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José García Domínguez

Una modesta proposición

Si Merkel no se baja del burro de la austeridad, su receta devendrá en simple charlatanería de vendedor de crecepelo. Eso, en el mejor de los casos.

Parece que Standard & Poor’s ha descubierto, al fin, que el economista de cabecera de Merkel no es ni Hayek, ni Friedman, ni tampoco Keynes, sino Jonathan Swift. El mismo Swift que en su día diseñara el célebre programa de austeridad, Una modesta proposición lo llamó, para acabar de una vez por todas con el problema de la desnutrición infantil en Irlanda. En muy sensata consecuencia, la agencia se ha apresurado a anunciar la inminente degradación del juicio que le merece toda la deuda soberana europea. Toda ella, con la de la virtuosa Alemania al frente. Nada extraño si se repara en que conseguir un empleo en S & P exige dominar los rudimentos más elementales de la aritmética. Los mismos que le permitieran a aquel filósofo anónimo del pueblo sentenciar: "Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible".

Pues imposible será aplicar la receta macroeconómica que nos prescriben esos cráneos privilegiados de Berlín. A saber, que el Sur emerja del fango por la senda de las exportaciones tras someterse a una dieta para anoréxicos. Algo metafísicamente inviable si se considera a la Unión en su conjunto. Y es que, descendiendo de las etéreas nubes doctrinales a la prosaica realidad de las cifras, resulta que el superávit comercial alemán –180.000 millones de euros– equivale grosso modo al déficit de los malhadados PIGS. Dicho de otro modo, si Merkel no se baja del burro de la austeridad, su receta devendrá en simple charlatanería de vendedor de crecepelo.

Eso, en el mejor de los casos. Porque si igual abunda en aferrarse al sofisma de moda, el de que "no procede resolver una crisis de deuda con más deuda", ya no habrá problema. Ni problema, ni eurobonos, ni euro, ni Europa. Lo que sí tendremos, en cambio, será mucha más deuda. Deuda de los Estados que no es origen y causa sino efecto y consecuencia de una crisis financiera. Salvo, claro, que alguien se proclame dispuesto a contemplar cómo se derrumban, uno tras otro, los bancos del continente. Unos bancos en los que, por cierto, los contribuyentes ya hemos enterrado el trece por ciento del PIB europeo. El trece por ciento, ni más ni menos. Lo dicho, ni Hayek, ni Friedman, ni Keynes: Jonathan Swift.

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