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Francisco Cabrillo

Enfantin y la mujer mesías

Fue el primer discípulo y propagador de las ideas del Conde de Saint-Simon, a quien, con todo merecimiento, hemos dedicado un capítulo en esta sección

No es el objetivo de esta serie establecer un ranking de economistas basado en su nivel de excentricidad. Pero si, algún día, un erudito de una generación posterior a la mía lo hiciera, Prosper Enfantin ocuparía, sin duda alguna, un puesto destacado en esta relación.

Fue nuestro personaje el primer discípulo y propagador de las ideas del Conde de Saint-Simon, a quien, con todo merecimiento, hemos dedicado un capítulo en esta sección. Nacido en París en 1796 en una familia acomodada, empezó sus estudios en la Escuela Politécnica. Pero su vida cambió cuando, tras la restauración borbónica, Luis XVIII decidió cerrar este centro por el apoyo de sus alumnos a la causa de Napoleón. Trabajó entonces en la banca; y parece que se hizo miembro de la sociedad de los carbonarios. Pero el momento clave de su existencia tuvo lugar en 1829, cuando conoció a Saint Simon y decidió dedicar todas sus energías a la propagación de sus doctrinas. El nuevo socialismo industrial había encontrado a su paladín; o, en su propia terminología, a uno de sus “padres supremos”.

Era preciso cambiar el mundo. Y, para lograr el  triunfo en tan ardua empresa, Enfantin contaban con la especial naturaleza de las mujeres. En su opinión, Dios representaba la unión entre el espíritu y la materia. Y para que la materia fuera igual en dignidad al espíritu y que la industria  lo fuera a la ciencia, era necesario – ¡quién lo dudaría! – que Dios fuera simultáneamente hombre y muer; y sólo así se garantizaría la igualdad del hombre (tradicionalmente identificado con el espíritu) y de la mujer (en la que se consideraba que era la parte material lo que predominaba.)

Establecido este sólido principio, Enfantin trató de llevar a la práctica sus ideas. Y decidió que la emancipación de la mujer sólo podría conseguirse mediante la liberación de su pasión sexual. Como la gente es muy mal pensada, no valoró lo suficiente el idealismo de nuestro profeta y de sus fieles seguidores; y varios miembros del grupo – con su líder a la cabeza – dieron con sus huesos en la cárcel acusados de asociación ilegal y de desprecio a la moral pública. Coherente siempre con sus ideas, Enfantin pidió en el juicio que de su defensa se hicieran cargo dos mujeres; lo que, como era de temer, no fue tomado en serio por el tribunal.

Pero, ya antes de este desdichado acontecimiento – que tuvo lugar en 1832 – nuestro personaje había depurado sus teorías e idealizado su visión de la mujer. Llegó, de hecho, a la conclusión de que lo que realmente faltaba a la humanidad era una mesías femenina. El objetivo de su vida fue por ello la búsqueda de la mujer mesías. Pero la tarea no era sencilla. ¿Dónde encontrarla? Los saintsimonianos pensaron que tenía que estar en la cuna de la civilización; es decir, en Oriente. Y, una vez abandonada la prisión, se encaminaron a Egipto.

No tenemos datos precisos de lo que allí ocurrió. Pero resulta claro que la búsqueda de la mujer mesías no logró el éxito deseado. El viaje tuvo, sin embargo, una consecuencia importante. En Egipto Enfantin y su gente dieron algunos pasos importantes para poner en marcha el que, años más tarde, sería el gran proyecto de ingeniería del siglo XIX: el canal de Suez. Esa obra, que en su visión mística, la concebían como “un matrimonio entre el Este y el Oeste. Entre quienes les apoyaron estaba un joven ingeniero, por entonces destinado en el Consulado de Francia en Alejandría. Se llamaba Ferdinand de Lesseps y, años más tarde sería el constructor del canal, que fue inaugurado en 1869.

Tras su regreso a Francia, la vida de Enfantin fue bastante convencional. Trabajó en correos y en el ferrocarril; y participó en una expedición científica a Argelia. Pero algunos de sus amigos y antiguos discípulos se convirtieron en personas muy importantes. Los hermanos Pereire, que en su día habían sido protegidos por Rothschild, se convirtieron en banqueros. Michel Chevalier fue catedrático y ministro; e hizo mucho por abrir la economía francesa al comercio internacional. Enfantin murió en París el año 1864. Nada nos permite suponer que llegara a encontrar a la mujer mesías. Pero tal vez su último pensamiento fue para ella.

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