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Francisco Cabrillo

Von Neumann, el memorioso

Von Neumann no sólo llamaba la atención de sus interlocutores por su gran inteligencia; su extraordinaria memoria nunca dejaba de sorprender a quien hablaba con él. Era capaz de recordar con toda precisión un libro o un artículo leído años antes.

Si se hiciera una lista de los cerebros más brillantes del siglo XX, no cabe duda de que el nombre de John von Neumann ocuparía uno de los primeros lugares. Nacido en Budapest en 1903, estudió matemáticas en su ciudad natal y en Berlín; y fue, desde muy joven, reconocido como un científico excepcional. Con sólo 29 años fue nombrado profesor en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Albert Einstein fue allí su colega desde el momento de la creación del Instituto en 1933.

A lo largo de su vida Von Neumann hizo aportaciones fundamentales a la matemática, a la física cuántica, al diseño de la primera bomba atómica, a la creación de la bomba de hidrógeno y a la ciencia computacional, contribuyendo de forma decisiva al desarrollo de los primeros ordenadores. Pero también sus trabajos en el campo de la economía resultaron muy importantes para el desarrollo de la teoría contemporánea.

Varias son las aportaciones que nos resultan especialmente interesantes a los economistas. La más importante, sin duda, la formulación de la moderna teoría de los juegos. El principio básico de esta teoría es fácil de entender y, de alguna forma, ha estado siempre presente en los análisis sobre los comportamientos humanos. Cuando actuamos en cualquier ámbito de nuestras vidas, podemos suponer que lo que hacemos no va a influir para nada en el comportamiento de los demás. Pero esta idea puede ser totalmente equivocada. En la mayoría de los casos, los demás – sean personas, gobiernos o países – van a reaccionar ante nuestra actuación inicial. La teoría de los juegos analiza las estrategias a seguir para lograr cualquier objetivo, teniendo presente qué harán los demás. Las aplicaciones de estos modelos son muy numerosas: desde la toma de decisiones políticas o militares hasta la definición de estrategias empresariales en mercados de competencia imperfecta.

Suele considerarse pionero de la moderna teoría de los juegos al matemático francés Emile Borel, que publicó una serie de trabajos sobre estos temas en la década de 1920. Pero fue Von Neumann quien, primero en un trabajo de 1928 y, más tarde, en su gran libro de 1944 Teoría de los juegos y comportamiento económico (escrito en colaboración con el economista austriaco Oskar Morgesten), introdujo este tipo de análisis en la teoría económica.

Cuantos lo trataron en vida coinciden en que era un tipo divertido, bon vivant... y aficionado – tal vez en exceso – a las bebidas alcohólicas. Von Neumann no sólo llamaba la atención de sus interlocutores por su gran inteligencia; su extraordinaria memoria nunca dejaba de sorprender a quien hablaba con él. Parece que era capaz de recordar con toda precisión un libro o un artículo leído años antes. Y, como siempre tuvo gran afición a la historia, era un experto en cuestiones tan variopintas como los árboles genealógicos de las familias reales europeas o la historia de Bizancio.

Borges creó la fascinante figura de Funes el memorioso; aquel hombre que era capaz de recordar absolutamente todo lo que había vivido con precisión absoluta; y que para recordar lo que había hecho un día necesitaba un día entero. "Sospecho –escribe Borges– que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos".

Von Neumann era, sin embargo, capaz de combinar el análisis lógico y matemático con el recuerdo del detalle. Su obra científica es prueba de su capacidad intelectual. ¿Será cierta también la historia contada por uno de sus amigos, de acuerdo con la cual, cuando un día le preguntó si se acordaba de cómo empezaba la novela de Dickens Historia de dos ciudades, nuestro personaje empezó a recitar de memoria el capítulo primero hasta que, pasados más de diez minutos, tuvieron que pedirle que lo dejara?

Pero hasta los genios tienen sus debilidades. Nuestro matemático era, por ejemplo, un conductor detestable, que tuvo que pasar en diversas ocasiones por la comisaría tras haber provocado accidentes; y un cruce de calles de Princeton llegó a ser conocido como "la esquina de Von Neumann", por haber sido el lugar donde había chocado con un mayor número de sufridos automovilistas locales, a los que se les venía encima de forma inesperada el coche conducido por el gran científico.

Y –¿podemos realmente creerlo?– hasta la memoria llegó a jugarle alguna mala pasada. Contaba su esposa que, un día, Von Neumann cogió el coche en Princeton para resolver un asunto en Nueva York, que dista sólo unos ochenta y cinco kilómetros de la ciudad universitaria. No había pasado mucho tiempo cuando en su casa sonó el teléfono. La esposa escuchó entonces al otro lado del hilo una voz familiar: "Soy Johnny. ¿Podrías decirme a qué voy a Nueva York?"

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