que son indispensables desde hace mucho tiempo.

Tal vez este miércoles se diga que el acuerdo que prepara Europa habrá certificado el fracaso de la vía de la austeridad y las reformas. Pero para que algo fracase debería, al menos, haberse intentado. Mas si alguien cree que mantener déficits entre el 4% y el 6% con unos niveles de deuda pública cercanos al 100% (y otros de deuda privada muy superiores) es "austeridad" o si alguien piensa que conservar mercados laborales y productivos extremadamente rígidos en manos de los sindicatos y demás grupos de presión es "liberalización", es que debería hacérselo mirar. Lo que ha fracasado es el intervencionismo, el seguir gastando por encima de nuestras posibilidades sin implementar ninguna reforma mínimamente seria que relance nuestra capacidad productiva, que es lo que hemos hecho durante estos tres últimos años. Y más de eso, justamente de eso, es lo que nos ofrecerán este miércoles.

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