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Francisco Cabrillo

Por recaudar impuestos... Lavoisier acaba en la guillotina

Pocos tienen conocimiento de que Lavoisier escribió sobre cuestiones económicas; y –lo que es aún más importante– de que fueron sus actividades económicas la causa de que le cortaran la cabeza.

Toda persona interesada en la historia de la ciencia sabe que Antoine de Lavoisier fue un químico extraordinario, que hizo aportaciones muy importantes al desarrollo de la ciencia moderna. Algunos saben también que fue guillotinado en París el año 1794, en pleno Reinado del Terror. Pero pocos tienen conocimiento de que escribió sobre cuestiones económicas; y –lo que es aún más importante– de que fueron sus actividades económicas la causa de que le cortaran la cabeza.

Había nacido Lavoisier en París en el año 1743. Desde niño disfrutó de una considerable fortuna y pudo dedicarse a lo que realmente le interesaba: el estudio y la investigación. En 1771 se casó con Marie-Anne Paulze, acontecimiento que resultaría fundamental en su vida por diversas razones. El tenía 28 años; la novia, 13. Pese a la diferencia de edad, desde el principio Marie-Anne trabajó con su marido en el laboratorio; y más tarde ella misma se hizo cargo de la edición de las memorias científicas de Lavoisier. Pero aportó algo más. Marié Anne era hija de uno de los propietarios de una curiosa institución fiscal, muy relevante en la Francia del Antiguo Régimen: la Ferme Générale.

En esencia, la Ferme era una empresa que se dedicaba a recaudar impuestos para la Corona, que no contaba por entonces con una administración tributaria eficiente. Los recaudadores generales –"fermiers généraux"– garantizaban al rey recursos financieros de forma regular; a cambio, eso sí, de una generosa participación en los ingresos que conseguían; y mayores fondos obtenían aún si lograban elevar el nivel de la recaudación por encima de la cifra previamente pactada con la administración real. Todo ello tuvo como efecto que estos recaudadores se hicieran enormemente ricos; lo que se puso de manifiesto, entre otras cosas, en sus contribuciones económicas al mundo de las artes y las letras de la Francia del Siglo de las Luces. Pero su actuación dio origen a todo tipo de quejas referidas, sobre todo, a su forma –a menudo brutal– de tratar a los contribuyentes. No es sorprendente que en 1789, cuando estalló la revolución, la Ferme Générale fuera una institución odiada por la mayor parte de la población y fuera considerada un símbolo del despotismo de la monarquía.

Lavoisier, que había entrado en la empresa como adjunto a uno de los socios, llegó a ser recaudador general en 1779. Y no fue este el único papel que desempeñó en el mundo de las finanzas. Fue miembro también del consejo de administración de la Caja de Descuento, institución financiera que estuvo activa entre 1776 y 1793, y es considerada como un antecedente del Banco de Francia. Nuestro personaje llegó a ser presidente de la Caja; y en su día se publicó, al menos, uno de sus discursos al Consejo.

Pero la obra económica a la que dedicó mayor atención estaba directamente relacionada con su interés por la investigación científica. En 1784 empezó a preparar un gran libro sobre la riqueza territorial de Francia, en el que pretendía ofrecer a sus lectores un amplio estudio cuantitativo sobre los recursos demográficos y económicos del país, que habría constituido un trabajo muy interesante en la línea de lo que se llamaba en la época "aritmética política". Nunca terminó el libro. Pero, en 1791 publicó un resumen de 48 páginas que permite obtener una idea bastante aproximada de la ambición y las características técnicas de la obra.

Con la llegada al poder de Robespierre y la radicalización de la revolución, el odio hacia los recaudadores generales se desató. Lavoisier fue considerado traidor, condenado a muerte y guillotinado. Es conocida la siniestra anécdota de que, cuando algunos amigos y científicos apelaron al gran prestigio de Lavoisier para evitar la ejecución, el juez revolucionario dijo: "La República no necesita ni sabios ni químicos". Mucho más acertado fue, sin embargo, el comentario del matemático Lagrange: "Sólo ha hecho falta un instante para cortarle la cabeza; pero Francia no será capaz de producir otra semejante en un siglo".

Se ha relacionado alguna vez también su ejecución con un enfrentamiento que Lavoisier había tenido años antes con Jean Paul Marat, uno de los líderes revolucionarios más radicales, a quien parece que había despedido con cajas destempladas cuando éste le había presentado algunos inventos y descubrimientos supuestamente científicos que nuestro químico había considerado ridículos. No sabemos realmente si tal hecho pudo tener influencia en la persecución que más tarde sufrió Lavoisier. Lo cierto, en cambio, es que todos los recaudadores generales de la Ferme que fueron detenidos acabaron en la guillotina. Y es que esto de cobrar impuestos a la gente a veces resulta muy peligroso.

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